LA LEYENDA DE LAS ESTRELLAS ERRANTES Y LOS REYES DEL TIEMPO (PARTE III)
 
LOS REYES DEL TIEMPO. (EXPOSITIO)
CAPÍTULO I:
SIGILLUM INFERNI, PORTA CAELI VEL APPARATUS TEMPORIS? (¿SELLO DEL INFIERNO, PUERTA DEL CIELO O ENGRANAJE DEL TIEMPO?)
«Lo que es una piedra para el hombre ordinario, es una perla para el que sabe». 
                                                                                Sabio sufí Jaladud'din Rumi.
El monarca más poderoso del planeta, Felipe II, muere la madrugada del 13 de Septiembre de 1598 después de una larga agonía de 53 días en la que según su consejero, fray José de Sigüenza, se sentía "asado y consumido del fuego maligno que le tenía ya en los huesos", con dolores tan intensos que le produjeron no poder moverlo, lavarlo o cambiarlo de ropa. Esto le supuso morir entre olores pestilentes y nauseabundas llagas, al que por contra se le conoció en vida como "la persona  más limpia y aseada que ha habido sobre la Tierra". Ese día hacía justo 14 años de la colocación de la última piedra de El Escorial, la gran construcción del monarca, otro 13 de Septiembre. La interacción de 13-14-13, tal como la fecha de la muerte de Dante Alighieri, la noche del 13 al 14 de Septiembre de 1321, nos hace entrever un ritual de muerte y renacer, renacer y muerte, para nada casual. ¿Habrá más ciclos rituales entorno a este monumento y estas fechas u otras? Veamos.
Continuemos con la muerte de Felipe II y la curiosa leyenda de la elección de la madera del ataúd. La realizó él mismo 5 años antes de su agónico final, cuando en una estancia en Lisboa, Portugal, de la que era soberano desde 1580, se encontró con unas maderas que eran los restos del galeón llamado "Las 5 llagas", por las heridas de Cristo durante la crucifixión. Este barco hacía "la Carrera africana de la India" hasta Goa, la capital de la India portuguesa. Fue construida de madera de teca, que en aquellas tierras lo llamaban "árbol de la vida". Lo que quedó de ese majestuoso barco varado a orillas del Tajo, sirvió de refugio a mendigos y "otras gentes de mal vivir". La enorme y recta quilla del galeón fue desmontada y portada hasta El Escorial, donde se procedió a la elaboración, con esa amarillenta madera, del real ataúd y dos cruces que pasaron a decorar el Real monasterio. 
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El soberano de casi medio mundo conocido, preparó su tránsito al mundo de los muertos rodeado de reliquias de santos, muchas venidas desde zona alemana, donde los católicos quisieron ponerlas a salvo de los "herejes" calvinistas, y de unos curiosos cuadros de un pintor flamenco conocido como El Bosco, donde pinturas como "La Mesa de los Pecados Capitales" o "El Jardín de las Delicias", le acompañaron en sus últimos momentos, en una especie de ritual preparatorio antes de la muerte, una meditatio mortis. Ordenó desplegar el tríptico de la segunda obra, donde en el panel dedicado al Edén, figura, justo en el centro geométrico, una lechuza que asoma del interior de una fuente rosa. La visión en la oscuridad de esta ave nocturna la convirtió en un símbolo de las almas recién fallecidas en varias culturas. El psicopompo, del griego "psycho"/ alma y "pompós"/ guía que vimos en la primera parte de esta investigación acompañar al hombre en esos tránsitos de paradigmas históricos simbolizado por la figura del "mensajero mercuriano".


"Dedicado al Serenísimo y muy Poderoso Príncipe Felipe de Austria, Príncipe de las Españas y de las Dos Sicilias, un Clementísimo Señor:
Puesto que, Serenísimo Príncipe, nada conviene del mismo modo a los generosos reyes como el afán de conocer doctamente -como dijo el sabio filósofo- la esperanza que debemos abrigar sobre nuestro Príncipe, resplandece ya en el acerbo de nuestros eruditos. Ciertamente, este argumento me motiva bastante, ya que, en mi opinión, Tu Majestad, no sólo tiene en consideración y practica las buenas ciencias teóricas sino que también las sabe degustar. Esta circunstancia proporciona a todo el Orbe una gran esperanza y consuelo para siempre, desde antiguo, los Reyes tenían por costumbre honrar los trabajos de los estudiosos, y, con ellos la antigüedad mostraba que los Príncipes habían sido otorgados a los humanos por inspiración divina, como dioses de los pueblos y salvadores de los Estados; del Dios inmortal, son el único refugio y asilo de los valores humanos, de las ciencias y de toda dignidad."


Más no fue el único horóscopo realizado al monarca español. Ya durante su breve estancia en Inglaterra, en su corto matrimonio con su tía, la Reina María Tudor, el conocido astrólogo y mago de la corte inglesa, John Dee, le confeccionó una carta astral al que llegó a ser rey consorte de esas tierras, y en un futuro hostiles hacia sus reinos. El ya, Rey de Nápoles y de Jerusalén, por gracia de su padre, el muy católico monarca, obsequió al mago con un espejo de piedra de obsidiana perfectamente pulida, de procedencia azteca, que tenía como uso esotérico el conectar con entidades del otro lado. Se cree que era utilizado en el culto al dios Tezcatlipoca, "espejo humeante", en idioma náhualt. Años más tarde, el mago inglés se vanagloriaba de que el mismísimo arcángel Uriel le ofreció tan peculiar herramienta atado a una cadena y con instrucciones para realizar la piedra filosofal. Dee confeccionó la fecha de coronación de la nueva reina de Inglaterra, Elisabeth, justo 3 años menos un día después de la coronación de Felipe como Rey de España, el 15 de Enero de 1559. Aquí, parece que los astros le fueron más propicios que los buenos augurios que pronosticó al anterior matrimonio, que se podría definir como una auténtica "cagada cósmica". Que fuera uno de los mayores eruditos en matemáticas, alquimia, astrología y que incluso comenzara a aplicar los cálculos astronómicos utilizando la reciente teoría heliocéntrica, no quita para que uno de los visionarios de la idea de Imperio Británico, fuera también un liante de las altas esferas. La Guerra Mágica había comenzado.

