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martes, 14 de julio de 2020

LAS MEDIDAS UIVERSALES DE LUCIFER (II) En busca del Metro Perdido


LAS MEDIDAS UNIVERSALES DE LUCIFER (II) (febrero de 2020)







EN BUSCA DEL METRO PERDIDO



“En el corazón de quien la ve (la Gran Pirámide),
brota el deseo de comprender su mensaje”

                                                   Fajr el-Din el-Harab el-Masri (1257)



Siguiendo la investigación de las raíces del “metro” nos toparemos con un peculiar monumento del cual se desconoce, con total certeza, su verdadera utilidad. Ha sido objeto de los mayores estudios, tanto por investigaciones extranjeras promovidas por estados y manos y sociedades privadas (y discretas). Estas fueron realizadas por los sabios y sacerdotes de diferentes civilizaciones que la utilizaron como modelo de medición. Mientras aquellos poderosos aprovechaban una fuente de sabiduría que se pierde en el pasado, oscureciendo a la población con cosmogonías bastante simples que eran muy fácilmente aceptadas por personas que, mayoritariamente, no viajaban grandes distancia a lo largo de su vida.

Quién sabe si ese monumento, y su conjunto, del que se suceden réplicas en todo el mundo antiguo más o menos acertadas, fuese la gran construcción original, o es una réplica de otra mayor y anterior en el tiempo. Aquí estamos entrando en materia un tanto especulativa, pero creo que podemos tomarnos una pequeña licencia a tenor de los hechos históricos documentados que veremos a continuación. Aventuras geográficas que desvelan la búsqueda más precisa y exacta por dominar esas “medidas mágicas”. Distancias y medidas que se esconden tras obeliscos, centros astronómicos, expediciones exóticas, criptas y… como no, la Gran Pirámide a la que estamos haciendo referencia.



Me resulta curioso como las civilizaciones y culturas del entorno contemporáneo egipcio e inmediatamente posterior a la civilización de los faraones, apenas “hablan” de ese conjunto megalítico de la meseta de Gizah. Desde los enigmáticos fenicios, los poderosos persas y asirios, y los amantes de la ciencia, griegos y romanos, pasan por alto las extraordinarias medidas de la Gran Pirámide. Recordar que en la antigüedad estaba recubierta de una espectacular piedra caliza blanca que la hacía mucho más llamativa. Puede que la explicación esté en esa “ausencia controlada” del gran monumento en libros sagrados como la Torah hebrea (donde ni tan siquiera se la menciona) o una minusvaloración “extraña” de los textos que nos han llegado de los historiadores y geógrafos grecorromanos. Obras “hábilmente” copiadas por aquellos mismos que velaron las medidas de la Tierra durante tantos siglos.

Según Olympiodoro de Tebas, poeta, historiador y presunto alquimista del imperio romano en el siglo V d. de C.: “Era costumbre entre los antiguos OCULTAR LA VERDAD y las cosas totalmente evidentes para los hombres mediante alegorías y el lenguaje artístico de los filósofos. En efecto, no sólo se han mantenido en la oscuridad estas artes honorables y filosóficas, por su exposición oscura y tenebrosa, sino que han reemplazado términos comunes por otros términos como ocurre cuando se trueca lo que está sujeto, por la que está en el sujeto”. Buena declaración de lo acaecido en las “versiones históricas oficiales” y sus fábricas de velos y cortinas. Intentaremos obviar toda alusión a la poco recomendable new age, la mucho menos teosofía, pseudoastrología y astroteología, que ensucian todavía más, cualquier hipótesis bien encaminada.




Comenzaremos la “búsqueda del metro” a partir de la Alta Edad Media. Viajaremos a la China imperial del siglo VIII de nuestra era. Un emperador de la dinastía TANG, XUANGZONG, puso en marcha un antiguo proyecto de un antecesor suyo unos cien años atrás. Se trataba de medir las distancias de su vasto imperio de manera correcta. El emperador YANGDI propuso alrededor del año 600 d. C. medir las sombras del Sol a las autoridades locales de sus dominios, proyecto que se truncó con su muerte. ¿De dónde le vendría la idea de medir las sombras? XUANGXONG, encargó al matemático y astrónomo YI CHING (683-727) la mayor medición de terreno conocida hasta la fecha (721-724). Desde el centro del actual Vietnam (latitud 17º) hasta Hele, actual Mongolia (latitud 51º). Se estiman entre 11 y 20 estaciones de medición. Se realizaron tres mediciones en cada una de ellas: la altura de la estrella Polar, la medición de las sombras durante los solsticios y otro tanto durante los equinoccios. El grado de meridiano se estableció en 351 li y 80 bu. Y es aquí donde volvemos al problema de la medida y sus valores, como el estadio. El “LI” era una medida muy variable. Entre los 400 hasta los 600 metros, aproximadamente. Investigaciones diferentes estiman el cálculo del grado por encima de los 123 kilómetros. Demasiado error.


Vuelve a parecer extraño que una medición tan extensa y llevada a cabo por este astrónomo fuera tan imprecisa. Estamos hablando del tipo que realizó un complejísimo calendario a través de una minuciosa medición de estrellas y planetas. Utilizó el método de interpolación cuadrática para hacer correcciones en las observaciones y precisó la predicción de eclipses (otra cosa es que le aceptaran tanto cambio, la ortodoxia es lo que tiene). Este convertido monje budista realizó mediciones sobre el movimiento real del Sol y su variabilidad de la velocidad en la elíptica. Todas esas medidas hicieron al calendario DAN YAN mucho más preciso que los anteriores. Otro hallazgo suyo fue la observación de lo que ahora se conoce como “movimiento estelar adecuado”. Esto es, las estrellas que están más lejos se mueven más lentas que las estrellas cercanas. Esta es una  apreciación que no estaba al alcance en su época.



Hacemos este pequeño resumen de su obra para tener una idea de que no pudo errar tanto alguien que se anticipó un milenio a observaciones realizadas por Edmund Halley (el del cometa), por ejemplo. Pero no ocurre nada, el tiempo lo cura todo, y para eso está la inestimable ayuda de un misionero de la Compañía de Jesús (sí, sí, un jesuita) que convenció de manera altruista (faltaría más en tan oscuros personajes) al emperador chino, KANG XI, allá por principios del siglo XVIII, de establecer la unidad de medida en un grado de meridiano. El jesuita fue el belga Antoine Thomas. En 1702 comenzaron a erigirse multitud de gnómones en la planicie al sur de Beijing. El resultado de las observaciones fueron de 195 li y 6 bu (de la época, claro). Elaboraron una barra de 5 chi (medida inferior al bu) que se convirtió en el “paso imperial”. Eso sí, el emperador le supo bien redondear la cifra del grado de meridiano a 200 li (el redondeo, recuerden, siempre el redondeo), que para eso poseía ese derecho de establecer las medidas según su conveniencia. Se adelantaron casi un siglo a Europa…¿por sugerencia de quiénes? Sí, de los hombres de negro. Puede estimarse ese redondeo de los 200 li en 555,555…metros por li, que serían 111,111…kilómetros de grado “oficial redondeado”. Cabe decir que el gobierno de KANG XI estuvo copado por asesores jesuitas. Muy probablemente estuvieron “probando medidas” (elucubración mía).










