LAS MEDIDAS
UNIVERSALES
DE LUCIFER
El telescopio que posee el
Vaticano para "mesurar" los astros en el Monte Graham, EEUU (¿LUCIFER?)
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lo que no se puede explicar"
Le
Corbusier
Buscar relaciones entre
medidas de longitud de distintas civilizaciones, a lo largo de los tiempos, y
la unidad métrica decimal utilizada desde hace un par de siglos no parece tan
fácil como , a priori, resultaría. parecería absurdo pensar, desde un punto de
vista oficial, que esas unidades de medida ancestrales encajaran de manera
retorcida con el METRO universal. Pero como para retorcida, y llena de sutiles
engaños, ya está la historia oficial en sí, habrá que fiarse de lo que dicen las
Ciencias Matemáticas y los datos que aportan sobre veracidad de ciertos hechos.
Como decía ese general
corso, y francés accidental (Córcega fue vendida por los genoveses a Francia un
año antes que naciera Napoleone di Buonaparte: "El avance y el
perfeccionamiento de las Matemáticas están estrechamente relacionadas con la
prosperidad del Estado". Me viene la idea la estrechez del pasaje de
tercera categoría de barcos o trenes y la enorme prosperidad de los camarotes y
suites de primera en estos. El Estado no avanza igual para todos. La
"ÉGALITÉ" es un concepto sobrevalorado.
Y la "visión
retorcida" no viene sola. El visionado de infinidad de distancias, con
resultados mágicos, en el imprescindible canal de You Tube PETERHOUSE PRODUCTIONS da que pensar.
Repeticiones constantes de cifras como 333, 666, 111, 33.3, 6.66, …, en
diferentes unidades de medidas de longitud actuales (kilómetros, millas y
millas náuticas) se intercambian entre monumentos sagrados o edificios
históricos y construcciones contemporáneas. Muestran esa mágica relación de
números alternando el sistema métrico decimal, el sistema anglosajón y la
medida de longitud en grados, minutos y segundos.
Descartando la casualidad o azar, por causalidad, en cientos de mediciones realizadas por el autor de este canal, habría que buscar un origen o patrón que se pierde en la noche de los tiempos (expresión utilizada por ese conocido y "bienpagado" vocero de los misterios "no tan desconocidos"). Indagar entre las medidas utilizadas en la antigüedad alguna pista que lleve a una pequeña respuesta dirigida a atar algún cabo.
Según la postura
oficial, el hombre estableció unidades de medida cuando comenzó a trabajar en
comunidades, y a comerciar unas con otras. Sí,... puede ser. Pero ese mismo
hombre de la antigüedad (el de hace unos cuantos milenios y que para la
oficialidad ortodoxa iba poco más que en taparrabos) que tuvo altura de miras
para medir el tiempo observando el Sol, la Luna y los movimientos de los astros
estableciendo calendarios agrícolas, puede que no se quedara sólo con simples
pies, codos y dedos (algunos puede que morcilleros) para medir distancias de
gran recorrido y que se relacionan “mágicamente” entre sí.
Dibujos de Da Vinci, Durero, Zeysing y
Le Corbusier
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Decía Vitruvio (s. I
a.C.): "Ningún templo puede representar un razón en las composiciones sin
la simetría y la proporción al modo como hay una exacta razón en los miembros
de un hombre bien formado". Está hablando de proporciones exactas, NO de
pies y manos más o menos iguales. Otro ejemplo más contemporáneo es el alemán
Adolph Zeysing, que escribía en 1855: "Para que un todo, dividido en
partes, parezca hermoso desde el punto de vista de la forma, debe haber entre
la parte menor y la mayor la misma que entre la mayor y el todo".
Igual que atribuimos al
arte, la construcción de edificios o monumentos, proporciones establecidas con
la belleza natural: debe existir una o varias proporciones "mágicas"
que han sido, y son, utilizadas desde hace bastantes siglos, quizá milenios,
que relacionan esas curiosas distancias. Siendo consciente que me estoy
metiendo en terreno pantanoso, profano y especulativo, no temamos a caer en lo
ridículo y tratemos de buscar alguna explicación a este suceso.
El célebre arquitecto Le
Corbusier, ya en el siglo pasado, hablaba de "adaptar" las medidas y
las distancias a la marcha natural del hombre y la carrera diaria del Sol.
Durante la antigüedad y
época clásica sólo aplicaban la GEOMETRÍA (medición de la tierra) SAGRADA los
grandes sabios, grandes maestros iniciados o sacerdotes. Eran ellos los que
atesoraban las medidas. Relacionaban distancias referenciales respecto a los
astros y estaciones del año. Conectando al hombre con su espacio de vida. Para
la filosofía griega el Universo se basaba en números. El orden-KOSMOS.
Pitágoras decía, (o le atribuían a su personaje, más bien) que el mundo era
una armonía, que los planetas al desplazarse emitían un sonido, y que ese
sonido de todos los planetas era una sinfonía. Alegoría que confirmaría la ley
de Johan Titius a mediados del siglo XVIII, donde se demuestra que el sistema
planetario cumple una proporción matemática en su composición de órbitas
alrededor del "astro rey".
Las galaxias también guardan esa geometría sagrada en su forma, con el
modelo de espiral áurea, como algunos fenómenos atmosféricos, como huracanes,y
multitud de formas en los reinos animal y vegetal. Todo perfectamente
ordenado...🤔¿Todo?
MENTIRAS QUE CUENTAN VERDADES
La verdad adelgaza y no quiebra,
y siempre anda sobre la mentiracomo el aceite sobre el agua.
Miguel de Cervantes
(Don Quijote de la Mancha. 2ª parte..Capitulo X)
Volvemos a la manía de
atesorar y salvaguardar secretos de generación en generación, y de sabios a
iniciados en forma de fórmulas áureas sumadas a saber con qué otras escondidas,
para ocultar esas distancias mágicas y sus mediciones. De nuevo, "nos
ponen a salvo" de un secreto que podría ser utilizado (a saber) en nuestra
contra si cayera en malas manos.
¿Por qué motivo
esconderían esas mediciones, si no? ¿Tienen (o cuentan que tienen) algún tipo
de energía o magia; o afecta de alguna manera a las voluntades de las personas?
No, no es una locura. Ya hemos podido plantear en investigaciones anteriores
como utilizan construcciones y monumentos para "tratar" de
cambiarlas. Al menos esa es su intención y en la que parecen creer. Y es que ya
vamos pillando antes a un filántropo que a un ladrón.
Para intentar ver el
origen de esas medidas a través de los tiempos vayamos, brevemente, donde se
gestaron las actuales medidas.
Comencemos por la más
antigua, el sistema anglosajón ( o sistema imperial) de unidades. La historia
nos remite a que son una evolución de las medidas utilizadas durante el imperio
romano adaptadas a las medidas y usos propios de la cultura anglosajona
(pulgadas, pies, millas, leguas,...). Sin convertir ninguna medida en otra
unidad actual, observemos que equivalencias "mágicas" pueden tener
ellas.
El valor de la milla náutica, de grados sexagesimales al sistema métrico
decimal se obtiene de partir los 40.000 kilómetros de orbe terrestre entre
360º. Eso daría los mágicos 111,111... Km por cada grado del globo. Partiendo
por 60' (minutos) de arco cada grado resultaría 1851,851851... metros el minuto.
La relación de Unidades métrico decimales (U.M.D) y grados es sospechosa: 6
millas náuticas equivalen a 11.111,111 m, como 6 grados de arco terrestre son
666,666 Km. Pueden probar los múltiplos de 30 y 60 millas náuticas y les darán
unas distancias muy "mágicas" como resultado...
Vamos observando por donde podrían ir los tiros del "METRO" y su extraordinaria
relación con el "ARCO TERRESTRE" y sus medidas. Vayamos por partes y
al origen (oficial, por supuesto) de los conceptos medidas de ARCO y unidad
métrica decimal.