Y que mejor en una "guerra mágica" que contar con el mismísimo rey Salomón, o una recreación de este. La mitificación de la figura de Felipe II fue destacada mucho antes de la construcción de El Escorial, como se cree en apariencia al asociar al mítico rey de Israel, hijo del rey David, con el heredero del Emperador Carlos V. Esta relación se puede datar entorno al año 1549, cuando es erigido un monumento en su honor con una imagen salomónica de su persona en Bruselas, que celebraba su entrada en la ciudad. Su preceptor desde 1541, Calvete de Estrella, lo relató así: 
"Dentro de la cuadra estaban personajes vivos vestidos de insignias hebraicas, que representaban como Salomón era coronado por Rey de Israel por consentimiento del Rey David su padre; los versos allí eran los siguientes: --Vos sois el prudente Salomón, que mandado de vuestro justo padre gobernaréis los reinos que os pertenecen con grandísimo contentamiento de los pueblos.--" 


El discurso fue recogido por cortesanos españoles. Su fuente se recoge en concreto en el Paralipómenos 22, 6-19: "Dios había escogido a Salomón, el hombre de paz, para edificar su Templo prefiriéndolo a su belicoso padre, el rey David." El Emperador Carlos, de hecho, se hizo grabar la escena de la lucha con David y Goliat en una de sus más famosas armaduras. El "salomonismo" no fue un concepto nuevo exclusivo en la figura de Felipe, sino que tuvo su origen en el Renacimiento italiano y aprovechada por la propaganda imperial. Esta relación de David, el guerrero, y Salomón, el sabio y pacificador, con Carlos V y Felipe II es muy conocida en la historia. No así lo que vamos a analizar. 
Desarrollemos esas posibles recreaciones de los reyes bíblicos encarnados en los monarcas más fuertes de la cristiandad con dataciones históricas contrastadas y los tiempos y ciclos que hemos detallado con anterioridad, en referencia a los reyes de Israel y su cuarentena de años. Decir que hasta la fecha de este escrito no hemos hallado ninguna comparativa en años de esta recreación. Como vimos con las supuestas fechas de los reinados y duración estimada de los estudios por los expertos en las escrituras del denominado Antiguo Testamento, podían variar uno o dos años arriba o abajo de duración de esos gobiernos. Se sobreentiende o se da por hecho el ciclo de 40 años, aunque no sea del todo preciso. Ya anticipamos que la comparativa resultará mucho más exacta de lo que en un principio intuimos y que nos llevaron a encontrar más personajes recreados y una alucinante alineación de enclaves históricos fuera de cualquier tipo de duda (esto a las alturas llegadas ya no nos pilla por sorpresa).


El biznieto de todos estos e hijo de la supuesta "recreación" del bíblico David, el "salomónico" Felipe II (1527-1598), reinó desde esa fecha de 1556 que hemos visto, hasta su muerte en El Escorial el 13 de Septiembre de 1598, 42 años, algo más de los oficiosos 38, del 966 al 928 antes de Cristo, "y los días que Salomón reinó en Jerusalén fueron 40 años", que marcan las sagradas escrituras del judaísmo y el cristianismo sobre el tercer monarca del Reino Unido de Israel. Pero fijemos la vista a las fechas de la muerte de padre e hijo. Del fallecimiento de David / Carlos V en su retiro en el monasterio de Yuste el 21 de Septiembre del 1558, al óbito de su hijo Salomón / Felipe II el 13 de Septiembre del 1598 distan unos días de la exacta cuarentena de años. Vaya. ¿Pero y el primer rey unificador de ese Reino de Israel, Saúl, dónde quedaría para completar el ciclo de los 120 años reflejo de aquella figura fundadora de Moisés?
Nos iremos hasta el último cuarto del siglo XV, cuando 
Isabel es proclamada reina de Castilla el 13 de Diciembre de 1474, otro "idus" 13, haciendo uso de la legitimidad de la Jura de Toros de Guisando, un lugar muy peculiar del que hablaremos en breve, donde fue nombrada como heredera al trono seis años antes. Junto a su ya entonces marido, Fernando, que se proclamó rey de la Corona de Aragón el 20 de Enero de 1479, fueron los responsables de la fundación del Reino de España con esa unión de los principales reinos de la península. Los nombrados por la Santa Sede con el título de Reyes Católicos, reinaron desde 1474 hasta 1516, con un paréntesis desde la muerte de Isabel I el 26 de Noviembre de 1504, con el breve reinado en Castilla de su yerno Felipe I, el Hermoso, y la primogénita de estos, Juana, la Loca, hasta el 25 de Septiembre de 1506, cuando el "oportuno" fallecimiento del rey borgoñés, 668 días después, y la inhabilitación mental de Juana, hizo volver a Fernando, el Católico, como regente del reino de su esposa hasta su muerte el 23 de Enero de 1516. Poco menos de 40 años, sin contar con ese periodo hasta su vuelta a Castilla. Nos encontramos, pues, con 3 cuarentenas de años como hecho fundacional de "las Españas", tal como los Saúl, David y Salomón simbolizan en la unificación del reino de "el pueblo elegido". Una recreación de este en los albores de la Edad Moderna, dejando atrás la mal considerada, oscura Edad Media con su desaparecido Imperio Romano de Oriente y señalando un Nuevo Imperio que parecía designado por Dios con el descubrimiento de nuevos territorios y la apertura de nuevos caminos para la humanidad. Pero una recreación tan importante debería de tener otro tipo de factores temporales que lo unieran a unos determinados espacios, donde sacralizaran esas vidas de los monarcas y conectaran esa trascendencia de recreación histórica a través de sus territorios. Esos emplazamientos bien podrían ser aquellos destinados al descanso eterno de tan gloriosos reyes, cuyos linajes habían sido escogidos por voluntad divina, o al menos eso hicieron creer. A buen seguro que no nos equivocaremos si sabemos mover el engranaje del tiempo y guiar a una regla imaginaria que nos señale los lugares adecuados.   