XI’AN o CHANG’AN, era el principio y el fin de la famosa “Ruta de la Seda”, que conectaba Europa con el Extremo Oriente desde tiempos de la República Romana, “oficialmente”, siglo I a. de C. Por lo tanto, conectaban las avanzadas matemáticas de China e India con la Alejandría Ptolemaica, heredera de la cultura helénica. Y entre esos dos mundos; Oriente Medio, donde bebían de ambas fuentes. En un extremo de la ruta la influencia de las pirámides de Gizah, de tiempos inmemoriales. Al otro lado, el conjunto de las poco conocidas pirámides chinas, algunas de ellas enormes, como la “Gran Pirámide Blanca”, cerca de XI’AN. Muchas de estas construcciones se encuentran en las llanuras de QUIN CHUAN, en un radio de 100 kilómetros alrededor de la antigua capital china. La más antigua se estima en el siglo III a. de C. La falta de datos, hasta ahora, fiables métricamente tan sólo nos puede servir para “juntar” geográficamente la medición del arco de meridiano como medida de longitud y pirámides. No hay datos históricos si utilizaron esos monumentos de tierra prensada para esas mediciones. Tampoco esa medida de arco duró demasiado tiempo. A destacar la forma aproximadamente piramidal de los observatorios astronómicos como el de Gaocheng, donde se puede observar un curioso gnomon en forma de caduceo.




Unos 100 años después de las mediciones del gran YI CHING, nos trasladamos hasta el califa Al-Mamún, el hijo del protagonista de las 1000 y una noches, para ponernos em situación, el califa HARUN AL-RASHID.


Este monarca de los Abasidas de Bagdad, siguió la estela cultural y de investigación científica de su padre. Se encontraba a medio camino de esa ruta comercial y todo indica que acumuló saberes de una y otra parte del “mundo conocido”.

La Casa de la Sabiduría"



ABU YAFAR AL-MA’MUN’ (Al-Mamún, para los amigos)(786-833) consiguió todo tipo de material de conocimiento, por lo civil o por lo penal. Donaciones en pago de impuestos, o por la fuerza, con entregas de bibliotecas incluidas. Este hecho se acerca más al sentido común histórico que la quema indiscriminada de grandes bibliotecas en todo el mundo. Un tratado con el emperador Bizantino, Miguel II, le hizo “adquirir” una importante cantidad de obras científicas, heredadas muchas de la Alejandría greco-latina. Las hizo traducir todas al árabe. La obra completa, y no del todo adulterada, de Aristóteles y otra de vital importancia para la medición de la Tierra, la “Sintaxis” de Claudio Ptolomeo, a partir de la traducción en árabe conocida como “Almagesto”. Todo ello propició la creación de la BAIT AL-HÍKMA, (La Casa de la Sabiduría) en Bagdad. En ella se salvaguardaron la mayor parte del pensamiento clásico, para luego volver a ser “copiados” y debidamente traducidos en los monasterios de la cristiandad. Más tarde ampliamente divulgados en el Renacimiento a través de la imprenta.

El "butrón" de Al-Mamún en la Gran Pirámide

A partir de aquí, el califa Al-Mamún, se obsesionó con descubrir los secretos de la Gran Pirámide. Hacia el 820 consiguió abrir una entrada. La historia es bien curiosa. Tanto cronistas griegos, como romanos, hablaban de una entrada a un pasadizo descendiente a través de una piedra giratoria que daba a un foso subterráneo. Este monumento cayó en el olvido y en el transcurso del tiempo se olvidó la entrada a esta (vuelven las cortinas) sita en la cara norte de la pirámide. Al parecer, el califa y su equipo de sabios, encontraron algo en esos documentos incorporados a su “Casa de la Sabiduría” que los llevaron a agujerear las enormes rocas que se apilaban en su oscuro camino. Todo parece indicar una gran iniciación en este proyecto. No da la impresión que fuera a aventurarse sin rumbo fijo por un pasillo hecho improvisadamente en un lugar al azar, como así indican las crónicas. Su equipo de arquitectos , ingenieros y lapidarios perforaron hasta 30 metros dentro de la enorme CRIPTA piramidal (aportar luz al conocimiento perdido). No encontraban nada y de repente se “obró el milagro”. El estruendo de una roca al precipitarse al otro lado del túnel creado. Excavaron la pared en dirección al sonido del otro lado y encontraron un estrecho pasaje de 1,07 metros de alto, por 1,2 metros de atura. Ese pasillo daba a la entrada original, que quedaba a 10 hiladas de piedra más arriba de lo que calcularon. De vuelta sobre sus pasos sólo encontraban diferentes pasajes angostos que se cerraban y sólo conducían a un foso de suelo desigual (pruebas iniciáticas).

La Cámara del Rey



Los asombrosos tesoros, las piezas de cristal que se doblaban sin daños y las armas que jamás se oxidaban, sólo eran leyenda. La piedra triangular que se escuchó caer parecía indicar otro pasadizo que ascendía por el interior de la pirámide. Con mucha dificultad avanzaron hasta lo que se conoce como la “Cámara de la Reina”, una sala trapezoidal de 10 codos reales (5,236 metros) de norte-sur, de 11 codos reales (5,76 metros) de este-oeste y una altura máxima de 12 codos reales. De estas medidas y formas tomarían buena nota, o ya las llevaban aprendidas, Al-Mamún y los suyos. Ese paso hacia la Gran Galería ascendente llevaba hasta la “Cámara del Rey”. Auténtica CRIPTA DEL CONOCIMIENTO en cuanto a las medidas que se plantean en esa sala, con su “sarcófago de piedra” en el fondo. Más tarde iremos a esas medidas-patrones que esconde esta cripta. Parece que los únicos que no esperaban encontrar tesoros exóticos fueron el califa y sus medidores.




Esa piedra triangular desprendida, que cayó y su estruendo marcó el camino a seguir recuerda mucho a la esmeralda de la frente de Lucifer, que una vez arrojado del paraíso le fue arrebatada para desprenderle de su poder. Esa piedra puede simbolizar la comunicación entre el mundo de los vivos con el paraíso y el inframundo. La perversa tentación de la magia disfrazada de luz, de aquella esmeralda tallada en “72” facetas (¡oh, cielos!) en el momento de su rebelión con Dios.



Según el testimonio de IBN ABD ALHOKIM, un musulmán que habló sobre las maravillas de Egipto: “que después de Al-Mamún, encontraron en ella (la pirámide), hacia la parte superior una cámara, con una piedra hueca, en la que había una estatua de un hombre, sobre el cual había una placa en el pecho de oro decorada con joyas. Sobre la placa, colocada una espada de incalculable valor, en su cabeza un carbunclo (rubí) del tamaño de un huevo, brillando como la luz del día y con inscripciones impresas que nadie entendía”. Leyendas…

Al-Mamún hizo tomar como medida la base de la pirámide dividida por 400 y que dio paso a “su” CODO ÁRABE0.576 metros. Oficialmente se le atribuye como “codo negro” y una correspondencia de 0,54 metros, pero esos datos no son coincidentes con las medidas utilizadas en base a ese dato, como veremos. Los griegos lo dividieron por 500 para el suyo. Conociendo la base media de la pirámide, 230,363 metros, podemos observar la multiplicidad de las antiguas medidas árabes creadas por este califa. Véase la GHALWAH, con 720 pies equivalentes a 230,4 metros (la base de la pirámide); la PASARANGA o liga, igual a 1.000 codos árabes que son 5,76 kilómetros; el BARID de 4 PASARANGAS, como las 4 millas por legua marina, equivalentes a 23,0363 kilómetros o 100 veces el perímetro de la base del monumento; y su doble, el de 46,072 HARHALAH kilómetros. Pero lo cierto es que a este granuja histórico de Al-Mamún no le hizo falta medir las bases de la pirámide, sumo un codo real más a los 10 codos reales (5,236 metros) y con 11 (5,76 metros) estandarizó sus nuevas medidas y, de paso le puso la cortinilla a su “codo”, que fraccionado en 10 partes resultaría 0,576 metros. Recordemos que no existía el metro aún, aparentemente, claro.



Tras las comprobaciones IN SITU de los estudios realizados, retornaron a Bagdad a experimentar con esas distancias logradas. Volvemos a cubrir de velos históricos y de cifras aparentes al más puro estilo “Eratóstenes”. No sabemos con certeza cual de estas historias sería la cierta, probablemente ninguna. Procedieron a medir su grado de arco y a establecer su valor como medida de longitud. Lo que sería la milla árabe. Pero, ¿cómo lo hicieron?