Es decir, que la idea de la Tierra redonda no viene de Eratóstenes. Es muy
anterior. A él, o a su personaje puede que engrandecido por él mismo, se le
atribuye el primer mapa del mundo conocido con paralelo y meridiano,
desarrollados como figuras abstractas que ayudan a la medición de distancias.
Resulta anecdótico como la medida obtenida por este sabio fue bastante precisa,
en comparación con trabajos posteriores. Posidonio, por ejemplo, allá por el
año 100 a.C. calculó la distancia perimetral del planeta en 28900 Km. Se basó
en la distancia de Rodas a Alejandría, pero erró al calcular mal el ángulo
mediante la observación de la estrella Canopus en ambas localizaciones. Esta
nueva medición, quedó como oficial durante 15 siglos, aunque muchos estudiosos
de la Edad Media seguían utilizando los valores de Eratóstenes. Aluden a ella
el "error" de Cristóbal Colón en su primer viaje a las Indias.
No hay como pensar mal sobre la historia oficial, como para intuir que estás olfateando una mentira. Y aquí hiede hasta la presunción de inocencia. En esta historia ocurre como con las pirámides egipcias; cuanto más antiguas mejor realizadas y mejores "mediciones sagradas". Y si no, se retocan, que para eso está la máxima de "QUIEN CONTROLA EL PRESENTE CONTROLA EL PASADO..." Leyes de memoria a la carta y decretos al gusto del gobernante-marioneta de turno. Esconder, amagar, tergiversar, ...adulterar información y dar una versión masticada al uso del profano, al que se le han propiciado unas tragaderas informativas y educativas, a imagen y semejanza de la "SOCIEDAD CONSTRUCTIVA" (aquella que acata las normas impuestas por ley sin cuestionar el sistema para el "interés general")
Y esto nos lleva a apreciar que la narrativa del experimento realizado por Eratóstenes parece
pertenecer al género "bufo", huele a chamusquina. No así el
método, que a buen seguro ya le vendría resuelto en esa fábrica del saber
de la que era el director. Cuenta la leyenda, que el de Cirene, encontró un
curioso papiro en ese extenso lugar, en el que se narra como en la ciudad de
Siena (actual Asuán, Egipto, cerca del trópico de cáncer, sucedía un hecho
curioso cada 21 de junio. Al mediodía de esa fecha, los objetos dejaban de
tener sombra. Se podía ver la luz del disco solar entero en el fondo de los
pozos de agua... ¿Cómo? Se utiliza una fecha de ritual, como el solsticio de
verano, por el cual, mediante la alegoría de la luz (conocimiento) penetra en
su totalidad en la oscuridad del pozo y lo ilumina (acceso a la fuente del
conocimiento oculto). Utiliza toda una simbología con los elementos para
describir que el saber antiguo estaba al alcance de unos pocos elegidos en esa
fábrica del saber que fue la Biblioteca de Alejandría; pero a su vez, esa
historia queda encriptada por narraciones de autores posteriores siglos después,
para goce y disfrute de los de siempre. Aceptar el suceso en clave
"bobalicona", masticada y por decreto científico, por absurdo que
parezca.
La siguiente sospecha histórica recae en la fecha del 21 de junio. Eratóstenes
debería haber utilizado el calendario griego o helénico. Calendario lunisolar
como el de los babilonios. Años de 354 días divididos en meses de 29 y 30 días,
a los que se le sumaban un mes cada 3, 6, 8, 11, 14, 17 y 19 años; dentro de un
"gran año" de 19 años solares. Llamado a partir del siglo V a.C.
ciclo metónico o ciclo áureo (¡otra vez!), en un calendario donde se podían
prever eclipses con bastante precisión. Otra prueba de cómo nos han
simplificado la manera de medir. En este caso el tiempo. No fuera a ser que nos
diera por relacionar mejor los espacios-temporales.
Según estos datos, no del todo seguros (así como la atribución de innumerables
trabajos y obras al personaje de Eratóstenes), el experimento debería haberse
producido al comienzo del año, ya sea por el calendario egipcio o el heleno.
Hablamos de fechas variables según los años. Tampoco sabemos con certeza en que
año se produjo. A mi juicio (elucubrador, dicho sea de paso), este experimento
nunca fue realizado o dirigido por él. Al menos de la forma que lo narran con
posterioridad otros autores.
El sabio heleno mandó medir la distancia entre su Alejandría residente y la "Siena de los pozos con luz vertical". En otros relatos, encargó a un pastor medir a pie, y en línea recta esa distancia. ¡Hasta 5 veces debería haber cruzado el Gran Nilo el "super-pastor". Otras historias aluden a otro papiro que contenía referencias sobre la distancia entre Alejandría y Siena. La "redonda" cifra de 5.000 estadios. También cuentan que usó los datos proporcionados por las caravanas que comerciaban entre esas ciudades. Estas dispondrían de "hidro-dromedarios" para atravesar varias veces el río madre de Egipto y tirar siempre en línea recta por muy alto y costoso que fuera el obstáculo. Ironías a parte, se decidió que los 5.000 estadios quedaban bien. ¿Pero qué tipo de estadios? ¿El egipcio (157,5 metros), el ático (177,6 m), o el griego olímpico y romano (185 metros o 1/8 parte de la milla romana como los FURLONG anglosajones, que 8 equivalen a una milla)? ¿Al estadio grande (222, 349 m) o al estadio pítico, el más pequeño (148,59m)?
Tanto vale. Si consultan cualquier referencia oficial no se ponen de acuerdo
(mal asunto), pero si estiman que esa distancia era de unos 800 kilómetros.
5.000 estadios de vete a saber cuál valor, da igual. La distancia entre la
actual biblioteca de Alejandría y el Obelisco inacabado de Asuán
(antigua Siena), para tomar dos puntos de referencia tangibles, es de 843,3
kilómetros. Pero esta distancia no encajaría.
En su experimento debería realizar una medición de la longitud de la sombra
en Alejandría al mediodía del solsticio de verano. Se cuenta que utilizó un
gnomon para medirla. Hay que añadir que Siena dista 3º más al Este de
Alejandría, por lo que no estamos hablando del mismo meridiano, y el trópico de
cáncer, donde la sombra debería desaparecer durante el mediodía del solsticio.
Actualmente se encuentra a unos 70 kilómetros de la línea del trópico, pero
debido al movimiento de precesión del eje del planeta, esa línea se encontraba
a escasos minutos de ese lugar hace 2.200 años (la línea se mueve
aproximadamente 0,46 segundos por año). Puede que la línea del trópico de
cáncer sea el indicativo de que el relato tuviera unos milenios más de
antigüedad,… pero eso no entra dentro de la oficialidad.
Se tienen dudas del método trigonométrico que utilizó, pero el caso es que
el arco resultante de la “sombra alejandrina” fue de 1/50 parte de la esfera.
Resultado de 7,2º, escritos siglos
después. “7,2” o “7-2”.”72”, ese número que suele aparecer cuando están
tratando de colar algún pufo histórico por parte de la oficialidad. No se trata
de poner en duda la esfericidad de la Tierra (más o menos), si no de sus
cálculos. Con la combinación de 5.000 estadios (800 km), 360º de circunferencia
planetaria y 1/50 (7,2º) de la esfera tenemos la redonda cifra de 250.000
estadios (40.000 redondos km). Vamos guardando esas cifras para más
adelante.
Esa estela que simboliza el gnomon, marca la sombra encriptada de la cifra
y el misterio a adulterar. Como colofón iniciático a la vida del
engrandecido Eratóstenes, en biografías muy posteriores a su tiempo, que al
quedarse ciego siendo ya un anciano, se apartó de la vida y se dejó morir de
inanición. Esto es, al secarse la fuente de conocimiento, dejó de alimentar su
espíritu; una manera de decir que puso fin a su personaje trascendente en la
historia.