¿El 13 de Septiembre, otra vez? Podemos considerar que en esa fecha de 1504 se iniciaba la construcción de un eje de mausoleos reales de la nueva dinastía fundada por estos Reyes Católicos y que culminaría dos generaciones después con la finalización de la definitiva sede de los restos de los futuros reyes de España, El Escorial, el 13 de Septiembre de 1584, dos cuarentenas de años exactas (80 años). Teníamos, además, la fecha de la muerte de la "encarnación" de Salomón, aquel 13 de Septiembre de 1598, 94 años (9+4=13) desde el 1504, un total de 34.333 días y 14 años después desde la colocación de la última piedra del mausoleo de los Austrias. Un principio y un final en el tiempo. Hora de mirar el engranaje de los cielos. 
Ese día de la carta de fundación del proyecto, amanecía con una conjunción del psicopompo de los cielos, Mercurio, junto a Venus, asomando por el horizonte. El guía del umbral entre este mundo y el otro, acompañado de la fertilidad, la armonía y la belleza. La Luna se encontraba en una incipiente fase de crecimiento. Este hecho lo valoramos porque es remarcado por algunas voces relevantes de la astrología en cuanto a que una construcción o proyecto de relevancia debía ser iniciado en Luna Nueva y finalizado en fechas de plenilunio. Esto no siempre se cumple, ni mucho menos. En estas ocasiones los astrólogos parecen no tener en cuenta otros engranajes utilizados por los "titiriteros" para marcar y velar determinados acontecimientos siguiendo sus particulares rituales. En ese año de 1504 se produjo lo que conocemos como Gran Conjunción, que es una aproximación visible en los cielos entre los dos planetas gigantes, Júpiter y Saturno, siendo su punto máximo el 25 de Mayo de ese año en la constelación de los Gemelos, y viajando alejados ya en el Cangrejo, en aquel 13 de Septiembre, justo 111 días después ¿Será un patrón en este juego de tumbas de tronos? 



El comienzo de su construcción como catedral es dudosa en su datación oficial. Se ubica entre los años 1226-27, con la presencia de Fernando III, el Santo, y el arzobispo Rodrigo Jiménez de Rada. Tras el análisis de diversas fuentes podríamos fijar la fecha de la primera puesta de piedra entorno al día 4 de Marzo del 1226, día en que se produce una de las 3 conjunciones más cercanas de Júpiter y Saturno de los últimos dos mil años. Unos días antes, la madrugada del 26 de Febrero, Venus se abrazaba a los dos planetas gigantes al salir por el horizonte justo antes de amanecer. Damos por válida, también, la Gran Conjunción en el ritual inaugural de tan simbólico monumento sagrado. 
El primer trazado de las obras corrió a cargo de un misterioso personaje, al parecer de origen francés, al que se le menciona como "Maestro Martín", descubierto en unos documentos eclesiásticos a mediados del siglo pasado. El maestro posterior a este, Petrus Petri (o Pedro Picapiedra), de origen español, y también conocido como Pedro Pérez, que parece ser el responsable de la Capilla de la Santa Cruz de esa catedral, que albergó enseguida los restos de Alfonso VII y Sancho III, lo que más tarde se conocería como la Capilla de los Reyes Viejos, antes mencionada. Los últimos retoques fueron llevados a cabo por los maestros de la familia de origen flamenco, Egas Cueman, con apellidos y nombres castellanizados como los de Hanequín de Bruselas (hoy podría conocerse como el niño de la Jéinequen), que acaba con la Puerta de los Leones de esa catedral, finalizada por su sobrino Enrique Egas, que luego inició las obras de la Capilla Real de Granada. El coro se concibió desde un principio para que estuviera situado en medio de la nave central, sumado a la capilla Mayor, define el núcleo religioso de todo el conjunto monumental. La caja de resonancia que acompaña a las liturgias religiosas actuaría con unas vibraciones considerables dentro de aquellas 5 naves, sostenidas por 88 columnas y afinadas por las 72 bóvedas. La elección del emplazamiento para el futuro mausoleo de los Reyes Católicos en Granada se buscó desechando varios lugares; primero la Alhambra, que había sido consagrada en mayo de 1492 como iglesia catedral de la Encarnación. Tres años después, los monarcas decidieron sacar la catedral de ese espectacular complejo situado en una colina y bajarlo a sus pies, al antiguo barrio judío, el Realejo, que se había vaciado con la reciente expulsión de la comunidad hebrea de la península y estaba siendo repoblado por miembros de la nobleza castellana. Tampoco sería el espacio definitivo. En 1499, el todopoderoso cardenal Cisneros tomó posesión de la mezquita aljama de la ciudad granadina, convirtiéndola en devota de Santa María de la O, con bula del papa Alejandro VI (el más famoso de los Borgia) para autorizar el traslado. El encargo de su construcción fue en un principio para el mismo maestro de la Capilla Real, Enrique Egas, que primero tuvo orden de erigir el futuro mausoleo, con advocación a los dos santos Juanes más populares, el Bautista y el Evangelista. Leyendo un fragmento de la carta de privilegios de los reyes sobre esa real Capilla, se deja claro la voluntad de estos de reclamar la obligación de las autoridades eclesiásticas de concederles perpetua y constante ofrenda y oración: 

