Tras observar como se puede encauzar hacia la grandeza la figura de un personaje-mito a través de la impregnación del momento de la muerte, mediante esas máscaras mortuorias u otros iconos, resumamos un poquito.
Máscara mortuoria de San Francisco de Borja |
Ni que decir tiene que desapareció cualquier vinculación procesal con el futuro santo, pero se debía borrar aquella prueba autobiográfica que ponía en entredicho a los inquisidores dominicos después de pactar con la Compañía de Jesús el abandono, por parte de los jesuitas, de sus ideas más renovadoras para la Iglesia y compartieran el mandato de la Santa Inquisición. El pacto entre ambas órdenes supuso una radicalización de ideas y medidas surgidas del Concilio de Trento para hacer frente al protestantismo, que dividió a la Cristiandad. La llamada Contrarreforma exigía una unidad entre el catolicismo y, por tanto, aquel "Relato del Peregrino", debía desaparecer de forma material. El encargado de su eliminación fue el tercer general de los jesuitas. Francisco de Borja, bisnieto de Alejandro VI, uno de los dos papas Borgia, y bisnieto del gran Fernando, el Católico, fue Grande de España e incluso llegó a ser nombrado Virrey de Cataluña por el Emperador Carlos V. El más alto poder tomó las riendas de aquellos soldados espirituales del Papa; si ya no estaban lo suficiente amarrados desde sus inicios. Este nobilísimo general también tuvo una "conversión ignaciana", por cierto.
Ribadeneyra (1526-1611), en su larga y militante vida, se encargó de fijar de manera correcta las biografías de los dos siguientes generales jesuitas a Loyola: Diego Laínez, uno de los 7 padres fundadores, y "el Borgia", antes mencionado. También fue el principal encargado de dar esplendor a la nueva causa de la Compañía de Jesús. En 1595, escribió "Tratado del Príncipe Cristiano", la teoría revisada de oposición directa a la obra de Maquiavelo, su famoso "El Príncipe", donde aquel afirmaba que la religión cristiana era contradictoria con la defensa por las armas y volvía a los hombres incapaces de virtudes militares, los hacía débiles para el gobierno. Ribadeneyra hace hincapié en todo lo contrario y se hace eco de las tesis antimaquiavélicas, que ensalzan más la eficacia militar ante la eficacia política, que promulgaba el florentino. Esa fue una de las ideas de la Contrarreforma, unir a
Viajemos en primer lugar a la Salamanca de 1610, donde se celebraba una fiesta en homenaje a la beatificación de Ignacio de Loyola recorriendo las calles, donde documentaron una máscara a la picaresca llamada "el triunfo de Don Quijote". Ya habían pasado 5 años de la primera edición de la famosa novela, 40 de la prohibición y retirada del inadecuado "Relato del Peregrino", y 27 de la publicación de la políticamente correcta biografía a cargo de Ribadeneyra. Esa fue la fuente más antigua de los paralelismos temáticos y anecdóticos que han surgido entre lo publicado en la biografía oficial a lo largo de la historia, del que se creyó, también, que Cervantes las parodió. Muchos investigadores y autores coincidieron en eso. François-Marie Arouet, con nombre de guerra Voltaire, compara a Loyola con el Quijote en su "Diccionario Filosófico" de 1764: "¿Deseas adquirir un gran nombre, ser el fundador? Estar completamente loco, pero con una locura adaptable a tu siglo." Aquí, Voltaire, hace mención del precio a pagar por llevar a cabo ideas no convencionales, pero firmes, te convertirán en loco en tu tiempo y serás perseguido, pero que con el tiempo será idealizado por su tesón, como el Quijote, y premiado en glorioso recuerdo. Escribió, además, el filósofo y francmasón francés: "Tened, además, la suficiente razón en vuestra locura para dirigir vuestras extravagancias. Sed excesivamente obstinado. Es posible que os ahorquen, pero si no os pillan, se erigirán altares en vuestra memoria."