Con estas mediciones “eratostianas” nos vamos a encajar la oficialidad de las millas náuticas. Esas
que dividen los 40.000 km entre 60 grados x 60 minutos x 60 segundos (216000)
resultando los 1851,85185…metros de minuto de arco o milla náutica. Ya
coincide esta medida clásica con los 111,111… km de cada grado. El valor de la
milla marina fue adoptado en Mónaco en 1929 en la Primera Conferencia Hidrográfica
Internacional Extraordinaria. El origen de esta unidad para ser elegida fue que
una “milla marina” en la superficie de la tierra es interceptada
“aproximadamente” por un minuto de ángulo en el centro del planeta. Ahora vemos porque daba igual el valor del
estadio (que más tarde encajaremos), pusieron el que mejor “pegaba” para los
siglos venideros. Recordemos, que no está de más,(…) el que controla el
pasado, controlará el futuro. IN SECULA, SECLORUM.
LA HISTORIA DE LA HISTORIA.
El único verdadero viaje de descubrimiento consiste
no en buscar nuevos paisajes, sino en mirar con nuevos ojos.
Marcel Proust. “En busca del tiempo perdido”
Sigamos con la búsqueda del origen de la universalidad de esas medidas. En
tiempos del Imperio Romano, ya sea por su vasto territorio conquistado, como
por los diferentes lugares y sus costumbres, se “globarizaron” algunas medidas.
Herederos de la cultura helénica, adaptaron y universalizaron diferentes
medidas de esta y de la egipcia.
Durante varios siglos se utilizaron oficialmente por todo el mediterráneo
medidas de longitud del mismo valor como la milla romana (1478,5 metros),
la legua (4435,5 metros o 3 millas) o el passus romano (1,4785
metros). Así como el pie romano, descendiente del griego ático (0,296
metros). Para las mediciones urbanas y militares se estableció el “actus
vorsus”(24 passus o 120 pies), múltiplos de 3 y 4 y 6, método utilizado en la antigua
Mesopotamia.
Curioso es el caso del codo o “cubitus” romano (0,44355 metros) cuyo
valor multiplicado por 10.000 sería exacto al de una legua romana . Más curioso
es si dividimos la milla romana en metros entre el valor, en metros, también, del
cúbito romano: “3.333,333…” codos. Mágica cifra. Doblemos la milla
romana. Es el resultado de 2.000 pies (2.967 metros), que dividida por el
cúbito-codo ( en metros), nos “luciferina” en “6.666,666…codos” ¡Oh,
diablos!
Aunque las cifras convertidas sean las antes mostradas, quedarán para la posteridad
las redondeces. Será común ver 1.480 metros para la milla “passus”
romana (o sea, 1000 passus) siendo el passus 1,4785 metros o 5 pies romanos.
La legua se extandarizará en 4.440 metros. Y es aquí cuando se transforman
en “endiabladas” conversiones con las millas náuticas o medidas del arco
terrestre. Puede que ya se utilizaran de alguna manera.
Las 3 millas o legua (4440 m) dividido por el número de la bestia (666)
resulta otro número luciferino: 6,666… La milla romana, con la misma operación
resulta en 2,222… y es cuando conecta con la media milla en metros, 740,
y se crea un temporal.
½ milla / 666 resulta en 1,111… Las 100 ½ millas nos
llevarían a 74.000 metros y su satánica división por 666 equivale
a 111,111… un grado de arco o 60 millas náuticas.
Otra relación es el equivalente a un estadio romano u olímpico. Eso es, 625 pies (625 x 0,296 metros) o 185 metros. 10 estadios romanos tiene una equivalencia muy parecida a una a milla náutica. 1.850 metros versus 1851,851851851…metros. Si el valor de la milla náutica lo dividimos entre los 625 pies que forma el estadio, nos resulta una constante de 0,296296-296-296…
También, los 600 estadios equivaldrían a un grado de arco redondeado.
111.000 metros o 111 kilómetros. Se deducen las conexiones “mágicas” entre millas,
leguas, estadios y pies que utilizaban los romanos.
Tras este endemoniado baile de cifras, centrémonos en quiénes podían hacer
uso de esas distancias y como llegaron hasta ellas.
Hasta los romanos, se atisban las grandes unidades de longitud en poder de
los sacerdotes-matemáticos para el uso y disfrute de los gobernantes y sus
élites aristocráticas. Puedo estar equivocado, pero a partir de la civilización
romana y su extensa red de carreteras y rutas marítimas, pasaron a
homogeneizarse y conocerse estos valores. Pero sus posibles usos “mágicos”, no.
La milla romana de 1.000 pasos de 5 pies (esto es, 1.480 metros), tuvo un
uso continuado en las navegaciones marinas en el entorno mediterráneo. La falta
de homogeneidad del arco terrestre (o eso es lo que nos han querido hacer ver)
y debido a la falta de instrumentos adecuados para medir la velocidad de las
naves, hizo que se continuara utilizando esas antiguas medidas “homologables”.
Se fueron filtrando mapas y escritos atribuidos a esa obra desde Bizancio
hasta Italia, donde la reconstruyeron, y quien sabe, si manipularon. Hasta su
fecha de edición, 1474, casi 1.200 años después, dan para tergiversar mucho. ¿Por
qué? Quizá una manera de esconder esas distancias y su manera de
interpretarlas.. Recordemos quienes tenían acceso a esos mapas y escritos.
Todos, absolutamente todos los manuscritos originales de estos eruditos se
perdieron. El “fuego purificador” de los bárbaros y cazurros invasores
de distinta ralea, dieron buena cuenta de las grandes bibliotecas del mundo.
Excusa que sigue ahí como visión inalterable a ojos y oídos de historiadores
“mermados” de sentidos.
Sería como si dos partes en conflicto bélico, al terminar este con la invasión de una parte, esta destruyera la tecnología y las patentes que le sirvieron a la otra para defenderse o atacarle. Todo ello por ir en contra del sagrado nombre de Allah, Jehová o el Cristo de los Desamparados. Totalmente absurdo, ¿verdad?. Esto se llamaría conseguir secretos por “derecho de conquista”. Y en eso, el Imperio Romano, fue todo un especialista. Que se lo digan a Julio César, que a través de la compra o cese de “rutas secretas” de navegación por parte de un acaudalado fenicio de Gades, Cornelio Balbo, puso en manos de la élite romana vías hacia las Islas Canarias y diferentes puntos del Atlántico, así como la circunvalación de las costas africanas hacia el siglo VI a. de C. realizadas por el pueblo fenicio. Balbo, fue el primer no nacido en la península Itálica en ocupar los más altos puestos en la República de Roma. ¿No pensarían que la meritocracia era una cosa del pasado?
Como decía, las cartas portulanas conservadas más antiguas, como la
de Pisana (1311) y las de Petrus Visconte (1313) aún conservan la medida de 50
millas por grado. La navegación durante ese siglo XIV por las grandes
extensiones de mar atlánticas, hicieron que esas distancias no se
correspondieran a las distancias geográficas reales (o al menos oficialmente
así parece ser). Se adoptó entonces la medida de la milla árabe elaborada en
tiempos del califa Al-Mamún y que correspondían a un grado de arco,
también (posteriormente analizaremos esta medición junto a otras con símbolos
comunes). Se adaptaron erróneamente a las millas romanas las 56 2/3 o 56,666
millas. Serían estas casi 84 kilómetros por grado. Se utilizaron estos valores
durante casi un siglo a partir de 1327, como por ejemplo, el conocido “Atlas
catalán” de Abraham Cresques de 1375. Se cree que en estos portulanos se
utilizaba la proporción 18/17 en las líneas trazadas para convertir lo curvo de
la esfera en lo plano del mapa.
Atlas Catalán de Abraham Cresques.