El resultado de las variaciones de los lugares escogidos para los santos sepulcros reales cambió, de manera inevitable, el futuro emplazamiento del mausoleo de la dinastía de los Habsburgo en España, los denominados como Austrias. Nos referimos a El Escorial; pero poco a poco, vayamos por partes y con minuciosidad, de lo contrario perderíamos el hilo narrativo que estamos construyendo para una perfecta comprensión del asunto. Esos movimientos de unos centenares de metros entre las ubicaciones de ambas ciudades, primero en Toledo, de unos 600 metros de desplazamiento hacia el Este; y en Granada, años después, de otros 600 metros desde la Alhambra hacia el Oeste, en este caso, hasta la Capilla Real. Emplazamientos que clavan los 300 kilómetros entre sí. Curioso. Puede parecer en un primer momento que hubieran movido ciertos engranajes unos escasos grados, más bien minutos y segundos, para calibrar algunos puntos de conexión.
La liturgia de la colocación de la primera puesta de piedra en la catedral granadina se produjo el 25 de Marzo de 1523, día de la Anunciación del Señor (hecho simbólico de vaticinio de gran divinidad), y llevado a cabo por el arzobispo rojas Manrique. De nuevo, se produce una inauguración de sede catedralicia, con proyecto de albergar restos reales, en tiempos de Gran Conjunción; a pesar de que el suceso, en su mayor acercamiento, se dio el 30 de Enero del siguiente año, 311 días después. Pareciera un tanto forzada la alusión a esa fecha, casi una órbita solar terrestre, pero no. Atendiendo a los ciclos de 40 años que estamos dilucidando con estos sutiles periodos de tiempo. Luego lo comprobaremos. El engranaje del cielo nos muestra aquí a un Venus Nuevo en Piscis, acompañando en la penumbra a la vecina Acuario, que estaba gestando con lentitud la magna conjunción de Saturno y Júpiter. La Luna en cuarto creciente pone en evidencia, otra vez, el constructo de Novilunio y Plenilunio del comienzo y fin de gran obra. 
Las variaciones de los encargados de las obras también supusieron un nuevo elemento en los diseños de esos futuros mausoleos, adaptando una vieja costumbre romana a la hora de venerar a los restos de la personalidad y señalarla de manera simbólica como elegida por la divinidad suprema. Para lograr estos fines en la que debería ser el nuevo mausoleo del Gran Emperador y sus descendientes en el lugar escogido, por fin, en la Nueva Toledo, Granada, Carlos V decidió que el responsable de ese proyecto y de la Capilla Real, de la saga de los Egas, carecía de los recursos artísticos suficientes para alcanzar su idea. Despojó a este de su cargo por haberse quedado anclado en los modelos medievales. Y el Emperador, buen conocedor de las nuevas ideas que se estaban realizando en los territorios italianos, decidió nombrar a un burgalés que acababa de llegar de esos lares con los nuevos conceptos renacentistas bajo el brazo y dispuesto a fusionarlas con las directrices que le marcaran. El escogido fue Diego de Siloé, un mago con las ideas renovadas. Este tuvo que adaptar el trazo construido, con la ya acabada Capilla Real. 
La idea simbólica del sueño político y religioso, de un solo rebaño y un solo pastor, la plasmó muy bien el secretario de cartas latinas de Carlos V, Alfonso de Valdés (y uno de los autores a los que se le atribuyen el "Lazarillo de Tormes"): 
"Cobrar el imperio de Constantinopla y la casa Santa de Jerusalén (el Santo Sepulcro) que por nuestros pecados tiene ocupada. Parece que , como de muchos está profetizado, debajo de este cristianísimo príncipe, todo el mundo reciba nuestra santa fe católica y se cumplan las palabras del Redentor: Fiet unum ovile et unus pastor." 

Sobre estos mimbres lo normal era que Siloé quisiera "emular" el Santo Sepulcro de Jerusalén, la supuesta tumba donde resucitó el Hijo de Dios, en una posible alusión a la restauración del cristianismo en el último reducto hereje peninsular... pero no. Nos parece que siguiendo las pistas de los cambios artísticos sugeridos por el entorno del nuevo Emperador de la cristiandad, ese que estaba conquistando nuevos mundos más allá de los océanos, necesitaba un mausoleo con las características que simbolizaban el interior de aquellos templos a la manera del Panteón de Agripa, el de Adriano (siglos más tarde convertido en el Castillo de Sant' Angello) o el mausoleo construido por Augusto para sus descendientes; ya que Carlos V creía haber alcanzado la majestuosidad y grandeza de esa lejana Roma Imperial. Asemejarse a aquellos emperadores a los que se les concedió, tras su muerte, el trato de "divus", que podía ser otorgado por el Senado romano o por el ejército; o por el contrario, se les sancionaba con el castigo de la ignominia en forma de "damnatio memoriae" (condena de la memoria) si se les considerara enemigos del Estado tras su muerte y se aplicaba el borrado de alusiones a su persona, ya sea en imágenes, construcciones o inscripciones, del que fueron ejemplo nombres como Calígula, Nerón o al malvado Cómodo, el de la película "Gladiator".

De manera parecida fue lo que quiso simbolizar el maestro burgalés, Siloé, con la cúpula del Altar Mayor de la Catedral de Granada, de planta centralizada, para resaltar el carácter funerario de las personas relevantes que debería haber allí, con los nichos en el espacio del presbiterio de ese templo que quedaban bajo una gran cúpula. El altar en el centro de la rotonda abierta, con la centralidad de la mesa de sacrificio indica cual fue el propósito de su diseñador, otorgar la luz solar al conjunto funerario a la manera de otras antiguas basílicas de planta circular como Santa María de Constanza, en Roma, el mausoleo de Diocleciano, en Split, o como no, el Santo Sepulcro de Jerusalén, ya mencionado. El soñado panteón de reyes de Carlos V quedó relegado a una nueva localización y los nichos, vacíos de cuerpos regios. Es este último lugar, uno de los más sagrados para la cristiandad, y emplazamiento de unión al engranaje temporal del constructo fundacional iniciado por los Reyes Católicos, sitos sus restos en el emplazamiento contiguo deseado por ellos, la Capilla Real ya vista.  