Otro gran autorque vio a Loyola encarnado en la triste figura del personaje cervantino fue el vasco, como San Ignacio, Miguel de Unamuno. Percibió animadversión de la misma Compañía de Jesús hacia él, al que definía como "el caballero de la Fe y el fundador del cristianismo quijotesco." San Ignacio sería el Quijote de la Iglesia, el hidalgo (como lo fue Loyola) que se dejaba trastornar la mente para la mayor gloria de Dios. Cierto jesuita le confesó a Unamuno que durante una fiesta los novicios de la Compañía prendieron fuego a un ejemplar de la novela de Cervantes mientras daban brincos sobre sus llamas. Para este escritor, la figura del fundador de los jesuitas, no tuvo relación con el papel desempeñado por sus miembros tras su desaparición. Pero Unamuno, fallecido en 1936, no llegó a conocer el "Relato del Peregrino", que parece tener la clave de esa relación entre la construcción de el hombre y el mito de la figura de aquel Íñigo López de Loyola.
La figura de San Ignacio no podía crearse en otro lugar que no fuera en tierra hispana. En un artículo sobre el mito de "Antígona", el ensayista gallego y miembro del Club de Roma, Juan Rof Carballo, en 1987, describió:"Nuevos, auténticamente nuevos, no hay más mitos que los inventados en España. El Quijote, Don Juan, Segismundo y, añadiría, según quiero recordar, a la Celestina. Es extraño que el país que ignora a Antígona, que no gusta de la tragedia, que hace fracasar a Cervantes cuando la escribe, es el único en occidente, que después de los griegos, es capaz de generar mitos originales."
Y entonces, es cuando nos topamos con un extraordinario ensayo publicado en 2002 titulado "El triunfo de Don Quijote. Cervantes y la Compañía de Jesús: un mensaje cifrado", del profesor y ensayista sevillano Federico Ortés. Un profesor de secundaria, especialista en la más famosa obra de Cervantes extraordinariamente poco conocido. Decimos esto por la extrañeza que nos debería provocar el que un descubrimiento del tamaño que les vamos a narrar sea tan poco nombrado. Debería, hemos dicho bien. A estas alturas de la película ya podemos advertir que cuando algún bienintencionado investigador pincha en hueso del sistema, y esa herida puede sangrar bastante, este sabe muy bien como suturar el corte. Eclipsa la mancha a base de costura fina con el suficiente hilo, hasta que el pinchazo deja de arrojar sangre alguna, cicatrice bien y no haya peligro de gangrena.
Esa biografía por encargo escrita por Ribadeneyra, como nos cuenta Ortés, estaba "repleta de una prosa sobrecargada y tediosa, llena de inútiles explicaciones y de dobles y triples adjetivos".
Tras esos dibujos de las costuras es donde este profesor, Federico Ortés, pudo dislumbrar que en esos primeros 8 capítulos descarriados del "Relato" primitivo, estaba la clave que Miguel de Cervantes plasmó en su "Don Quijote". Estos capítulos copiados inacabados fueron dejados por Gonçalves en Roma estaban escritos en castellano, y de los que se extendieron copias manuscritas por Roma y el resto de colegios de la Compañía, forman el germen de la novela. La base de la que Cervantes arma una imitación semántica y de forma, que incluso hace coincidir, para que no haya objeto de duda, el que quede inacabado el octavo capítulo cuando don Quijote comienza la batalla con el vizcaíno; cuando en esas copias del "Relato", Ignacio de Loyola, estaba a punto de recibir una paliza ejemplar dejando ese capítulo 8 en el aire. Cervantes no sólo copia la estructura del personaje por capítulos, tambié echa mano de la biografía de Ribadeneyra para tener una fuente del contenido paródico.