1375
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La conquista portuguesa de Ceuta en 1415 hizo establecer a partir de ahí, unas extensas rutas de navegación que “reconsideraron” una nueva medida del grado terrestre en 66,666 millas, resultado de la medición de 3 grados, entre el Cabo de San Vicente y la isla Berlinga Mayor. De esas “atribuidas” 200 millas a los 3 grados, ensancharon el grado de arco a 98,66 kilómetros. En España y Portugal, durante el siglo XIV se utilizaban ya la legua de 4 millas para la navegación y legua de 3 millas para itinerarios en tierra. Esa apunta a ser la causa del “error” atribuido a Colón. Él mismo reconoce en su “Diario” el uso de las 4 millas de 1.000 pasos por legua y el grado por meridiano de 56,666 millas. ¿Error? No lo creo. Más bien parece un encriptado de las cartas de navegación para salvaguardar el secreto de las nuevas rutas y sus verdaderas distancias.
El secreto de las rutas de navegación fue un valor fundamental a lo
largo de las civilizaciones de la antigüedad. Los fenicios, se cree, exploraron
tierras costeras africanas y del Índico. Era parte de su riqueza comercial. El
geógrafo hispanorromano, Pomponio Melo, comentó en el siglo I de nuestra era
las “Tierras templadas” de las regiones africanas del sur, “presuntamente” desconocidas
en la época. Describe lugares que posteriormente se atribuyeron a las islas de
Cabo Verde y las Canarias, e incluso a algunas costas orientales de América del
Sur. Relata sobre los “antichtonos”(Antípodas) o habitantes desconocidos
del hemisferio austral. Como otros autores de tratados en geografía de la
antigüedad, habla de la esfericidad de la Tierra, pero sin comprender demasiado
su geografía. Sí, sí. Está bien expresado. Geógrafos que han escrito
tratados de geografía y cartografiado el mundo conocido, pero sin entenderlo.
Curioso. ¿Sabría Marco Vitruvio, arquitecto e ingeniero de Julio César en sus
campañas, para qué demonios servían esos pilotes que diseñaba en sus puentes
para salvar los obstáculos naturales como ríos y barrancos en la construcción
de carreteras? La respuesta parece tonta, pero parece que quieran hacérselo a personajes
como Estrabón, Claudio Ptolomeo o Al-Idrisi.
“De situ orbis”, la obra de Pomponio Melo se perdió, ya es mala suerte. El ejemplar más antiguo data de 1471, en Milán. De la vida de este geógrafo de Tingetera (Algeciras), poco se supo. Tampoco debía convenir. Recordar que 3 años después, (1474), apareció editada en latín el “Geographia” de Claudio Ptolomeo y entre los años 1480-83, se editó el best-seller geográfico de la época, “IMAGO MUNDI”, en esos albores del Renacimiento y, próximos a la fecha establecida para datar el comienzo de la Edad Moderna, el “descubrimiento” de América por un personaje enigmático una década después.
Por tanto, vino muy bien esa publicación del Imago Mundi y su “amplia divulgación”
entre las universidades europeas del crucial momento. Elaborado en 1410, por un
prolífico teólogo, en pleno Cisma de Occidente de la Iglesia (1378-1417).
Conflicto que en resumidas cuentas, no es otra cosa que una lucha por el poder eclesiástico
de las nobles familias europeas que dominaban el comercio y la incipiente banca.
Siendo los clanes de un lado los Orsini, Colonna, Vico, Caetani, entre otros, y
los Valois, Trastámara, ejemplo del segundo. Y es aquí donde entra el autor del
tratado geográfico, Pierre D’Ailly (1351-1420), reputado teólogo francés.
Mediador en los concilios de Pisa (1409) y Constanza (1414-18). Al posicionarse
de una parte fue nombrado cardenal de Cambrai, capellán real y “almoner”
(miembro adscrito a la casa Real de Francia). Favores pagados por parte de un antipapa,
Juan XXIII, no precisamente un adalid del puritanismo. Como astrólogo “pronosticó”
que el cisma de la iglesia era un símbolo de la venida del anticristo. En la
publicación titulada “18 de Brumario de Luis Bonaparte”, Karl Marx pone en boca
de Pierre d’Ailly una respuesta hacia los defensores de la reforma de la ética
durante el Concilio de Constanza: “Sólo el diablo en persona puede salvar a la
Iglesia Católica, y pides ángeles”
El tenebroso Cardenal |
Es aquí cuando entra “nuestro” Colón, que se hizo con un ejemplar de este citado
libro en 1483. Recién salido del horno impresor, del que se posee un ejemplar
con 898 anotaciones manuscritas del navegante “genovés” en sus páginas.
Y esa visión-imagen-espejo del mundo expuesta por el teólogo D’Ailly, y servidor de la curia en sus más altas cotas, coincide en tiempo con una bula papal de Sixto VI (Francesco Della Rovere, de los Della Rovere de toda la vida, como el posterior Julio II) que repartió las “nuevas tierras” (y sus gentes) del Atlántico entre Castilla y Portugal. La ATERNI REGIS CLEMENTIA (21-6-1481), en solsticio de verano, como buenos “creyentes”. El fundador oficial de la Biblioteca Vaticana, en 1475, a través de la bula Ad decorem militantis Ecclesiae (La belleza de la Iglesia militante) por cierto.
Vamos viendo la intención de la institución eclesiástica en promover esas
“distancias erróneas” y confusas de medición de la Tierra, cuando hemos visto
que ya existía una relación entre las medidas contemporáneas y las antiguas
romanas. Así como mediciones bastante certeras.
Las sirenas cantando a Alonso Sánchez de Huelva, que porta su "rollo" en la mano
|
Toda esta leyenda del protonauta o prenauta, según casi todos los
investigadores, parece estar “alterada” para darle un sentido y unos apoyos a
ese “constructo” alrededor de la figura de Cristóbal Colón. De nuevo, se
instalan unos cuantos velos en forma de leyenda para apuntalar el mito. Esos
mapas y medidas, que eran auténticos “secretos de Estado”. Esas cartas
de navegación que parecían venir del pasado.
Como muestra de la veracidad del asunto, se revela en la obra “Apologética
Historia” (1566) de fray Bartolomé de las Casas que: “Cuando el Almirante
determinó buscar un príncipe cristiano que lo ayudase e hiciese espaldas, ya él
tenía certidumbre que habría descubrir tierras y gentes en ellas, como si en
ellas personalmente hubiera estado; de lo cual cierto yo no dudo”. Parece
que al dominico no se la colaban con facilidad. Por tanto, Colón no fue a
Portugal por casualidad. Allí la Orden de Cristo, había sido heredera de muchos
secretos templarios que tenían que ver con los viajes de estos a “tierras
desconocidas” para la mayor parte del mundo.
PiCOLOMini y su Cosmographia, antes de ser PIO II |
Las investigaciones, en su mayoría, otorgan a Colón un pasado sin formación
académica. Citándolo siempre como autoiniciado. “No era docto, pero si bien entendido
y (…) informose de hombres leídos sobre lo que decían los antiguos acerca de
otras tierras y mundos”. Escribió López de Gómara sobre él. A diferencia de lo
narrado por su hijo Hernando del que dice que cursó estudios en Pavía (entre
Génova y Milán).
Se le atribuyeron al navegante Colón unos errores garrafales en sus cartas
y diarios de navegación que son impropios de alguien que cruzó y, lo más
importante, regresó a la península
cuatro veces (al menos que sepamos) desde el otro lado del Atlántico. Errores
de cálculo de latitud del doble de grados reales. Confundir las Canarias con
las islas Azores. Y lo más curioso, contar bastantes leguas de menos todos los
días con la excusa de no desmoralizar a la tripulación.
Relacionando todos los datos expuestos llega uno a la conclusión de que Cristóbal Colón no tenía la más mínima intención de dar a conocer, de una manera certera, el destino que estaba marcando con falsos datos.