La fecha que conecta todo lo expuesto con el supuesto sepulcro donde se produjo la "anástasis" (resurrección) del Hijo de Dios es la del "Idus de Septembribus MLXXXVIII (del 1088) Ab Urbe Conditas", o lo que en cristiano se llama el 13 de Septiembre (otra vez, y van no se cuántas) del año 335, cuando Constantino, el Grande, inauguró y propició la consagración de la basílica que engloba el lugar donde se crucificó a Cristo (el Gólgota) y a pocos metros se "encontraron" (hecho atribuido a la madre de este emperador, Santa Elena) un pozo con varias cruces, y también, donde señalaron sus adeptos, que por tradición, sabían que debajo del templo a Venus que impuso Adriano en ese antiguo lugar de culto paleocristiano, se hallaba la a cripta que albergó por unas horas su cuerpo. Sobre esta cripta se construyó un edículo, templete destinado a contener reliquias o con función de tabernáculo, rodeado de una construcción circular bajo una cúpula abierta por la que la luz solar, simboliza y señala de nuevo, la procedencia divina de lo allí acontecido. 

Tres siglos más tarde, en el 614, se produjo la invasión de Jerusalén por parte del rey del Imperio Sasánida, Cosroes II, llevándose consigo la reliquia de la Vera Cruz. 14 años más tarde, en el 628, el emperador bizantino, Heraclio, recuperó la santa reliquia y él mismo cargó con ella al entrar en la Ciudad Santa en un simbólico día, el 14 de Septiembre, marcando de nuevo el 14 como símbolo de Resurrección, y a partir de esa fecha la Iglesia consagró ese día como el de la Exaltación de la Santa Cruz. El  juego del 13 y el 14 viene de tiempos pretéritos, pero el uso de esa nomenclatura en dichas dataciones parece indicar una sospecha de interpolación de textos en esos relatos siglos más tarde.


Tras una ajetreada vida de monarca imperial, y aquejado por insufribles dolores producidos por una enfermedad típica de los excesos alimenticios de los reyes, la gota, el magnánimo Carlos, decide poner fin a sus responsabilidades como gobernante a finales de 1555, y relevar sus funciones. Primero en su hijo Felipe, que ya había recibido pocos años atrás los títulos de Duque de Milán y Rey de Nápoles, que conllevaba, además, el de Rey de Jerusalén, sumada la de España, Flandes, Luxemburgo, el Franco Condado, los reinos insulares de Cerdeña y Sicilia, y todas las posesiones en América, que ya eran muy considerables. Su hermano Fernando, nacido y criado en España, fue el elegido para el título imperial, y el heredero del resto de posesiones centroeuropeas. Es este nuevo Emperador el que fuera el encargado de cumplir el sueño de su abuelo Maximiliano I y antecesor a su hermano: un monumento funerario de todos los ancestros de su familia, aunque algunos fueran inventados, del que no tenía aún el emplazamiento decidido. Ojo a este dato.

El proyecto comenzó a esculpirse desde 1502, implicando a los mejores artistas, encabezados por el gran Alberto Durero (Albrecht Dürer, en su pueblo). Muerto Maximiliano en 1519, se continúan elaborando las estatuas y su nieto y futuro emperador, Fernando I, establece el lugar del templo en Innsbruck, la capital del Tirol, construyendo la Hofkirche (Iglesia de la Corte), entre 1553 y 1563, aunque las últimas estatuas no se acabaron hasta 1555. Su cenotafio (tumba sin cuerpo) se alzaba en el centro, con Maximiliano I arrodillado, orante, y humilde, como nunca lo fue, y acompañado por las cuatro virtudes cardinales: la justicia, la templanza, la fortaleza y la sabiduría, de las que hizo gala en escasísimas ocasiones, rodeado por 28 de las 40 enormes estatuas de bronce proyectadas en un principio (28, como los casetones del panteón de Agripa, curioso), que no fueron doradas y se las conoció como los Schwarze Mander (hombres de negro). Custodios representantes de su familia y de lo más granado de la nobleza europea que se habían unido casi como una hierogamia, pues se creían elegidos por Dios, fueron allí plasmados: Fernando, el Católico, su hija Juana, la Loca, y el hijo de Maximiliano, Felipe, el Hermoso; así como el comandante de la primera cruzada y protector del Santo Sepulcro, Godofredo de Boullón, Clodoveo I, primer rey de los francos y convertido al cristianismo, Teodorico, el Grande, o el mismísimo rey Arturo de las leyendas del Grial. Todos rodeando la monumental reja de hierro que custodiaba al Emperador de la cristiandad, Este último complemento fue añadido en 1584. 

Esa reja forjada forma un simbolismo de vigía y guardia en continua adoración, un intento para el observador de aspirar detrás de los hierros a contemplar la cúpula celestial, pero sin pretenderlo, forjando (valga la redundancia) la sinfonía de coro armónico de estas obras; donde las piedras actuarían de bajos, sosteniendo esas verjas las voces de los barítonos, las delicadas vidrieras las más agudas, y las bóvedas desde la parte alta a los contraltos. Como decía el gran "mago" arquitectónico Bernini, "el arte está para hacer que todo sea fingido y parezca verdadero", o el arte de engañar al devoto, decimos nosotros, tras numerosas cortinas, y conducirlo a un estado de percepción adecuado a las pretensiones de los autores de la "trampa fingida". Cuando se apagaban las luces al entrar el pueblo en esta estancia, se encendía la vela que portaba Maximiliano, arrodillado en esa elevada posición, y a través de esas imponentes estatuas de los "hombres de negro" intimidaban a la población y les hacía sentir a los Habsburgo como enviados de Dios.

Hete aquí que volvemos a percibir de nuevo esa sutil huella de los engranajes temporales y las fechas de inicio y finalización de las obras entre los Habsburgo centroeuropeos y su rama española. La Hofkirche de Innsbruck comienza a construirse en 1553, de la mano de Fernando, el hermano de Carlos V, cuando este empezaba a buscar un monasterio para sus últimos días en un lugar concreto de España. Hasta esa fecha todo estaba preparado para que el panteón que se estaba ultimando en Granada, junto a la Capilla Real con sus padres y abuelos maternos, fuera la sede de su eterno reposo, pero no fue así. ¿Qué pasó? Una medición entre los lugares de la Hofkirche y la catedral granadina nos arrojan unas cifras de 899 millas náuticas, 1034 millas y 1665 kilómetros. Parece como si no acabaran de encajar por varios cientos de metros. Como si no hubiera salido bien la proporción exacta de números mágicos. Recordemos que en una anterior investigación nuestra, años ha, descubrimos que la milla árabe utilizada durante, al menos, la Alta Edad Media, tenía un valor de 1666 y 2/3 metros, y que se seguía utilizando en determinados círculos de geógrafos. 