El astrónomo y geógrafo AL-FARGHANI (800-870), conocido en occidente como Alfraganus, participó en el proyecto, creador este del gran Nilómetro de Egipto. También participó el matemático AL-KHWARIZMI, Al-Juarismi, en occidente. El innovador erudito que a través del álgebra demostró como resolver ecuaciones cuadráticas complementando el cuadrado. Y otros destacados científicos del mundo árabe. Decimos esto antes de explicar los métodos de medición sencillos y poco convencionales que nos han llegado hasta nuestros días.

Una medida, cuentan que la hicieron, en el desierto de Sinjar. Los sabios se dividieron en dos grupos desde un punto central. Viajaron en línea recta unos en dirección norte y otros, lo mismo, en dirección sur. Midieron hasta el punto que observaron un grado de arco de meridiano. Regresaron al punto de partida y el resultado fue de 56 millas en una dirección y 56 2/3 en la otra. Por alguna extraña razón se eligió la medida mayor, la de 56,666 millas, dando un resultado de 40.748 kilómetros de perímetro terrestre. Entre 360º equivale a 111,8 kilómetros por grado. Por lo tanto, ese supuesto valor que sería de 1.973 metros para la nueva milla árabe, aproximadamente. Su medida “precisa” no se sabe con certeza y se baraja entre 1,8 y 2 kilómetros.


Algraganus, medidor de elementos

Otra historia relata la medición entre dos pilares con una diferencia de un grado de meridiano en dirección norte-sur mediante clavijas de mira en un desierto plano. Se dedujeron 4.000 codos en una milla. El problema del relato es que se duda de la medida del codo utilizada. Se tiene a bien otorgar 1.995 metros a la “milla alfragana” (por Alfraganus), o 1925 según el codo de Al-Mamún.

La siguiente narración implica al matemático Al-Juarismi en colaboración con los hermanos BANU-MUSA. Los sitúa entre el Éufrates y el Tigris, dos de los ríos del Jardín del Edén bíblico, en el desierto del Sinjar, Irak. En este lugar, estos afamados eruditos de la historia científica, “tomaron una soga enorme “ y la desplegaron de un extremo a otro del mismo meridiano. Calcularon donde se veía la estrella Polar con un grado de diferencia. Repitieron el proceso varias veces. Es obvio que este experimento no se realizó de esta manera. La soga o “cuerda” hace una clara alusión a  la figura geométrica utilizada en trigonometría. Ahí sí que se movían bien cuadrando distancias geodésicas. Y de ahí que de una manera u otra acertaran bastante el perímetro del planeta. La lectura simbólica nos hace ver a la “cuerda” como la “escala” hacia la magia, ese acceso al ocultismo. La estrella Polar señala la búsqueda de las respuestas.



Y por último, la medición entre las dos ciudades de Tidmur (Palmyra) y Raqqa, en Siria. Cuentan que entre las ciudades había un grado de latitud y estaban en el mismo meridiano. Ni es cierta una cosa ni la otra. Entre las dos ciudades dista más de un grado de latitud, unos 166 kilómetros, más de grado y medio, y casi un grado de longitud de meridiano de diferencia. De esta medición se cuenta que resultaron 66 2/3 (66,666…) millas por grado a una circunferencia de 24.000 millas de perímetro. Ese cantidad de millas las dividimos entre 360º y nos da la luciferina cifra de 66,666… millas por grado. Nos daría un minuto de arco igual a 1.677 metros para los 111,8 kilómetros por grado que “deducen” que les salió o 1,666… metros para los 111,111… kilómetros.

¿Cuál es la verdadera milla árabe? Veamos este texto de LIVIO STECCHINI (1913-1979), profesor de historia antigua: “Mi conclusión es que las operaciones ordenadas por Al-Mamún no proporcionan un dato diferente a la de 75 millas romanas por grado. El propósito de estas era verificar las operaciones de los antiguos, las cuales encontraron correctas. Ni un solo escritor encontró discrepancias entre los datos de Al-Mamún y hasta cierto punto, las 75 millas por grado. La incertidumbre sobre si la cifra de Al-Mamún era 56, 56 2/3 y 57 millas refleja el hecho que simplemente confirmó los datos ya conocidos. Como he dicho, algunos atribuyeron el cálculo realizado por Al-Mamún de 66 2/3 millas por grado



Esa distancia entre la ciudad del Templo de Bel (Palmyra) y la ciudad orillada por el Éufrates (Raqqa) se aproxima en 100 millas de 1,666… metros a los 166 kilómetros reales. En tanto no es descabellado formular los 1,666 2/3 kilómetros como valor “real” de la milla árabe. Llama la atención en ese texto de Stecchini, “la confirmación de los datos ya conocidos”. Si partían de los cálculos de Ptolomeo “erróneos”, ¿acaso no observaron que el planeta era mucho mayor? Claro que lo observaron. Seguramente los textos de las obras del “GEOGRAPHIKÉ YPHEGESIS” (Geografía) de Claudio Ptolomeo, fue traducido al árabe por ABD ALLAH BEN KURDARIH, erudito persa, llevaban informaciones contradictorias, lo cual hizo reelaborar varias veces. Al-Juarismi lo corrigió y revisó en las referencias a África y Oriente. Aquellos “incógnitos estadios”, luego convertidos en millas romanas y pasadas a millas árabes. Existía una coincidencia en la proporcionalidad de ambas medidas de 8/9. Esto es 8 millas árabes (1.666,666..metros) equivalen a 9 millas romanas (1.480 metros). Tal que a metros convergen en 13.333 las 8 millas árabes y en 13.320 las 9 millas romanas. La proporción del cambio es de 8/9 (0,888…).



Ahora se comprende mejor aquella medición de los portugueses que les llevó a aumentar las millas a 66,666 para el grado de meridiano. Sutilmente camufladas en aquellas 200 artificiales millas. Curiosamente, a partir de estas nuevas mediciones y durante toda la Edad Media, los árabes dominaron los mares; así como a partir del siglo XV lo hicieron los portugueses. ¿Qué esconden estas cifras? Parece que ya vamos intuyendo proporciones.




Con estos datos, Al-Mamún encargó a 70 sabios (“72”, si contamos a Al-Juarismi y al mismo califa) la confección de un mapamundi donde en sus vastos dominios se localizara la Quibla, que establece la dirección a la Meca, aunque originariamente la Quibla se dirigía al Templo de Jerusalén, como hicieron todos los pueblos semíticos. Bagdad, fundada en el siglo VIII (761) por Al-Mansur. Su nombre etimológicamente significa “donado por Dios”. El término hebreo KIBLEH es una referencia directa a “LA ROCA DE LA FUNDACIÓN DEL MUNDO”.

La Piedra Negra del Cubo-Kaaba

La Gran Pirámide, el templo de Jerusalén, la Meca… curiosa, o causalmente extraño, diríamos, la Kaaba de la Meca, con su venerada piedra negra y la Cúpula de la Roca, en Jerusalén, distan a unas mágicas 666,666 millas náuticas. Pero esa medida aún no existía…¿o sí?.



Veamos la distancia entre el Templo de Bel (una derivación del dios babilónico BAAL) en Palmyra, hasta el puente de entrada a Raqqa, a orillas del Éufrates (simbolizando el puente de tránsito hacia lo desconocido) es exacto a 100 millas árabes (1.666,666 metros x 100 M.A.=166,666 kilómetros), pero a su vez son “90” millas náuticas, milésima arriba, milésima abajo. ¡EUREKA!, que diría el personaje de Arquímedes.

Las millas árabes de 66 2/3 por grado de arco equivalen a 10/9 de millas náuticas de 60 por grado. Pues ya tenemos el velo que utilizaban para pasar de millas romanas a millas árabes, y de ahí, a las casi seguro existentes millas náuticas en la época, pero no del todo definidas.