Aquí es donde entra la figura de Martín Alonso Pinzón, reputado navegante de Palos de la Frontera, Huelva (1441-1493). Este sí, era reconocido por su valía en los mares por todos los investigadores oficiales. Se recoge la “anécdota” que a este marino le es entregada una “carta vaticana” que pertenecía a la biblioteca del mismísimo papa Inocencio VIII (el autor del “alias” de “Católicos” a los reyes de Castilla y Aragón) y de la que se hizo con una copia por el bibliotecario de este. Decía así:
Navegarás por el mar Mediterráneo fasta el fyn de España, e de allí al
poniente del sol, entre el norte e el mediodía, por vía temperada, fasta
noventa e cinco grados de camino, y hallarás una tierra de Sypanso, la qual es
tan fértil e abondosa que con la su grandeza sojudgará a Africa e a Uropa.
La atribuyen a los tiempos de Salomón (cosa poco probable). Al menos encara
hacia un tiempo bastante pretérito como venimos deduciendo hasta ahora. Observemos
una cosa. El papa Inocencio VIII tiene como epitafio en su monumento funerario
lo siguiente:
Parecía muy interesada la curia papal en “empujar” a la empresa de Colón y
Pinzón hacia un “Nuevo Mundo” del que acceder a riquezas ya conocidas. Más si
cabe, teniendo en cuenta que son los franciscanos del convento de Palos de
Moguer los que ponen en contacto a ambos marinos. Colón manejaba información
parecida, destacando documentos de la Orden del Temple copiados en Tierra Santa
e incluso papiros egipcios.
Pinzón fue codescubridor del Nuevo Mundo y, al parecer, marinero más
experto a ojos oficiales. Puso de su cuenta 500.000 maravedíes en dicha empresa.
Fue el primero en regresar a la península. Llegando a Bayona (Galicia) dos
semanas antes. Allí mandó varias cartas a las Cortes hispánicas de los
descubrimientos acaecidos. Su intención era reunirse con los reyes, que andaban
en Barcelona. No pudo ser, debido a la enfermedad venérea adquirida por este en
tierras paradisíacas (sífilis) acabó con su vida el 21 de marzo (equinoccio de
primavera) de 1493. De esta manera toda la gloria se la llevaría Cristóbal
Colón. Ahora sí, se puede ver una similitud entre la leyenda del “prenauta” ALONSO
Sánchez de HUELVA y Martín ALONSO Pinzón, natural de Palos (HUELVA).
Los dos personajes ("los Alonsos") adquieren un conocimiento “revelado”. Uno en su viaje
exótico y el otro en la biblioteca papal. Ambos portaban un saber. Los dos
cayeron rendidos a “los cantos de sirenas” que les provocaron la muerte. Estos
revelaron su secreto antes de morir. El Alonso del “constructo Colón” se
lo pasó al genovés. El Alonso al que confiaron el mapa y, posiblemente secretos
de las “distancias mágicas”, trató de ponerse en contacto con los Reyes
Católicos antes de su muerte, pero fue el “constructo”, Colón, el que
transmitió oficialmente el hallazgo de esas rutas “nuevas”. Su conveniente
muerte acabó con esa información “prestada” en manos, otra vez, de sus
guardianes.
Ante tanta tergiversación de historias, mapas y personajes hay que ir
“apuntando” a los más que posibles responsables de las manipulaciones a casas
reales y al Papado o Vaticano. Poseedores de los grandes archivos históricos,
unos propios y otros conseguidos por el método de la sustracción ordinaria.
Muchos de ellos se “perdieron” en los “fuegos accidentales” de bibliotecas
legendarias. ¿Por qué y para qué? Sigamos investigando.
Siguiendo al “constructo Colón” abordaremos en esta historia la introducción del personaje de Paolo del Pozzo Toscanelli (1397-1482), reputado matemático, astrónomo y, como no, cosmógrafo florentino. Sus conocimientos en matemáticas fueron aplicados para la construcción de la cúpula de la catedral Santa Maria del Fiore (Florencia). Toscanelli colocó el más alto GNOMON conocido en la época en esa enorme cúpula. Un objeto de 4 cm en la ventana sur de la cúpula de Brunelleschi a 90 metros del suelo. Calculando de manera muy precisa para ser utilizada como instrumento de medición del año solar. Los cálculos llevados por el viejo Toscanelli con su “agujero gnómico” permitieron corregir las Tablas Alfonsinas y Toledanas, que fueron las medidas oficiales astronómicas hasta ese momento. La “trampa solar” del gnomon ‘inverso’, atrapa el disco solar grabado en el suelo de la catedral durante el solsticio de verano, al mediodía, como el cálculo de Eratóstenes…
No obstante, el apodado “novello Tolomeo” (nuevo Ptolomeo) en su época, curiosamente dio por buenas las medidas de Posidonio, igual que Claudio Ptolomeo. Por tanto, dominando a la perfección los medidores astronómicos (cómo utilizó, con errores, Posidonio) y utilizando la técnica del gnomon (como “utilizó”, con errores también, Eratóstenes), con uno gigantesco y más preciso, tuvo el “error mayúsculo” de utilizar medidas tan alejadas y equivocadas como las descripciones del libro Geographia de Ptolomeo. Incomprensible en alguien de su conocimiento.
A Toscanelli se le atribuye una carta al rey Alfonso V de Portugal, como respuesta a sus intereses sobre los aspectos geográficos de la navegación a la India. En esa carta adjuntaba un mapa del Océano Atlántico con la isla de Cypango (Japón) y las Antillas Atlánticas antes de esa exótica tierra, al otro lado de Europa, que permitía un viaje por mar hacia occidente. El contacto se produjo a través del clérigo y médico portugués Fernaõ Martins y el conocido de ambos, el cardenal alemán, Nicolás de Cusa. Las cartas no son al rey portugués, son remitidas por Toscanelli, supuestamente, al clérigo portugués. Digo supuestamente porque esas cartas fueron manuscritas y copiadas por Cristóbal Colón en su copia del libro “Rerum Ubique” de Pío II y su dudosa autenticidad. Ni rastro, eso sí que no, de las “famosas cartas” del astrónomo Toscanelli al navegante genovés. Sólo se admite verdadera, a día de hoy y generalmente, la carta del “novello Tolomeo” y el canónigo Martins, pero se rechazan sus cartas a Colón. (¿Cómo?) La larga mano del Vaticano y la admisión de las cartas como válidas por parte de los “colombistas” del siglo XIX aumentaron el “constructo colombino”
La biografía de Colón fue escrita por su hijo Hernando decenios después de la
muerte de su padre, entre 1536-39. “Historia del Almirante”. Hernando
murió al término de esta. Las memorias no fueron publicadas hasta 1571, en la Serenísima República de Venecia. Un personaje singular, también. Su archivo y su
amplísima biblioteca fue un trabajo de treinta años que le llevó por toda
Europa en busca de los mejores documentos para la investigación y el estudio
universal (¡vaya, olemus filántropus!). Es un tanto curioso como el hijo del “tergiversador
documental” Colón se hiciera con unos 15 o 20.000 libros. Y no sólo eso. Los
resumió y catalogó (¡20.000 libracos!) en un catálogo llamado “Libro de
Epítomes (resúmenes)”. Desapareció hacia finales del siglo XVIII y ha sido
encontrado en fechas muy recientes. Una muestra de lo que fue la biblioteca
privada más importante de la época. Hernando o Fernando Colón fue uno de
los miembros más importantes de la corte del emperador Carlos V. Parte de esos
libros fueron heredados de su padre, el Almirante. La custodia de tamaña
biblioteca pasó a manos del Cabildo de la Catedral de Sevilla, al igual que la
Biblioteca Capitular, que ya albergaba parte de la biblioteca de Alfonso X, el
Sabio.