El lugar, de la hasta hacia poco Granada musulmana, había sido escogido por los Reyes Católicos y entre sus poderosos nietos, suponemos, eligieron Innsbruck para, digamos, conectar sus linajes más allá de la unión parental. El emperador Carlos V escogió el monasterio de San Jerónimo de Yuste, en la Vera cacereña para su retiro. Aquí ya nos quedan Toledo y los restos de numerosos reyes castellanos de por medio, a parte del simbolismo de la ciudad en sí. Mucho más lejana en proporción queda la Hofkirche tirolesa, que de el convento de los jerónimos, en concreto a 1005 millas romanas (con una equivalencia redondeada de 1480 metros) y a 100,7 millas romanas respectivamente; justo 9,98 veces más la distancia de la catedral toledana. No llega a 10 por poco. En una visita de Felipe II al monasterio del retiro de su padre debió de recibir las instrucciones necesarias para encontrar esa proporción divina del "10" entre los reales mausoleos. La utilización de las millas romanas aquí no es caprichosa, nos ayuda a mostrar esas distancias para lograr la unión de la religión cristiana católica y romana. Había que buscar la proporción del "10" perfecta. 


La prueba de fuego del recién estrenado monarca de las Españas, Felipe II, la tuvo un año después de su llegada al trono, en tierras galas, contra el ejército del rey francés, Enrique II, en una jugada maestra por parte de la alianza de los ejércitos comandados po r  el, a partir de esa fecha, "rey Prudente",  que masacraron a las tropas enemigas el 10 de Agosto de 1557 y mantuvieron a raya las pretensiones de expansión de Francia en Europa durante casi un siglo. Ese día era el de San Lorenzo, santo vinculado con la custodia del Santo Grial y martirizado por la defensa de las posesiones de la Iglesia en Roma, allá por el 258. Y esa fue una jornada de plenilunio en Acuario, con un Venus lleno en su totalidad y con el "interlocutor" de los dioses con los mortales, Hermes/Mercurio, en su fase nueva, y por tanto, en el momento de máxima cercanía con nuestro mundo, y ambas estrellas errantes de la mano del Sol, el "Laureado", el "Laurentius", el Lorenzo castellano, surcando los cielos del León. Ajustando los engranajes cabalísticos la fecha escogida para la batalla fue del día número 222 del año.
Tamaña empresa triunfadora utilizada como propaganda para el nuevo rey, hizo que los vientos soplaran a favor de la construcción del monumental enclave de poder que tenía como encargo, cuasi divino, el colocar la pieza correspondiente a esa supuesta clave de bóveda gigantesca que sujetara y accionara, de una manera esotérica, todos esos engranajes realizados y rectificados por sus abuelos, padre y tío (sus "magos", se entiende). Ya tenía, Felipe, la excusa perfecta para financiar el enorme proyecto y "darle sentido" a las ingentes cantidades de oro y plata que hacían falta para llevarlo a cabo. Con el mismo aparente sentido que le hemos dado y encontrado al seguir las miguitas de pan histórico-simbólicas que dejaron los cronistas de la época, siempre atentos de envolver en hipérboles las virtudes de sus amos, pero dejando las aperturas justas en sus líneas para que podamos entrever ese fino hilo del que tirar. Ejemplo es el documento de petición en nombre del Rey al Prior de San Bartolomé de Lupiana datada del 16 de Abril de 1561: 
"Que en reconocimiento de la victoria que Nuestro Señor fue servido darme el día de Sant Laurencio el año 1557, tengo determinado de edificar y dotar un monasterio, donde se le hagan continuas gracias por ellas, y sacrificios y oraciones por las ánimas del Emperador y la Emperatriz, mis señores padres, que hayan santa gloria, y a la mía." 
Tan sólo faltaba encontrar el lugar adecuado. Tan sólo...
Así como su abuelo Maximiliano y su padre contaron durante algún tiempo con la ayuda de expertos en ocultismo como Cornelio Agrippa, Felipe también supo rodearse de lo más granado de eruditos en nigromancia, eso sí, guardando las formas de cara a la población, ya que cuesta mucho creer que instituciones de carácter represivo como la Santa Inquisición no estuvieran al tanto de las "fechorías herejes" de todos estos monarcas, sus extrañas adoraciones o sus pretensiones de divinización. El beneficio que se les aportaba era mucho mayor que cualquier reproche; al margen de que pertenecían al mismo sistema de control y opresión. Los monjes de la Orden de los jerónimos, sin ir más lejos, fueron los custodios de casi todos los proyectos destinados a mausoleos reales desde los Reyes Católicos, y sus formalizaciones en los cambios de lugar de los mismos. Por eso decimos que a otro ratón con ese queso.   Si Salomón recibió las órdenes de las medidas más exactas y las proporciones más precisas emanadas del mismo Yahvé, para la construcción del Templo de Jerusalén, Felipe, en su pretendida encarnación del hijo de David, no debería ser menos, en la localización y elaboración del nuevo axis mundi, o nuevo eje sagrado del mundo cristiano. Ese punto que le permitiera a él, a sus antecesores y a su real descendencia transmitir los poderes otorgados por la divinidad y establecer una unión con lo sagrado. En otras palabras, ser el depositario terrenal de la voluntad  de poder proveniente de los cielos. Pero antes deberían ser "emanadas" las medidas exactas para la localización del conjunto monumental. Esas cifras, según le aconsejarían sus eruditos en cábala, deberían transmitir la comunicación con Dios en forma del correcto "Número" y la exacta "Proporción". Desde este punto de vista, el Templo de Salomón serviría de modelo simbólico, no exacto en las mismas proporciones. Desde el punto de vista requerido en la figura de Felipe II se podría concebir el nuevo templo como su particular búsqueda griálica. Un centro del mundo fabricado por el rey-constructor. 
Para el reconocimiento del lugar exacto, el rey, formó una comisión de sabios con filósofos, arquitectos y canteros expertos en el arte de edificar. Una larga búsqueda "por más de tres años", según escribió fray Juan de Jerónimo, personaje protagonista presencial de los hechos, primero, desde el monasterio de Guisando y, después, en El Escorial, sobre la ubicación idónea del mágico enclave. Oficialmente se relató que el rey anduvo dudando sobre diferentes emplazamientos a un lado y otro de los entornos de Madrid, donde trasladó por esas fechas la capital del Reino. Entre ellos se contaron los lugares del Real de Manzanares, Aranjuez e incluso en los arrabales de Segovia, pero podemos estar seguros con los datos en la mano de que el hijo del Emperador Carlos no perdió su preciado tiempo por esos sectores. La guía la tenía marcada desde el Sur, desde el mausoleo de sus abuelos y bisabuelos, los Católicos, en la Capilla Real de Granada, subiendo dirección Norte con un desvío hacia Poniente de 7 grados, alineando la Catedral de Toledo hacia un espacio, o franja, a unas 14 o 15 leguas en esa dirección que tuviera esa proporción de "10" veces la distancia entre la tumba provisional de su padre, en Yuste, y el mausoleo de su abuelo Maximiliano con sus "hombres de negro", en Innsbruck. 