Y la operación inversa para pasar de millas náuticas a millas romanas. Esa proporción creada por los sabios de Al-Mamún parece una especie de “intercambiador” de distancias sagradas a distancias convencionales, escondiendo esas proporciones a las que, tal vez, atribuían un poder o “impulso” especial. ¿Un “atajo luciferino” para dominar las voluntades de los súbditos? Puede que tenga algo que ver que la distancia de 700 millas náuticas, entre las ruinas de Babilonia y la Gran Pirámide, “convertida” por esta fórmula de los 10/9 en millas árabes se transforman en “mágicas” 777,777… Recordemos que no existía aún el “metro universal”. Vayamos a conocerle. A ver si la dichosa Gran Pirámide tuvo algo que ver en esta exótica medición.




Para eso nos trasladamos a la primera mitad del siglo XVII, a la tierra conocida por los romanos como “Britania”. Allí encontramos a un curioso joven profesor de geometría. También matemático, astrónomo y arqueólogo, JOHN GREAVES (1602-1652). Realizó estudios de la lengua árabe y de los pesos y medidas antiguas, se matriculó en universidades como Leiden (Holanda) y Pavia (Italia) donde conoció otros estudiosos en esos temas. Recorrió Italia y el Próximo Oriente. En la península itálica intentó hacerse con el obelisco de Domiciano, recorrió las catacumbas, dibujó el Panteón romano y, en especial, la pirámide de Cestia. En Roma, también recopiló bastantes datos sobre pesos y medidas.

En 1637, viajó hasta Alejandría para fijar la latitud donde Claudio Ptolomeo realizó sus observaciones sobre el cálculo de meridiano. Al año siguiente, en Constantinopla, y de la mano del embajador inglés, Peter Wyche, se hizo con copias del “Almagesto” y varios manuscritos. Estuvo a punto de acceder a las bibliotecas monásticas del prohibido y restringido Monte Athos, para acceder a numerosos documentos originales, pero el Sultán MURAD IV lo impidió. En Alejandría, si pudo hacerse con numeroso material griego, árabe y persa, de los cuales se consagró en literatura astronómica en dichas lenguas.

Su voluntad era estandarizar las medidas antiguas y modernas para utilizarlas en todos los países. Para eso debía hallar la definición original de esas medidas. Al enumerar los monumentos antiguos para lograr, de ellos, dataciones comunes en sus medidas, la Gran Pirámide fue la mejor calificada para realizar mediciones, “por ser una de las construcciones que se han mantenido intactas cientos de años, y posiblemente lo hagan durante muchos más”.


Encontró una relación del pie romano con el griego de 24/25 en la construcción del Partenón. Greaves, llevaba consigo una “vara” de 10 pies (oficiales) ingleses dividida en 10.000 partes. Debido a los escombros producidos por las expoliaciones del recubrimiento de la Pirámide no pudo realizar mediciones precisas de la base, aunque recoge innumerables datos de los historiadores clásicos. Para este astrónomo aventurero, esta construcción representaba algo eterno y atemporal que sobrevive al paso del tiempo DE UNA MANERA CASI INMUTABLE. Esta especie de “Doctor Jones” del siglo XVII, según todo indica, estaba bajo mecenazgo de personalidades como el arzobispo de Canterbury, influyente personaje en la corte de Carlos I, de Inglaterra, de nombre WILLIAM LAUD. Greaves relacionó el codo sagrado egipcio con el pie inglés o imperial. Según sus mediciones, la 1/25 parte de este codo, 63,5 cm, lo que sería la pulgada “piramidal”, y la pulgada imperial inglesa serían prácticamente iguales. El gran Newton la dio por buena. Sin entrar a valorar la veracidad de los datos que recogió Greaves, sobre la Pirámide, hay que destacar los documentos “adquiridos para la causa”.

Pirámide de Cestia junto al Portal de San Paolo

A partir de la publicación del “PYRAMIDOGRAPHIA” de John Greaves, en 1646, vislumbramos un fenómeno parecido a lo sucedido con la publicación impresa del “Imago Mundi” de aquel personaje, D’Ailly, de principios del siglo XV. Apenas dos décadas después tienen en común una serie de acontecimientos que se van hilando a través de la “historia de la historia”, la de las cortinillas. Veamos. Esa pirámide de Cestia, en Roma, analizada a través de los dibujos de Greaves, fue realizada en hormigón. Data de finales del siglo I a. de C (fechas muy cercanas al nacimiento de Jesús) y fue la tumba de un pretor, Cayo Cestio Epulón. Con 100 pies romanos de ancho y unos 36 metros de alto, posee una inscripción en la que reza: “330 días en su construcción por voluntad del heredero” (manías voluntarias). Esta exótica construcción, quedó olvidada y engullida por la capital romana hasta los dibujos de este astrónomo. Quién sabe si fue una “señal”, pero el Papa Alejandro VII decidió restaurarla a principios de la década de 1660.

La "llave" del Vaticano hacia el otro lado.



Justo en esos años se estaba llevando a cabo la faraónica construcción de la plaza “oval” de San Pedro en el Vaticano por Bernini. Un espacio elíptico de columnatas, que era un espacio “cerrado” para el profano, y a su vez “abierto” para los iniciados. Presidido por un obelisco egipcio, apunta esa abertura por la Vía CONCILIAZONE hacia el río TIBER y, desde la salida de la elipse hasta el puente de Sant’Angelo distan ‘666’ metros. Simbolizando el río el “curso de la vida” y su acceso por el puente “al otro lado”. El paso o “control” de las vidas y de las almas a la muerte “simbólica” (este puente fue el acceso al lugar santo por cientos de miles de peregrinos durante siglos). Casual es, también, la distancia entre la pirámide restaurada y el “pórtico oval” de San Pedro, obra y restauración del mismo Papa, 3,3 kilómetros.


Quien controla el espacio...
Así no nos podemos extrañar de la tumba de Alejandro VII, obra de su arquitecto , Bernini. La escena del Papa orando desposeído de atributos papales, rodeado de estatuas que representan sus virtudes cristianas; en apariencia el conjunto expresa serenidad. Y es rota con la aparición de un esqueleto dorado representando a la muerte, que parece salir de la escena y zafarse del cortinaje de mármol plegado que rodea el conjunto escultórico. Un atroz brazo huesudo se extiende para mostrar un reloj de arena que simboliza a quien controla el espacio-tiempo y señala el lugar como una puerta hacia el “otro lado”(simbolismo del conocimiento oculto a unos pocos). Cualquiera diría que establecieron un candado protector en el Vaticano con conexión “mágica” a la Pirámide de Cestia, junto al Portal de San Paolo, en la muralla aureliana que defendía Roma de las invasiones bárbaras en el siglo III d. C.

"Quien controla el tiempo...
Tenemos la “llave de San Pedro” que simboliza oficialmente la autoridad papal:



-Y yo te digo: “Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi iglesia, y el poder de la Muerte no prevalecerá contra ella. Yo te daré las llaves del Reino de los Cielos. Todo lo que ates en la Tierra quedará atado en el Cielo, y todo lo que desates en la Tierra, quedará desatado en el Cielo.”

                                                                  Mateo 16, 18-19



Que lo de entregar llaves para edificar “templos” sobre ROCAS y lugares FIRMES a “mayordomos”, que eran hombres justos y buenos, era una práctica habitual en las religiones. Desde ELIAQUIM (Dios establece) a PEDRO-PIETRO-PIEDRA.



“Y será que, en aquel día, llamaré a mi siervo Eliacim, hijo de Hilcías; Y vestirelo de tus vestiduras, y le fortaleceré con tu talabarte, y entregaré en sus manos tu potestad; y será padre al morador de Jerusalem, y a la casa de Judá. Y pondré la llave de la casa de David sobre su hombro; y abrirá, y nadie cerrará; cerrará, y nadie abrirá. E hincarelo como clavo en lugar firme; y será por asiento de honra a la casa de su padre.”