Los libros acumulados por el hijo de Colón formarán parte de la futura, y todavía existente, ‘Biblioteca Colombina’ sita en Sevilla, también. ¿Adivinan cuál ha sido el destino de la mayoría de libros de Hernando Colón a lo largo de los siglos posteriores? No. En este caso no fue el fuego purificador el que diera buena cuenta de estos comprometidos (algunos) libros, sino la “extraviación” de estas obras custodiadas por la institución de la iglesia católica. Debe ser que el tiempo es lo que tiene…, que aparezca el catálogo original de la biblioteca más importante de Castilla en una universidad de Copenhague es lo más normal del mundo. Cosas del tiempo, de la historia… y de sus gestores.
Curiosamente se conserva el poco conocido “Libro de las Profecías”, atribuido al navegante genovés realizado con la ayuda de fray Gaspar de Gorricio (lo que se llama habitualmente “el negro, para que nos vamos a engañar) en 1504, en la que poco más o menos que engrandece su magma figura hasta considerase el divino elegido cruzado, evangelizador de indígenas, y que habría de conseguir las riquezas traídas de las nuevas tierras para la conquista de Tierra Santa por la Cristiandad. No en vano, en la firma que se le atribuye se hace llamar “Cristo Ferens” (algo así como el que lleva hacia Cristo). Con toda seguridad podemos afirmar que aquí se les fue un poco la mano en el engrandecimiento del personaje. También faltan unas 14 hojas del libro, quién sabe si arrancadas por la vergüenza ajena, en este caso. Eso sí, la firma es de lo más curiosa.
La carta y el mapamundi adjunto del viejo Toscanelli tuvieron el mismo
destino que la mayoría de los libros de Colón. La descripción que de él le
narraba el astrónomo florentino a su interlocutor era de cuadrantes de 250
millas italianas (1.480 metros). 26 cuadrantes de distancia entre Lisboa y
la ciudad de Quinsay. Esas 250 millas romanas resultan 370.000 metros,
partidos por la “unidad” 666 nos lleva a 555,555… Las leguas
calculadas por Colón, desde las Canarias hasta la isla de Cypango
(Japón) fue de 750 leguas marinas (o de 4 millas). Esto son 3.000 millas
romanas equivalentes a 4.400 km (o 1.000 leguas terrestres) divididos
entre esa unidad luciferina ‘666’ refleja 6,666…
¿Pudo ser el “constructo Colón” una connivencia entre la curia papal de Roma y las casas reales para abrir la “vía” del “Mare Tenebrosum”, para occidente, “Bahr al-Zulumat”, para el mundo árabe, hacia una apertura de algún tipo?. El nombre de ‘las Tinieblas’ y el punto más austral del ‘Cabo del Miedo’ (actual cabo Bojador, Sahara Occidental) de la costa “conocida” africana, junto con leyendas temibles cargadas de muerte y criaturas monstruosas, hicieron de muralla para cualquier tipo de empresa profana que se aventurara a atravesar los confines de los “mares conocidos”. También se le conoció por “al Bahr al-Atlasi (el Mar de las Montañas Atlas, de ahí el nombre de Atántico)”. El geógrafo árabe Al-Idrisi escribió allá por el siglo XII: “Nadie sabe lo que hay tras ese mar, ni puede averiguarse, por las dificultades que oponen a la navegación sus profundas tinieblas, la altura de las olas, los innumerables monstruos que lo pueblan y la violencia de sus vientos”.
Los más que posibles contactos con ese continente desconocido por casi todas
las civilizaciones, al menos por conocimiento de sus élites, anteriores en
occidente, dejan entrever que hubo una “orden” o “acuerdo” para iluminar
el “Nuevo Mundo” a partir de la segunda mitad del siglo XV. Coincide con
la caída del antiguo imperio Bizantino y el ‘Renacimiento’ europeo
impulsado desde Roma. “Renovación” del Imperio, pero dominado por los mismos.
Se puede intuir que esa apertura de “luz” y dejar de lado la “oscuridad” tuvieron
unos intereses que para nada son los que nos han llegado hasta nuestros días.
Como hemos visto, desde los tiempos de los fenicios, sus élites en concreto,
pasando por los templarios y expediciones impulsadas en la época de los
califatos árabes, entre los siglos IX y XII, hubo un claro control de las “rutas
desconocidas”.
La aparición impresa de todos los mapamundis y tratados de geografía cargados de fantasía y de… errores forzados. Esos errores que llevaron a “rectificar” a Posidonio sus cálculos del perímetro de la Tierra a 180.000 estadios, que trasladados a los estadios “auténticos” de 1/10 de la milla náutica (185,185185…metros) resultarían en 33.333,333…kilómetros de circunferencia del globo. Esos códigos que dejaron para la posteridad como la carta de Colón a los Reyes Católicos, en marzo de 1493, donde este les explicaba su maravilloso viaje de “33” días por el Océano hasta las Indias. En realidad los monarcas españoles ya habían iniciado los trámites legales con la autoridad pertinente sobre la explotación de esas “nuevas tierras” (y sus gentes, importante). Y esa autoridad máxima que lo gestionaba no era otra que el Papa. Estos ya habían sido alertados unas semanas antes por el “agente” al que le fue suministrado el “supuesto” auténtico mapa con sus instrucciones y medidas; aquel que durante el “constructo Colón” fue apartado de la gloria para otorgársela al misterioso almirante sin rostro, ya que no fue captado por ningún retratista de la época (curioso, curioso). Ese personaje no era otro sino el pretendido “prenauta” de la historia “no-oficial”, pero oficiosa. Ese al que encomendaron dar a conocer la ruta hacia el Nuevo Mundo, pero enmascarándola a ojos profanos de las auténticas medidas. Abrirse paso por el Mar de las Tinieblas, pero con la suficiente bruma para que el “Novus Mundus” siguiera un tiempo más sólo al alcance de los poseedores de la bula papal.
Esos 33.333 1/3 kilómetros ocultos dentro del “error oficial” parecen vislumbrar un velo que tapaba ese resto de perímetro planetario de los 40.000 kilómetros oficiales y que, al parecer, ya manejaban de sobra. Y es que ese resto es de 6.666 2/3. Velos de la historia. Velos luciferinos. Sigamos investigando.
EN BUSCA DEL METRO PERDIDO
“En el corazón de quien la ve (la Gran Pirámide),
brota el deseo de comprender su mensaje”
Fajr el-Din el-Harab el-Masri (1257)
Siguiendo la investigación de las raíces del “metro” nos toparemos con un
peculiar monumento del cual se desconoce, con total certeza, su verdadera
utilidad. Ha sido objeto de los mayores estudios, tanto por investigaciones extranjeras
promovidas por estados y manos y sociedades privadas (y discretas). Estas
fueron realizadas por los sabios y sacerdotes de diferentes civilizaciones que
la utilizaron como modelo de medición. Mientras aquellos poderosos aprovechaban
una fuente de sabiduría que se pierde en el pasado, oscureciendo a la población
con cosmogonías bastante simples que eran muy fácilmente aceptadas por personas
que, mayoritariamente, no viajaban grandes distancia a lo largo de su vida.
Quién sabe si ese monumento, y su conjunto, del que se suceden réplicas en
todo el mundo antiguo más o menos acertadas, fuese la gran construcción
original, o es una réplica de otra mayor y anterior en el tiempo. Aquí estamos
entrando en materia un tanto especulativa, pero creo que podemos tomarnos una
pequeña licencia a tenor de los hechos históricos documentados que veremos a
continuación. Aventuras geográficas que desvelan la búsqueda más precisa y
exacta por dominar esas “medidas mágicas”. Distancias y medidas que se esconden
tras obeliscos, centros astronómicos, expediciones exóticas, criptas y… como
no, la Gran Pirámide a la que estamos haciendo referencia.
Me resulta curioso como las civilizaciones y culturas del entorno
contemporáneo egipcio e inmediatamente posterior a la civilización de los
faraones, apenas “hablan” de ese conjunto megalítico de la meseta de Gizah.