El "Relato" actúa como modelo de la verdadera vida de Loyola para los historiadores; ejerciendo la "Vida" de prototipo de la falsa o irreal literatura. También esos 8 capítulos son la base para hallar las pistas metodológicas claves par introducirse en la desencriptación de la novela. este
Esquema de algunas semejanzas de pasajes del capítulo 1 de "Relato, "Vida" y "Quijote". |
Este descubrimiento del profesor Ortés fue puesto en conocimiento por él mismo a las diferentes instituciones y asociaciones cervantinas oficiales, obteniendo un gran silencio por respuesta. Su hallazgo contrastado en una serie de ensayos y artículos, la mayoría puestos a libre disposición, se
Ahora se entienden mejor esos autos de fe realizados por algunos jesuitas donde arrojaban a las llamas ejemplares de la novela de Cervantes al grito de: "¡por hereje, por impío, por liberal!", en clara referencia velada a su padre fundador. Pues parece que iba por buen camino el descubrimiento del profesor Ortés. Cervantes construyó su novela del caballero de la triste figura de una forma matemática. Los 8 primeros capítulos son una parodia perfecta de los 8 capítulos "sueltos" del "Relato" y el inicio de la muestra de forma velada las mentiras de la "Vida" de Ribadeneyra. Esa biografía "mentirosa" tuvo exitosas ediciones en 1583, 84, 86, 94, 95 y, la última, de manera sospechosa, coincidió con la primera edición del "Quijote", en 1605. Ya no se volvió a editar hasta 1863. Incluso se llegaron a apartar y esconder también esta biografía tras el explosivo y rotundo exíto de la novela de Cervantes, cuyos primeros ejemplares corrieron de manera exitosa por la corte del monarca Felipe III. ¿Qué raro, no? Parece que los lectores de ambas obras de la época supieron encontrar similitudes entre el personaje de esa novela como una parodia del fundador de la Compañía de Jesús encarnado en
Los "amores platónicos" de ambos personajes, Loyola y Quijote, por damas que no estaban a su alcance, y que nos recuerda a las "donna angelicata" de aquellos Fedeli d'Amore con Dante a la cabeza, se manifiestan aquí de manera encriptada con la figura de Dulcinea del Toboso. Ese acaramelado nombre compuesto por 17 letras, esconde a la joven por quien quedó prendado aquel Íñigo soldado y que fue hermana del mismísimo emperador Carlos V, la entonces infanta Catalina de Austria, de 17 letras, también. Por supuesto esa alusión de deseo por la imagen de una mujer a un futuro santo no se podía tolerar, aunque sólo fuera de manera contemplativa. La relación entre algunos nombres de la novela con personajes históricos que interactuaron con San Ignacio también aparecen velados, como fue el caso del arzobispo de Toledo, que será escondido tras otro nombre de 6 letras como el de arzobispo de Turpín, nombre del considerado legendario autor de las "Crónicas de Carlomagno y Roldán". La idea del "camino" como eje central de la novela es un recurso para adaptar el propósito de vida hacia la santidad de Loyola, como el del Quijote hacia su promesa como caballero andante. Los mensajes codificados en forma de parodia hicieron reaccionar a la cúpula jesuita.