                                                                         

                                                                  Isaías 22, 20-23

                                      
Castillo de Sant'Angelo. Puente y Castillo
                         

El templo de Jerusalén y el Vaticano poseen la misma llave para abrir y cerrar según convenga. Esa “llave”, en el Vaticano, llegaría hasta el Castillo de Sant’Angelo, en línea con el puente del mismo nombre. Llave que abre y cierra aquellos secretos que custodian el control del mundo conocido y el del “otro lado”. Custodia a cargo de 10 ángeles, propuestos por el mismo Bernini, arquitecto de la plaza oval vaticana. Hoy sólo quedan los pertenecientes a San Pedro (el de las llaves al otro lado) y San Pablo (el de la espada del sacrificio). ¿Pueden ser esas distancias o proporciones “mágicas”, en algún sentido?



En esta época coinciden la creación de dos sociedades científicas “elitistas” en dos países que empezaban a dominar Europa. La Royal Society de Londres (28/11/1662) y la Academia de las Ciencias de Francia (22/12/1666), esta última inaugurada en el solsticio de invierno de  tan luciferino año. Nos fijaremos seguidamente, en el primer secretario de la Royal Society, John Wilkins (1614-1672), religioso y naturalista (como “Darwin, el Creador”). Wilkins fue un enigmático personaje que reunió entorno a su persona el Oxford Philosophical Club, previo a la Royal Society. Allí tenían lugar semanalmente enfrentamientos teológicos de carácter abierto, que desde el estudio filosófico de la naturaleza diera alguna explicación a la divina providencia; algo parecido a la filosofía experimental.


Fue cuñado de Oliver Cromwell, el cual le recomendó para dirigir el Trinity College de Cambridge, tras haberlo hecho previamente en la universidad de Oxford. Este teólogo fue el creador de un lenguaje universal, que pretendía reemplazar al latín, idea que fue inducida desde el Consejo de la Royal Society. Opero, gran parte del borrador de este trabajo se destruyó devorado por las llamas en el “gran incendio de Londres” de 1666 (otro fuego purificador). Pero el planteamiento de Wilkins que nos ocupa es la búsqueda de una “medida universal” que surgiera del medio naturalapoyándose en el sistema métrico decimal, para uso de los (¡atención!) “eruditos” de varias naciones. Lenguaje universal, medida universal,…¿un lenguaje para dominarlos a todos, unas medidas para controlarlos a todos? Casi como el Anillo Único forjado por el señor oscuro Sauron para controlar al resto de pueblos libres y sus anillos de poder. Puede que ese sea el motivo sombrío de estos filántropos elitistas, convertir el mundo y sus gentes en Mordor. Elucubraciones tolkienianas aparte, vayamos con la otra sociedad científica, la francesa, creada el día del “Sol Invictus” en la biblioteca del “Rey Sol”, Luis XIV, en el año ‘666’ del segundo milenio de nuestra era. 


Ese año también fue el “annus mirabiles” (año asombroso ¿LUZ?) de Isaac Newton (1643-1727), que sentó las bases de la Ley de gravitación universal, como no, de la providencia de una manzana (fruto del pecado original).  Se encontraba «con ánimo contemplativo» bajo la sombra de un manzano en su granja cuando un fruto cayó del árbol  (curiosa parábola para explicar una iniciación oculta). El fuego de Prometeo le fue “entregado” en forma de ciencia, magia y revelación. Seguro que al Newton “alquímico-esotérico” le hubiera gustado saber que entre el templo de Salomón, del que imaginó y creó un plano, y la Kaaba en la Meca distaban exactamente 666,666 millas naúticas (como ya hemos visto antes con Al-Mamún). ¿O puede que ya conociera estos datos?


meridiano de París en perfecta alineación con el Observatorio Astronómico

Y si en la primera sesión de la Academia de las Ciencias se decidió la creación del Observatorio Astronómico de París, fue durante el solsticio de verano siguiente (21/6/1667) cuando trazaron las líneas exactas correspondientes con la ubicación del edificio y lo que sería el “meridiano de París”. Rituales solares para llevar a la práctica la observación de los astros en un enclave, al parecer, “mágico”.

Los lobos vestidos de cuentacuentos.
El arquitecto elegido para delicada construcción fue CLAUDE PERRAULT, cuyos planos los “colocó” su hermano y primer funcionario real, CHARLES PERRAULT. Si les suena este nombre es por el motivo de ser el autor de cuentos infantiles como “La cenicienta”, “La bella durmiente” o “Caperucita roja”. Y es que el LOBO de los cuentos de hadas también es creación de los fundadores de esa academia elitista. Claude, el hermano arquitecto es, además, el autor de la columnata del Louvre parisino, que es atravesada por este meridiano, construida bajo la interpretación de las reglas establecidas por el arquitecto romano VITRUBIO. Le “ganó” el concurso convocado al mismísimo BERNINI, cedido unos meses por Alejandro VII a Luis XIV como ‘decorador de exteriores’, pero al no cuajar su arte volvió a las filas del selecto club vaticano.





Llegamos a uno de sus fundadores, JEAN FÉLIX PICARD (1620-1672), astrónomo y clérigo francés nacido en La Flèche, población muy cercana al meridiano “0” de Greenwich curiosamente, y educado en instituciones jesuitas. Fue el primer europeo en mesurar el radio de la Tierra con una precisión razonable (a este le quitaron las cortinillas, debe ser) entre los años 1669/70.  A propósito de unificar medidas Picard escribió que “por miedo de que suceda a nuestra  toesa (medida francesa del momento) como a todas las medidas antiguas de las que no queda más que el nombre, referiremos el patrón a un original, que extraído de la misma naturaleza, debe ser invariable y UNIVERSAL


El abad Picard, gracias a la influencia y ayuda de su maestro en su localidad natal, Mateo Stral, pudo diseñar el sistema de medición basado en los escritos del holandés SNELLIUS, que Stral había pensado ya mucho antes. Este último no pudo participar en la medición del radio terrestre, pero tuvo Picard el apoyo del observatorio astronómico dirigido por un petulante italiano (así al menos lo describen las crónicas francesas), primero de una saga familiar de científicos, GIOVANNI DOMENICO CASSINI. 

La cuadratura de 13 triángulos entre París y la torre del reloj de Sourdon, cerca de Amiens, dio como resultado un arco de un grado de meridiano con 110,46 kilómetros. Su radio planetario se estableció en 6.328,9 kilómetros (6.357 kilómetros, hoy). Un error del 0,44%. Su maestro del colegio, Stral, no apareceen ningún libro de historia ( cosas de no pasar por la universidad y sus iniciaciones).

Tycho Brahe
Los “13” triángulos, aunque dieron una medida precisa, parece que no fueron lo suficiente. Faltaría algo,…otra pieza,…otro triángulo para cuadrar la medida; a modo de recomponer a OSIRIS con el catorceavo trozo. A estas alturas del viaje no parece raro. Puede dar a entender que la búsqueda no quedó completada a ojos iniciados. Al año siguiente, en 1671, la Academía de las Ciencias, encargó a Picard la localización de la latitud del centro astronómico de Tycho Brahe, abandonado unos 70 años antes en la isla de Ven (Dinamarca), para realizar unas comprobaciones astronómicas del “maestro” de Johannes Kepler. No encontró restos del Uraniborg, e incluso afirmó que tuvieron que excavar para encontrar los cimientos de su “castillo de las estrellas

Willebrord Snell Van Royen, alías SNELLIUS, utilizó 14 puntos de medida en diferentes localidades entre las torres de las iglesias de Almaark y Breda, en 1615, con un resultado bastante errático en la longitud (107,395 kilometros); en cambio, sus cálculos sobre el grado de latitud (111,2 kilómetros) se aproximó bastante a la medida de  los 111,111 kilómetros, que corresponden al valor de lo que hoy se considera una supuesta Tierra totalmente esférica. Aquí los 14 puntos/partes completan el rito de recomposición del misterio de la vida renovada que logra la eternidad. Es el autor de la ley Snell o de refracción, que quedó oculta muchos años. Muy interesante para conocer la trayectoria variable de la luz sobre dos superficies diferentes y para recorrer mayor espacio por el medio más rápido, y menor en el medio más lento girando su trayectoria en la intersección entre ambos. Alguna utilidad le habrán dado en distancias ‘mágicas’ muy largas y con superficies muy variables. 