Desde los enigmáticos fenicios, los poderosos persas y asirios, y los amantes
de la ciencia, griegos y romanos, pasan por alto las extraordinarias medidas de
la Gran Pirámide. Recordar que en la antigüedad estaba recubierta de una
espectacular piedra caliza blanca que la hacía mucho más llamativa. Puede que
la explicación esté en esa “ausencia controlada” del gran monumento en libros
sagrados como la Torah hebrea (donde ni tan siquiera se la menciona) o una
minusvaloración “extraña” de los textos que nos han llegado de los
historiadores y geógrafos grecorromanos. Obras “hábilmente” copiadas por
aquellos mismos que velaron las medidas de la Tierra durante tantos siglos.
Según Olympiodoro de Tebas, poeta, historiador y presunto alquimista
del imperio romano en el siglo V d. de C.: “Era costumbre entre los antiguos
OCULTAR LA VERDAD y las cosas totalmente evidentes para los hombres mediante
alegorías y el lenguaje artístico de los filósofos. En efecto, no sólo se han
mantenido en la oscuridad estas artes honorables y filosóficas, por su
exposición oscura y tenebrosa, sino que han reemplazado términos comunes por
otros términos como ocurre cuando se trueca lo que está sujeto, por la que está
en el sujeto”. Buena declaración de lo acaecido en las “versiones
históricas oficiales” y sus fábricas de velos y cortinas. Intentaremos obviar
toda alusión a la poco recomendable new age, la mucho menos teosofía,
pseudoastrología y astroteología, que ensucian todavía más, cualquier hipótesis
bien encaminada.
Comenzaremos la “búsqueda del metro” a partir de la Alta Edad Media.
Viajaremos a la China imperial del siglo VIII de nuestra era. Un emperador de
la dinastía TANG, XUANGZONG, puso en marcha un antiguo proyecto de un
antecesor suyo unos cien años atrás. Se trataba de medir las distancias de su
vasto imperio de manera correcta. El emperador YANGDI propuso alrededor del año
600 d. C. medir las sombras del Sol a las autoridades locales de sus dominios,
proyecto que se truncó con su muerte. ¿De dónde le vendría la idea de medir las
sombras? XUANGXONG, encargó al matemático y astrónomo YI CHING (683-727)
la mayor medición de terreno conocida hasta la fecha (721-724). Desde el centro
del actual Vietnam (latitud 17º) hasta Hele, actual Mongolia (latitud 51º). Se
estiman entre 11 y 20 estaciones de medición. Se realizaron tres mediciones en
cada una de ellas: la altura de la estrella Polar, la medición de las sombras
durante los solsticios y otro tanto durante los equinoccios. El grado de
meridiano se estableció en 351 li y 80 bu. Y es aquí donde volvemos al problema
de la medida y sus valores, como el estadio. El “LI” era una medida muy
variable. Entre los 400 hasta los 600 metros, aproximadamente. Investigaciones
diferentes estiman el cálculo del grado por encima de los 123 kilómetros.
Demasiado error.
Vuelve a parecer extraño que una medición tan extensa y llevada a cabo por este astrónomo fuera tan imprecisa. Estamos hablando del tipo que realizó un complejísimo calendario a través de una minuciosa medición de estrellas y planetas. Utilizó el método de interpolación cuadrática para hacer correcciones en las observaciones y precisó la predicción de eclipses (otra cosa es que le aceptaran tanto cambio, la ortodoxia es lo que tiene). Este convertido monje budista realizó mediciones sobre el movimiento real del Sol y su variabilidad de la velocidad en la elíptica. Todas esas medidas hicieron al calendario DAN YAN mucho más preciso que los anteriores. Otro hallazgo suyo fue la observación de lo que ahora se conoce como “movimiento estelar adecuado”. Esto es, las estrellas que están más lejos se mueven más lentas que las estrellas cercanas. Esta es una apreciación que no estaba al alcance en su época.
Hacemos este pequeño resumen de su obra para tener una idea de que no pudo
errar tanto alguien que se anticipó un milenio a observaciones realizadas por
Edmund Halley (el del cometa), por ejemplo. Pero no ocurre nada, el tiempo lo
cura todo, y para eso está la inestimable ayuda de un misionero de la
Compañía de Jesús (sí, sí, un jesuita) que convenció de manera altruista
(faltaría más en tan oscuros personajes) al emperador chino, KANG XI,
allá por principios del siglo XVIII, de establecer la unidad de medida en un
grado de meridiano. El jesuita fue el belga Antoine Thomas. En 1702 comenzaron
a erigirse multitud de gnómones en la planicie al sur de Beijing. El resultado
de las observaciones fueron de 195 li y 6 bu (de la época, claro). Elaboraron una
barra de 5 chi (medida inferior al bu) que se convirtió en el “paso imperial”. Eso
sí, el emperador le supo bien redondear la cifra del grado de meridiano a 200
li (el redondeo, recuerden, siempre el redondeo), que para eso poseía ese
derecho de establecer las medidas según su conveniencia. Se adelantaron casi un
siglo a Europa…¿por sugerencia de quiénes? Sí, de los hombres de negro. Puede
estimarse ese redondeo de los 200 li en 555,555…metros por li, que serían
111,111…kilómetros de grado “oficial redondeado”. Cabe decir que el gobierno de
KANG XI estuvo copado por asesores jesuitas. Muy probablemente estuvieron “probando
medidas” (elucubración mía).
XI’AN o CHANG’AN, era el principio y el fin de la famosa “Ruta de la Seda”, que conectaba Europa con el Extremo Oriente desde tiempos de la República Romana, “oficialmente”, siglo I a. de C. Por lo tanto, conectaban las avanzadas matemáticas de China e India con la Alejandría Ptolemaica, heredera de la cultura helénica. Y entre esos dos mundos; Oriente Medio, donde bebían de ambas fuentes. En un extremo de la ruta la influencia de las pirámides de Gizah, de tiempos inmemoriales. Al otro lado, el conjunto de las poco conocidas pirámides chinas, algunas de ellas enormes, como la “Gran Pirámide Blanca”, cerca de XI’AN. Muchas de estas construcciones se encuentran en las llanuras de QUIN CHUAN, en un radio de 100 kilómetros alrededor de la antigua capital china. La más antigua se estima en el siglo III a. de C. La falta de datos, hasta ahora, fiables métricamente tan sólo nos puede servir para “juntar” geográficamente la medición del arco de meridiano como medida de longitud y pirámides. No hay datos históricos si utilizaron esos monumentos de tierra prensada para esas mediciones. Tampoco esa medida de arco duró demasiado tiempo. A destacar la forma aproximadamente piramidal de los observatorios astronómicos como el de Gaocheng, donde se puede observar un curioso gnomon en forma de caduceo.
Unos 100 años después de las mediciones del gran YI CHING, nos trasladamos hasta
el califa Al-Mamún, el hijo del protagonista de las 1000 y una noches,
para ponernos em situación, el califa HARUN AL-RASHID.
Este monarca de los Abasidas de Bagdad, siguió la estela cultural y de
investigación científica de su padre. Se encontraba a medio camino de esa ruta
comercial y todo indica que acumuló saberes de una y otra parte del “mundo
conocido”.
ABU YAFAR AL-MA’MUN’ (Al-Mamún, para los amigos)(786-833) consiguió todo
tipo de material de conocimiento, por lo civil o por lo penal. Donaciones en
pago de impuestos, o por la fuerza, con entregas de bibliotecas incluidas. Este
hecho se acerca más al sentido común histórico que la quema indiscriminada de grandes
bibliotecas en todo el mundo. Un tratado con el emperador Bizantino, Miguel II,
le hizo “adquirir” una importante cantidad de obras científicas, heredadas
muchas de la Alejandría greco-latina. Las hizo traducir todas al árabe. La obra
completa, y no del todo adulterada, de Aristóteles y otra de vital importancia
para la medición de la Tierra, la “Sintaxis” de Claudio Ptolomeo, a partir de
la traducción en árabe conocida como “Almagesto”. Todo ello propició la
creación de la BAIT AL-HÍKMA, (La Casa de la Sabiduría) en Bagdad. En
ella se salvaguardaron la mayor parte del pensamiento clásico, para luego
volver a ser “copiados” y debidamente traducidos en los monasterios de la
cristiandad. Más tarde ampliamente divulgados en el Renacimiento a través de la
imprenta.