Fue el día 30 de Noviembre de 1561, día de San Andrés, cuando se produce la visita a una posible zona elegida por un grupo de monjes jerónimos entre los que se encontraban los priores de Zamora y Madrid, el vicario del monasterio de Guisando, junto con Juan Bautista de Toledo y el secretario real, Pedro de Hoyos, para dar el visto bueno sobre las posibilidades efectivas del terreno. Durante la visita se documentó un suceso que haría comenzar la leyenda de sello del infierno sobre dicho enclave. En la subida al lugar comienza a levantarse un viento enfurecido que arranca parte de la cerca de una plantación de viñas y golpea en los rostros de los personajes en cuestión. Lo tomaron como un presagio, según nos relata el monje jerónimo Sigüenza:
"Los religiosos y siervos de Dios, entendiendo estos designios, o los sospecharon como gente experimentada en estos combates, animaron a los que iban con ellos y el santo fray Juan del Colmenar, que iba como capitán o adalid de este escuadrón, dijo en alta voz a todos los que iban con él: «Esta tempestad despierta el demonio para que desmayemos o para engañarnos, mas no ha de sacar de ella ningún fruto; pasemos adelante y no hagamos caso de su malicia.»"Este relato de los hechos, se produjera o no, fue trasladado al monarca y a su entorno y utilizado como una proclama propagandística para otorgar al lugar la fama de una especie de puerta del infierno, escogida por "el Maligno" para arrojar todo tipo de demonios de su reino y propiciar infinidad de males a la humanidad. En este caso, a los súbditos de una gran nación, cuyo magnánimo rey, es "llamado" por Dios Todopoderoso, en virtud de la divina providencia, para sellarla, por vía de una gran construcción de orden católico que dotara al mundo de una enorme jaula de piedra, oraciones continuas y miles de trozos de reliquias de santos mediante, y con las catacumbas reales conteniendo los cuerpos, casi divinizados, bajo el Altar Mayor, que lograrán sellar el paso y contener la furia desatada por el Príncipe de las Tinieblas. Esa descomunal ira de Satán era provocada por la lucha de la monarquía hispánica desde que sumaron sus reinos al servicio de la unión de la cristiandad y la defensa a ultranza de la religión católica. Esos vientos y torbellinos desatados por el mal, en apariencia, no consiguieron desmayar ni entristecer los ánimos del proyecto, sino todo lo contrario. 

En la siguiente Semana Santa, la de 1562, el rey se trasladó al monasterio de San Jerónimo de Guisando. Allí se reunió con el Gran Duque de Alba, Fernando Álvarez de Toledo, Mayordomo Mayor tanto de su padre como suyo; junto al sobrino de este y Prior de la encomienda de la Orden de San Juan de Jerusalén en León, Antonio de Toledo, a la par que consejero de la corte; y demás nobles grandes de España y otros caballeros. Su Arquitecto mayor, Juan Bautista de Toledo, presentó el proyecto ante tan distinguidas personas en un particular escenario. El monasterio se encuentra mirando hacia las 4 figuras de los conocidos como los Toros de Guisando, 4 figuras zoomorfas, que en principio fueron 5, de más que posible origen vetón, antiguos pobladores de costumbres celtíberas de la zona. Los animales representados, e idolatrados, aún conservados aunque se cree que en lugar diferente a su emplazamiento original, son toros creados desde los siglos IV o III antes de Cristo. Ese animal de culto ancestral en las civilizaciones del entorno mediterráneo y denominador común en sus mitologías. Los morlacos de piedra, junto a la que figuraba la conocida como Venta Juradera, dicen voces acreditadas que están posicionados hacia el "Poniente brumario", lo que sería el lugar por donde se oculta el Sol en invierno. Lo cierto es que en los amaneceres de la segunda semana de Abril y los últimos de Agosto y primeros de Septiembre, el Astro Rey, se alinea para iluminar conjuntamente a los toros sagrados y al monasterio situado en la falda del cerro de Guisando. Esto es, simbólicamente, que los toros milenarios de Guisando mirarían hacia la muerte del día durante las jornadas menos luminosas y desde el monasterio observarían la resurrección del Sol alineada con este conjunto de figuras.