El estado holandés consiguió su independencia del Imperio español en 1609, año de la creación del Banco de Amsterdam, también, y con el apoyo institucional y económico de los oligarcas de la República de Venecia. Podríamos establecer una relación entre poderes fácticos y utilización de estas medidas “mágicas”. En 1621 se creó la Compañía de las Indias Occidentales. Parte del secreto de navegación parece que fue desvelado o “sustraído”.



Si el siglo XVIII es considerado el “siglo de las luces” o de la “ilustración”, la década de los 60 del siglo anterior podríamos llamarla la “década de los chispazos” a nivel europeo. Tras las mediciones del arco de meridiano de las diferentes sociedades científicas elitistas de franceses e ingleses, se produce una controversia “metrológica” entre seguidores de Newton y Descartes. El primero defendía que una fuerza gravitacional haría que la Tierra fuera achatada por los polos (forma de sandía) y el francés, Cartessius, achatada por el ecuador (forma de melón). Pero lejos de la diferencia de forma del planeta, en los polos o en el ecuador, lo que se cuestiona es el planteamiento.

Descartes refiere a movimientos originados por fuerzas que actúan dentro de los cuerpos celestes, que determinan trayectorias  de traslación, elípticas o circulares. Esto suponía dejar la puerta abierta a la ayuda de Dios en esos fenómenos de “torbellinos” interiores dotándolos de sentido.. El planteamiento de Newton, por su parte, sólo explicaba los movimientos de los cuerpos celestes como una consecuencia de fuerza inherente a ellos mismos. Se abría así la puerta a un universo sin Dios.

El enfrentamiento entre las posiciones de los seguidores de los padres de la ciencia moderna ya se venía dilucidando de tiempo atrás. El mundo de los “ilustrados/iluminados”, que desde esas asociaciones/logias elitistas, iban introduciendo la idea de "desdivinizar" al mundo y, por ende, deshumanizar al hombre. Eso sí, desde la más absoluta “racionalidad”. No hace falta ser una lumbrera para atisbar cuál de las dos opciones de la ‘forma terrícola’ fue la que se llevó “el ascua a su sardina”.





Para solventar esta controversia geográfica la Académie des Ciencies francesa, en su mayoría influenciada por la corriente cartesiana, “deciden” organizar dos expediciones científicas de auténtica aventura para esclarecer de una vez por todas la forma del planeta: ¿melón o sandía?


Se reunió a los científicos más brillantes y de más renombre para dichas expediciones. Una al ecuador y otra cerca del Polo Norte. Corría el año 1735, convencieron al monarca francés, Luis XV, que los resultados de las expediciones otorgarían de gran prestigio al país que sufragara estas expediciones-experimentos. Y tenemos al hijo del “rey Sol” pagando “la fiesta de la Ciencia”. MAUPERTIUS, CLAIRAUT, CAMUS, LE MONNIER a la Laponia finlandesa de Papá Noel, lo más cercano al Polo Norte que las circunstancias de la época permitían. Al ecuador dispusieron la zona de Quito, en el Virreinato del Perú, con permiso del rey Borbón español, de igual familia que el francés. LA CONDAMINE, GODIN, BOUGUER fueron los más conocidos de la expedición. Sería de suponer que la mayoría de estos científicos apoyarían las teorías de Descartes-Cassini, …o no. Veamos quienes eran los componentes de los dos grupos, y a que dedicaron su tiempo libre. 




No es un señor vestido de muñeca, es un "agente" científico
señalando la cortina de humo.

Comencemos por MAUPERTIUS (1698-1759), director de la expedición a Laponia. Matemático francés, adjunto de la Academia de Ciencias de Francia y, a su vez, elegido miembro de la Royal Society en 1728, donde escribió un artículo sobre la naturaleza de los anillos de Saturno. Firme partidario de la teoría gravitacional de Newton. El que fuera su gran amigo, VOLTAIRE (1699-1778), primero le felicitó por “aplastar los polos y a los Cassini”, para más tarde ridiculizarlo satíricamente (especialidad del autor) y de manera despiadada. “Usted ha confirmado en lugares aburridos lo que Newton sabía sin salir de su casa” (esta afirmación leída entre líneas aduce a un “conocimiento” ya adquirido por algunos sabios). El científico que demostró que en todos los fenómenos naturales existe el principio de acción mínima y que en sus estudios sobre la herencia, llegó a intuir la idea de la genética y la posibilidad de la evolución natural, murió olvidado tras los múltiples ataques del rey de la sátira francesa.

Clairaut, pegado a su nariz.

CLAIRAUT (1713-1765). Este, considerado por la Academia de las Ciencias de Francia, niño prodigio ingresó en esta antes de los 18 años. Newtoniano convencido, formuló tras la expedición a Laponia la ‘teoría Clairaut’ por el cual se conecta la gravedad en los puntos superficiales de un elipsoide en rotación con la compresión y la fuerza centrífuga en el ecuador. Al menos, este francés, “sí salió” de sus aposentos para comprobar la teoría del achatamiento del planeta. No “le vino dada” como al mesías de la ciencia moderna. Fue nombrado también, miembro de la Royal Society.

Otros expedicionarios fueron LE MONNIER (1715-1799). Con tan sólo 20 años al comienzo del viaje a tierras nórdicas, ya había elaborado un mapa lunar que lo llevó a ser elegido miembro de la Academia de Ciencias. Este francés difundió los trabajos de astronomía de los ingleses Flamsteed y Newton. También compuso la expedición el físico sueco Anders CELSIUS (1701-1744), el de la escala de los termómetros. Casualmente su supervisor doctoral fue el segundo de la saga de astrónomos Cassini, enemigo de Voltaire y de las leyes de Newton.






En cuanto a la expedición al Ecuador español, los personajes no fueron menos curiosos y enrevesados, en esta larguísima aventura de una década de duración.

Charles LA CONDAMINE (1701-1774), naturalista y geodesta. Educado en instituciones jesuitas destacó como explorador por el Mediterráneo, África y Asia. Matemático de sangre fría que supo adquirir un profundo conocimiento de la psicología de los indígenas. Entabló una gran amistad con el Papa Benedicto XIV y, a su vez, una gran enemistad y una polémica científica con Bouguer, compañero de expedición. Este “rarito” intelectual también ninguneó a los expedicionarios españoles a los que despreció. Miembro primero de la Academia de Ciencias francesa, más tarde de la Royal Society, la Academia de Berlín, la de San Petersburgo y del Instituto de Bolonia. Se lo rifaban, vamos. Según sus memorias acerca de la expedición, no sólo fueron a “mesurar” la longitud del planeta; al menos eso es lo que se deduce de algunos de sus comentarios: “Hay muchas probabilidades de que se encontraran vocablos entre los naturales de América cuya conexión con los de alguna otra lengua del Viejo Mundo podría algún día esclarecer una cuestión ABANDONADA HASTA AHORA A SIMPLES CONJETURAS” .¿Simples conjeturas? Aunque con el siguiente comentario podemos captar por dónde van los tiros: “Palabras HEBREAS comunes en muchas lenguas de América. La palabra ‘abbá’, ‘babá’, o la de papá, y la de mamá, que de las antiguas lenguas de Oriente parecen haber pasado, con ligeros cambios, a la mayor parte de los de Europa, son comunes en gran número de pueblos de América, cuyo lenguaje es, por lo demás, muy diferente”. Quién sabe si esperaba encontrar a la tribu perdida del “pueblo errante”. Lo que podríamos calificar como “un hombre de su tiempo”, ilustrado, al analizar las actitudes de los indígenas… “Los salvajes que gozan de libertad son, por lo menos, tan pobres de ingenio, por no decir tan estúpidos como los otros (los esclavos); no puede verse sin avergonzarse como el hombre abandonado a la simple naturaleza, privado de educación y de sociedad, difiere poco de la bestia”… queda en un “pedazo de mamón con peluca”, de su tiempo, pero mamón.