El ataque del agente Ribadeneyra, llegará a culminarse tres años después de su muerte, el 22 de Septiembre de 1611. El encargo se desarrollará tras conocerse la elaboración de la segunda parte del Quijote a cargo de Cervantes, donde se corría el riesgo de que dejara todavía más en evidencia el plan de ocultación de lo desvelado en la "autobiografía" del propio, ya beato, Ignacio de Loyola desde 1609. Este plan fue la anticipación a esa publicación con una versión apócrifa que contrarrestaran los efectos que habían calado de la primera parte. Lograron su cometido y apareció como el "Segundo tomo del ingenioso hidalgo don Quijote de La Mancha" escrita por un tal Alonso Fernández de Avellaneda
El Quijote de Avellaneda, como pasó a ser conocido, es una transducción contrarreformista del Quijote de Cervantes. Esto es, una transformación del sentido de los valores plasmados por Cervantes en su novela. Una interpretación religiosa y literaria del Quijote cervantino para convertir la razón antropológica del original por una razón teológica, reintrepretándola, produciendo una antítesis a la tesis quijotesca. El Quijote "fake" se muestra católico y contrarreformista sustituyendo cualquier racionalismo antropomórfico por racionalismo teológico. El nuevo héroe contrarreformista y el autor (o autores) interpretan todo lo que debe ser desde la doctrina a imponer, en contra del popular personaje creado en 1605, que interpretaba todo lo que sucedía en su mundo. En el primer capítulo del apócrifo de Avellaneda, al transformado Quijote, le dan a leer unos libros destinados a los reos acusados por la Inquisición (a los que sabían, claro), como el "Flos Sanctorum", la "Guía de Pecadores" de Fray Luis de Granada o los Evangelios. Hace desaparecer el amor platónico encarnado en Dulcinea y lo convierte en una prostituta llamada
De hecho, al final de este apócrifo, el Quijote queda relegado a un manicomio; una clara alusión al fundador jesuita y a su mensaje en su autobiografía, donde es comparado con un lunático y a aquellos que siguen su discurso, como el personaje de Sancho, serán objetos de burla y mofa, donde es relegado, en esa novela-embestida, a bufón en el palacio de un noble. La mujer perdida agasajada por el "Quijote avellanedo", aquí convertido en hombre de misa diaria y rosario en mano (cual devoto de Escrivá de Balaguer), acabará sus días encerrada en un convento. También es un mensaje para el autor y a sus posibles "clientes", elucubrando un posible encargo de la concepción del Quijote original. El contraataque de Cervantes no se hizo esperar. Aceleró y rectificó algunos pasajes de su segunda parte y arremetió con ·lo más grande" contra tal afrenta jesuita.
Primero ninguneó al autor o autores, de los que dijo conocer su identidad, y utilizando al personaje de Álvaro de Tarfe, aparecido en la novela apócrifa, lo hace declarar ante notario que no conocía a Don Quijote y Sancho, y que no era aquel que circulaba en la versión del tal Avellaneda. Miguel de Cervantes utiliza la metaficción para dar valor jurídico y obtener una versión jurada del personaje desmintiendo las tesis contarreformistas allí promulgadas de un certero y cortante golpe de pluma. Uno de los mayores zascas de la literatura universal que tuvo que hacer sentar de golpe sobre sus jesuíticas posaderas a toda la cúpula de la Compañía fundada por aquel al que ocultaban parte de su vida. Pero su exposición encriptada fue a más en esta segunda parte del Quijote.
Hizo realizar al personaje tres salidas desde su hogar, como Loyola, o el trato de productos como el bálsamo de Fierabrás o el objeto del yelmo de Mambrino, de propiedades maravillosas que refuerzan la invulnerabilidad fisica del Quijote en su camino de caballero; así como el camino ascético de Loyola hacia el logro de su perfección, o invulnerabilidad espiritual, que ya pasó las penitencias y fases purgativas, como Don Quijote y sus continuos tropiezos en su camino, parodiados como aventuras, ya los dos en fase iluminativa: el santo, llegando a esos poderes espirituales que lo conectan con Dios, y el caballero de la triste figura empoderado con el bálsamo y habiendo obtenido el yelmo, se encuentra sin temor, protegido y guiado por Dios.
Pero más allá de todas estas claves encriptadas y de vidas paralelas, nos hemos encontrado con otro patrón repetitivo de constructo, llamémoslo "libro final alterador de la historia". Vimos como tras acabar de dictar su vida, y con esos capítulos redactados, unos por un lado en castellano, otros por otro en italiano, Ignacio de Loyola fallece muy poco después de ese periodo de elaboración final inconclusa de su
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