"Estuvo el piadoso Príncipe recogido aquellos días santos, hasta el segundo día de Pascua de Resurrección, en mucha oración y meditación, rogando a Dios conservase sus estados en su santa fe y obediencia de la Iglesia."
Felipe II era un habitual de ese monasterio de los jerónimos, en esas fechas de tanto recogimiento, donde también le gustaba encerrarse en soledad y dedicarse a la lectura y al estudio. Se cuenta que uno de los libros devorados por el monarca fue "El Sueño de Polifilo", misteriosa publicación aparecida en la Venecia de 1499, que es la narración de un viaje iniciático de forma onírica (en sueños) donde el protagonista recorre de manera alegórica regiones y construcciones de la antigüedad, tratando de unir el pasado con la vida presente, a través de jardines laberínticos junto a su amada ideal, Polia, una amante encarnada por la sabiduría, al estilo de las Beatrice o Laura de los Dante y Petrarca. Como buen seguidor de Polifilo,"amante de Polia" o múltiples, y a lo que nos refiere el nombre, esto es, a muchos saberes y varios conocimientos, el rey (deducimos), se prepara en esos mágicos días para su propio viaje iniciático que lo lleve a culminar los saberes de sus ancestros en una magna construcción en su tiempo presente, tal y como nos cuenta el monje relator:  "Todo parece que se lo otorgó Nuestro Señor, hablándole muchas veces solo en aquellas cuevas y ermitas donde sabía que tantos siervos de Dios habían habitado y recibía con aquella memoria mucho consuelo, porque de su natural era inclinado a las cosas de piedad y religión."
Y con las pilas cargadas de las sacralizaciones pertinentes en esas cuevas austeras nos sigue contando Sigüenza que, "con estas buenas prevenciones partió de allí y vino a este sitio de El Escorial." Narra que lo acompañaron en la visita oficial el sufrido Vicario del monasterio de Guisando, junto a fray Juan de San Jerónimo, del que nos señala que es "aplicado a las cosas de dibujo y trazas, y tuvo el libro de la razón", y fray Miguel de la Cruz, el encargado de administrar los tiempos y los recursos necesarios. De la visita por sus dehesas elegidas para su gran proyecto, Felipe marchó hacia Madrid y dejó allí a los tres jerónimos, en una estrecha casucha de un aldeano rodeados de vida miserable, de cuyo testimonio se acrecentará el misterio sobre el lugar y su oscuro y lúgubre pasado. Años después, el monje Sigüenza lo describió de tal manera: 
"No había, en toda esta aldea, casa con ventana ni chimenea: la luz, el humo, las bestias y los hombres, todos tenían una puerta, donde se verificaba bien lo del poeta cuando pinta el tiempo que moraban en la tierra honestidad y vergüenza, que llama Reino de Saturno, y los hombres y las bestias tenían un común aposento en las cuevas y en las chozas, y las mujeres componían las camas de hojas de árboles, ramos y pieles de sus ganados."Parecía sacado de una fábula o un cuento mítico clásico con alusiones a otro tiempo o era, a la de la Edad de Oro y al rey de los Dioses, Saturno, que trataba de relacionar el lugar con enclaves esotéricos de otras etapas. Acercándolas al tiempo presente para utilizarlas en favor de los intereses del monarca, el rey más importante de su época y para su causa e unión religiosa. Ya vimos como a unas cuantas leguas de allí, la presencia frente a los pétreos Toros de Guisando, aún era utilizada por las castas dominantes para sus juramentos a modo de sacralización del evento. ¿Pero qué existía en ese entorno, a parte de la proporción encontrada en la distancia entre la morada de los restos del Emperador Carlos, elegida por este último, y el gran mausoleo de los Habsburgo que se estaba ultimando allá por el Tirol?  

 Allí reinaba en el paisaje el monte Abantos, lugar de culto pagano desde tiempos inmemoriales, como la zona en sí, de tradiciones mágicas que el sincretismo cristiano transformó en apariciones marianas, como muestran las pequeñas ermitas que abren el enclave por el Sur: la de la Virgen de Gracia y la de Nuestra Señora de Herrería. También una pequeña población llamada El Escorial, debido al nombre recibido de los restos de escoria, producto de la combustión de carbón realizada para el tratamiento de los metales de una herrería sita en la aldea; con relatos de extrañas procesiones de los herreros a lo alto del monte Abantos, que son muy adecuados para ilustrar y velar las elaboraciones futuras que se darán años después. El antiguo culto del dios celta Lugh, asociado a una divinidad de carácter solar, como Apolo, aunque los romanos reconocieron en él a Mercurio, por ser maestro de todas las habilidades y artes. Se aprecia con estas particularidades una antigua tradición de la zona, arraigada desde la época de los vetones prerromanos. En otras zonas celtas se la conocía como el "Lughnasadh", las bodas de esa divinidad o como las tres noches de Lugh, que coincidían con los primeros días de Agosto y la lluvia de estrellas conocida como las Perseidas, se transformaron en "Saint Laurent", por tierras galas, nuestro San Lorenzo... vaya.

Lo que más llama la atención del entorno son dos altares de sacrificio megalíticos de origen vetón, como los adorados toros, datados del siglo V antes de nuestra era. Al menos uno corresponde a esa época. Decimos esto porque el altar que se conoce 
hoy como la Silla de Felipe II, no hace más de un siglo, no quedando evidencia anterior de ella, está reconstruida y pulimentada desde finales del siglo XIX para recrear ese mito sobre el monarca. Ahora se tiene constancia que fue fotografiada en su estado anterior a la restauración de ese tiempo. La mejor conservada es la ubicada en el Canto de Castrejón, y menos famosa, con epígrafes tallados en la roca de diferentes monarcas españoles en distintas épocas. La primera, de tiempos del mismo Felipe, el Prudente, dedicada a su hijo, Felipe III, donde menciona que el joven príncipe dio sus primeros tiros con un arcabuz; una segunda fechada en 1803, con Carlos IV; y la tercera fechada entorno al 1855 de una joven Isabel II.


Continuará en "Los Reyes del Tiempo (Expositio) Capítulo 2. IUS LOCO (El lugar correcto).
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