Godin sobre "el mundo"


Louis GODIN (1704-1760). Primero abogado y después estudioso de la astronomía por pasión. Fue aceptado por la Academia de las Ciencias de París en 1725 y años más tarde en la Royal Society, gracias a sus tablas astronómicas. Fue el primero que propuso la expedición geodésica al Ecuador al Cardenal Fleury, primer ministro de Luis XV, para resolver la verdadera forma de la Tierra. Al ser idea suya quedó como jefe “oficioso”, pero fue La Condamine, quien la dirigió, y con quien estuvo enfrentándose a lo largo de los ocho años de la expedición. Hizo amistad, en cambio, con los dos expedicionarios españoles que recogieron en Cádiz, hasta el punto que a su regreso a Europa, vivió en España donde fue nombrado director de la Academia de Caballeros de Guarda Marina en 1748 en Cádiz.



Pierre BOUGUER (1698-1758). Astrónomo y matemático francés. Conocido como el padre de la arquitectura naval. Publicó un ensayo sobre la graduación de la luz, concretamente, sobre la cantidad de luz que se pierde al  atravesar una determinada extensión de la atmósfera. Medir y dominar la luz solar es una característica común que vamos observando en estos “medidores” del planeta a lo largo de los tiempos.

Por parte española participaron por recomendación al rey, Felipe V, dos jóvenes cadetes de la academia de marina, Jorge Juan y Antonio de Ulloa, de 22 y 19 años. Menospreciados por los expedicionarios franceses, fueron ascendidos a tenientes de navío para otorgarles galones, pero pronto pudieron comprobar la gran valía de ambos.

El caballero de Malta, Jorge Juan, señalando un libro.
Jorge JUAN y SANTACILLA (1713-1773). Ingresó desde los 12 años en la Orden de los Caballeros de San Juan de Jerusalén, o de Malta, de la mano de su tío. Fue asistente personal del Gran maestre de dicha orden en la isla de Malta durante varios años de su juventud. El apodado “el sabio español”, tuvo una elitista educación y parecía destinado a ser una figura importante y de éxito. Destacado en matemáticas y geometría a su regreso a España tuvo un papel primordial en la remodelación de la Armada. Actuó de espía en Inglaterra y fue nombrado miembro de la Royal Society y de la Academia de Ciencias de París.

Ulloa "advirtiendo" sobre el planeta

Antonio de ULLOA (1716-1795). Con experiencia naval transatlántica desde los 13 años. Buen militar y destacado matemático. Destacó como explorador científico con su descubrimiento del platino durante una medición en la expedición geodésica del Perú. A su regreso fue apresado por corsarios ingleses. Lejos de tratarlo mal, requisaron sus análisis y mediciones. Le nombraron miembro de la Royal Society, también.




Todos los personajes, aunque estaban sobradamente preparados científicamente, las condiciones excesivamente duras, tanto física como climatológicamente, no fueron las más favorables para lograr mediciones de lo más exactas. La expedición a Laponia, capitaneada por Maupertius, acabó con resultados erróneos de casi 400 metros (las prisas, el frío, jeje). Las 57.438 toesas (111,948 kilómetros) parecían querer estirar mucho, en este caso “achatar”, la figura del planeta. Y es que en apenas un año realizaron las mediciones. Había ansias de portar el resultado a la Academia de Ciencias de París, donde el grado de meridiano realizado en la capital, latitud 48º, resultaron en 57.030 toesas (111,153 kilómetros). La extensa y controvertida expedición al Ecuador resultó de media 56.760 toesas (110,627 kilómetros), en esta última apenas hubo error, presuntamente.

A mí, me resulta más interesante en esta “controversia científica” la imposición de una teoría sobre otra y sus consecuencias, que los datos en sí, más o menos comprobables; así como los escenarios elegidos y su presunta “simbología”. Imposición o “magia”, magia para deshacerse de cualquier tipo de huella de origen divino. Esconder lo divino y “mágico” de la vida, para imponer otro tipo de ideas “mágicas”, por denominarlos de alguna manera. Observaremos a estos ilusionistas-ilustradores de la ciencia y para que fines trabajaban.

La marquesa conspiradora

La “conspiración de los newtonianos” daba sus frutos. Aquella carta de Voltaire al “agente Maupertius”, el 19 de abril de 1734, decía: “Es preciso que usted se convierta en jefe de secta. Usted es el apóstol de Newton y un apóstol de un temple como el suyo y una discípula como madame Du Chatelet (amante de Voltaire, por cierto) devolvería la vista a los ciegos.” La propia casa familiar de Maupertius, los días en que la Academia sesionaba, fue el centro de preparación de estrategias unificadoras para trazar nuevos planes de acoso, social y académico, contra los reductos de lo oficial.

El primer objetivo fue el secretario de la academia, Jean-Jacques d’Ortous de Mairan, que junto con Fontenelle, Réaumur y el hijo de Cassini, representaban la oficial opción cartesiana. Uno de ellos, Fontenelle, escribió en 1729: El movimiento anual de todos los Planetas sin excepción, siempre dirigido de Occidente a Oriente, es una de las pruebas más fuertes de los torbellinos de Descartes. Nada tan natural y tan conforme a la razón exacta como concebir que esta dirección es común a todos los Planetas, porque es la de un gran fluido que gira alrededor de un centro, y que a todos arrastra.” Debían de aplastar ese pensamiento… por los “polos”, en este caso.

Voltaire "aplastando" a la historia con su afilada pluma

Esta confabulación suena mucho a sociedad “discreta”, como la masonería especulativa, de reciente creación en esas fechas. Es curioso cómo van dejando la semillita por la historia allí donde hay que cambiar, o conviene, tanto el pensamiento científico como político. El biógrafo de Maupertius explicó años después: “Para vengar a Newton y a sí mismo decidió emprender mediante una especie de artificio una REVOLUCIÓN QUE LA RAZÓN SOLA HABRÍA REALIZADO LENTAMENTE”. Tejían amistades y alianzas. Curiosamente, La Condamine, pasó la prueba. Y es que este matemático y  geógrafo también era dado a los estudios de la alquimia. En la Real Academia de Quito dieron buena cuenta de las malas artes del francés, La Condamine: “Pone un cuidado particular en inventar asuntos para suscitar contiendas, sin cuyo fomento, o no puede vivir o vive disgustado.” Señaló un testigo. 

Las conclusiones no quedaron tan claras a la hora de verificar los resultados exactos en otros científicos de la época, como el jesuita italo-croata, Boscovich, que midió la longitud de grado en los Estados Pontificios, entre las ciudades de Roma y Rimini: He aquí entonces lo que pienso, en general, sobre todo esto. Estoy convencido, en primer lugar, de que el proyecto de determinar la magnitud y figura de la Tierra por la medida de grados, lejos de haber concluido apenas ha comenzado... Hasta ahora, cuanto más se ha medido un grado más incierta se ha hecho la figura de la Tierra. ”Y más tarde sentenció. “El prejuicio de regularidad y de simplicidad es una fuente de errores que con frecuencia ha infectado la filosofía.”



Según el conocido libro “Una breve historia de casi todo” del autor y divulgador científico, Bill Bryson, en referencia al caos sucedido en la expedición geodésica del Ecuador: “Si tuviésemos que elegir el viaje científico menos cordial de todos los tiempos, no podríamos dar con uno peor que la expedición a Perú de 1735 de la Real Academia de las Ciencias Francesa.” Peleas entre los soberbios sabios franceses, ocultación de datos entre ellos, escalar cumbres de casi 6000 metros de altitud como el Cotopaxi, el Pichincha o el Chimborazo, donde colocaban pirámides de madera de 4 metros en la cumbre para su localización.


Todo bajo la atenta mirada de los jóvenes “agentes” españoles, que hasta en tres ocasiones tuvieron que abandonar los trabajos en la expedición para acudir a la llamada del Virrey del Perú en escarceos militares contra la “Pérfida Albión”. Fue en una de estas ausencias cuando el matemático impaciente (así se titula un interesantísimo ensayo sobre la expedición geodésica al Ecuador) , La Condamine, mandó construir dos PIRÁMIDES conmemorativas del histórico evento. Lo cuenta en su diario con tono de “maestrillo”: “La historia de las pirámides que hice erigir para fijar perpetuamente los dos límites de la base fundamental de todas nuestras medidas, y prevenir de este modo los inconvenientes experimentales (…), cuando se ha querido comprobar la base de Monsieur Picard”.



Esto sucedió en 1740. Curiosamente en esos años les dio por erigir pirámides conmemorativas a los recientes geógrafos y sus mediciones del meridiano. En 1740, también, una especie de obelisco piramidal truncado, pero que llaman “pyramide”, es en honor a Jean Picard; y otro en 1742, al fundador de la saga de astrónomos y geógrafos, Cassini, de forma muy similar. ¿A qué sería debido esta “pulsión” piramidal? En unos párrafos veremos la causa de ese “picor”.




Las formas de las pirámides que mandó realizar en la base de triangulaciones de la llanura de Yaruquí fueron de unos 4 metros de altura, con una base cuadrada de 3 metros de pared vertical, emulando a las cabañas de los indígenas de la zona. El hecho de la construcción de las pirámides, teóricamente, no fue lo que suscitó la polémica, sino las placas que hizo grabar en ellas. Ninguneó en los textos la presencia española y al rey Felipe V. Al regreso de los dos jóvenes agentes españoles, Ulloa y Juan, hizo de este hecho aún más graves las divisiones entre los científicos. Llegaron a un litigio que concluyó con su demolición.




Sin embargo, estas pirámides realizadas con premeditación y alevosía, por La Condamine, estaban apuntando a algo. Cierto es que marcaban la base de las triangulaciones geodésicas, pero no era el punto más septentrional de estas mediciones. Ese punto fue, y aquí viene lo curioso-casual-enigmático del lugar: el conjunto de pirámides de Cochasquí, a unos 3 minutos de grado al nordeste de la base de medición. Un contenido de 15 pirámides truncadas de diferentes tamaños, entre 40 y 20 metros de largo y un par de decenas de metros de alto. Poseen rampas en forma de “T” de hasta 200 metros de longitud. En el conjunto también se pueden encontrar 21 montículos funerarios (en alguno se encontraron cerca de 600 cráneos humanos), que como todo él, permanece oculto por una capa de hierba andina y el pasar del tiempo a 3100 metros de altitud.



Su origen pertenece a la civilización pre-inca de los KITU-KARA y su tiempo se remonta entre los años 500 a los 1500 de nuestra era. En lengua vernácula (la del lugar) vendría a decir algo así como “la mitad o en medio del agua o lago” (agua-cochas; quí-en mitad, en medio). Se cree que fueron utilizadas  como observatorios astronómicos y como lugar de rituales religiosos al Sol. Encontrándose en una de estas pirámides un calendario lunar y otro solar. Allí se pueden observar las montañas del Chimborazo, Pichincha, Guagua, Cotopaxi y vistas de la ciudad de Quito. Una pirámide tiene forma de Escorpión (señal de muerte iniciática y renacimiento en nuevo ser). Cochasquí fue un lugar estratégico, militar y religioso.

Los caranquis (o kitu-kara) pedían al Sol que no se marchara a través de una ceremonia llamada “INTI WATANA”, donde se “amarraba” al Sol a las piedras del poder, las piedras formadas por las pirámides de Cochasquí. Se realizaba este ritual durante el solsticio de verano, “INTI RAYMI”, y el de invierno, “KAPAK RAYMI”. EL Sol se encuentra en esas fechas en sus puntos más alejados, alineados con los trópicos de Cáncer y Capricornio, en zona de línea de Ecuador. Es en el siguiente rito donde viene el paralelismo que recuerda, o calca más bien, a otros experimentos de anteriores o posteriores matemáticos, geógrafos y sus sombras.

Monumento de La mitad del Mundo con los "agentes" en cuestión


El ritual del “PAWKAR RAYMI”, concerniente al equinoccio de primavera, donde el Sol se detenía sobre un punto equinoccial y NO PROYECTABA SOMBRA. Momento del RENACER y del RECREAR. El protagonista de ese ritual es el FUEGO (paradigma del conocimiento) que se apropiaba del MUSHUK NINA, “EL FUEGO DEL NUEVO SOL.”. La noche anterior al “Sol recto” se apagaban todas las luces para esperar en oscuridad al “fuego nuevo” del primero de año andino. La palabra “QUI” que hace referencia a mitad y que se integra en los topónimos de la zona caranqui: Yaruquí, Quito, Quinche, Quillopana,, Cranqui, Yupanqui… lleva a pensar en que esa cultura tenía la cosmovisión de estar en la mitad del mundo.



Según el astro-arqueólogo ruso, Valentin Yurevich, estudioso de las pirámides de Cochasquí durante los años 80 del siglo XX, no hay duda de su utilización como observatorio astronómico. En este conjunto piramidal se pueden apreciar conocimientos sobre las macro-magnitudes del cosmos, como las galaxias. Según cuenta: “En la división del espacio (territorio) fluyen la corporalidad humana y la visión que se tenga en el Universo. Se produce una íntima relación entre TIEMPO (movimiento de los astros) y ESPACIO (territorio en el que se desplaza el hombre)”


Se da la circunstancia que en el punto norte de la medida geodésica de Laponia, Maupertius, escogió un punto que se llama KIVIJÄRVI, la colina del “Lago de Piedra”, y donde hace unas décadas construyeron una pirámide de bloques de piedra “resultona” para conmemorar esa expedición científica de siglos atrás. Casualidades, piedras, pirámides,…velos de la historia.

Que eratostiano todo, ¿no? Dónde habríamos visto antes eso de “amarrar al Sol” guiado por un camino… ¿Toscanelli, quizá? No me entra en la cabeza que un personaje oscuro y retorcido como La Condamine no se percatara de estos rituales y observaciones astronómicas. Permanecieron bastante tiempo por la zona y el hecho de “clavar” sus pirámides allí, me llevan a elucubrar que no sólo se realizan simples mediciones terrestres y astronómicas. Ese ritual de llevar al Sol a un punto concreto, en un tiempo concreto, y en lugares distanciados “mágicamente” va tomando una suerte de ritualización de la medición del planeta. Ritual de la ciencia, de una manera muy hermética. “Atrapar el Sol” dominando el tiempo, el espacio, ritualizando así el “conocimiento”. Muy racional no es, pero así lo hicieron griegos, chinos, árabes y los “modernos” europeos…

Sea como fuere, los “agentes” realizaron sus trabajos-rituales y el cartesianismo murió para siempre, dando paso a las nuevas leyes de Newton. Dios iba perdiendo terreno ante los seguidores del “lucero del alba”, que iban copando las más altas cotas de poder tanto en ciencia como en política. Pero para dominar la influencia de ese conocimiento y ritualizarlo, para dominar, de alguna manera, la voluntad y el ánimo de las personas era necesario una MEDIDA GLOBAL. Una medida que estuviera relacionada proporcionalmente con las ya existentes en la historia de los imperios dominadores. Una medida que se escondería bajo el sutil velo de “medida natural”, pero que ya estaba decidida de antemano.

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