A partir de aquí, el califa Al-Mamún, se obsesionó con descubrir los secretos de la Gran Pirámide. Hacia el 820 consiguió abrir una entrada. La historia es bien curiosa. Tanto cronistas griegos, como romanos, hablaban de una entrada a un pasadizo descendiente a través de una piedra giratoria que daba a un foso subterráneo. Este monumento cayó en el olvido y en el transcurso del tiempo se olvidó la entrada a esta (vuelven las cortinas) sita en la cara norte de la pirámide. Al parecer, el califa y su equipo de sabios, encontraron algo en esos documentos incorporados a su “Casa de la Sabiduría” que los llevaron a agujerear las enormes rocas que se apilaban en su oscuro camino. Todo parece indicar una gran iniciación en este proyecto. No da la impresión que fuera a aventurarse sin rumbo fijo por un pasillo hecho improvisadamente en un lugar al azar, como así indican las crónicas. Su equipo de arquitectos , ingenieros y lapidarios perforaron hasta 30 metros dentro de la enorme CRIPTA piramidal (aportar luz al conocimiento perdido). No encontraban nada y de repente se “obró el milagro”. El estruendo de una roca al precipitarse al otro lado del túnel creado. Excavaron la pared en dirección al sonido del otro lado y encontraron un estrecho pasaje de 1,07 metros de alto, por 1,2 metros de atura. Ese pasillo daba a la entrada original, que quedaba a 10 hiladas de piedra más arriba de lo que calcularon. De vuelta sobre sus pasos sólo encontraban diferentes pasajes angostos que se cerraban y sólo conducían a un foso de suelo desigual (pruebas iniciáticas).
La Cámara del Rey |
Esa piedra triangular desprendida, que cayó y su estruendo marcó el camino
a seguir recuerda mucho a la esmeralda de la frente de Lucifer, que una
vez arrojado del paraíso le fue arrebatada para desprenderle de su poder. Esa
piedra puede simbolizar la comunicación entre el mundo de los vivos con el
paraíso y el inframundo. La perversa tentación de la magia disfrazada de luz, de
aquella esmeralda tallada en “72” facetas (¡oh, cielos!) en el momento
de su rebelión con Dios.
Según el testimonio de IBN ABD ALHOKIM, un musulmán que habló sobre las
maravillas de Egipto: “que después de Al-Mamún, encontraron en ella (la
pirámide), hacia la parte superior una cámara, con una piedra hueca, en la que
había una estatua de un hombre, sobre el cual había una placa en el pecho de
oro decorada con joyas. Sobre la placa, colocada una espada de incalculable
valor, en su cabeza un carbunclo (rubí) del tamaño de un huevo, brillando como
la luz del día y con inscripciones impresas que nadie entendía”. Leyendas…
Al-Mamún hizo tomar como medida la base de la pirámide dividida por 400 y
que dio paso a “su” CODO ÁRABE, 0.576 metros. Oficialmente se le
atribuye como “codo negro” y una correspondencia de 0,54 metros, pero esos
datos no son coincidentes con las medidas utilizadas en base a ese dato, como
veremos. Los griegos lo dividieron por 500 para el suyo. Conociendo la base media
de la pirámide, 230,363 metros, podemos observar la multiplicidad de las
antiguas medidas árabes creadas por este califa. Véase la GHALWAH, con 720
pies equivalentes a 230,4 metros (la base de la pirámide); la PASARANGA
o liga, igual a 1.000 codos árabes que son 5,76 kilómetros; el BARID
de 4 PASARANGAS, como las 4 millas por legua marina, equivalentes a 23,0363
kilómetros o 100 veces el perímetro de la base del monumento; y su doble,
el de 46,072 HARHALAH kilómetros. Pero lo cierto es que a este granuja
histórico de Al-Mamún no le hizo falta medir las bases de la pirámide, sumo
un codo real más a los 10 codos reales (5,236 metros) y con 11
(5,76 metros) estandarizó sus nuevas medidas y, de paso le puso la cortinilla
a su “codo”, que fraccionado en 10 partes resultaría 0,576 metros.
Recordemos que no existía el metro aún, aparentemente, claro.
Tras las comprobaciones IN SITU de los estudios realizados, retornaron a
Bagdad a experimentar con esas distancias logradas. Volvemos a cubrir de velos
históricos y de cifras aparentes al más puro estilo “Eratóstenes”. No sabemos
con certeza cual de estas historias sería la cierta, probablemente ninguna. Procedieron
a medir su grado de arco y a establecer su valor como medida de longitud. Lo
que sería la milla árabe. Pero, ¿cómo lo hicieron?
El astrónomo y geógrafo AL-FARGHANI (800-870), conocido en occidente como Alfraganus, participó en el proyecto, creador este del gran Nilómetro de Egipto. También participó el matemático AL-KHWARIZMI, Al-Juarismi, en occidente. El innovador erudito que a través del álgebra demostró como resolver ecuaciones cuadráticas complementando el cuadrado. Y otros destacados científicos del mundo árabe. Decimos esto antes de explicar los métodos de medición sencillos y poco convencionales que nos han llegado hasta nuestros días.
Una medida, cuentan que la hicieron, en el desierto de Sinjar. Los sabios
se dividieron en dos grupos desde un punto central. Viajaron en línea recta
unos en dirección norte y otros, lo mismo, en dirección sur. Midieron hasta el
punto que observaron un grado de arco de meridiano. Regresaron al punto de
partida y el resultado fue de 56 millas en una dirección y 56 2/3 en la otra.
Por alguna extraña razón se eligió la medida mayor, la de 56,666 millas, dando
un resultado de 40.748 kilómetros de perímetro terrestre. Entre 360º equivale a
111,8 kilómetros por grado. Por lo tanto, ese supuesto valor que sería de 1.973
metros para la nueva milla árabe, aproximadamente. Su medida “precisa” no se
sabe con certeza y se baraja entre 1,8 y 2 kilómetros.
Algraganus, medidor de elementos |
Otra historia relata la medición entre dos pilares con una diferencia de un
grado de meridiano en dirección norte-sur mediante clavijas de mira en un
desierto plano. Se dedujeron 4.000 codos en una milla. El problema del relato
es que se duda de la medida del codo utilizada. Se tiene a bien otorgar 1.995
metros a la “milla alfragana” (por Alfraganus), o 1925 según el codo de
Al-Mamún.
La siguiente narración implica al matemático Al-Juarismi en colaboración
con los hermanos BANU-MUSA. Los sitúa entre el Éufrates y el Tigris, dos de los
ríos del Jardín del Edén bíblico, en el desierto del Sinjar, Irak. En este
lugar, estos afamados eruditos de la historia científica, “tomaron una soga
enorme “ y la desplegaron de un extremo a otro del mismo meridiano. Calcularon
donde se veía la estrella Polar con un grado de diferencia. Repitieron el
proceso varias veces. Es obvio que este experimento no se realizó de esta
manera. La soga o “cuerda” hace una clara alusión a la figura geométrica utilizada en
trigonometría. Ahí sí que se movían bien cuadrando distancias geodésicas. Y de
ahí que de una manera u otra acertaran bastante el perímetro del planeta. La lectura
simbólica nos hace ver a la “cuerda” como la “escala” hacia la magia,
ese acceso al ocultismo. La estrella Polar señala la búsqueda de las
respuestas.
Y por último, la medición entre las dos ciudades de Tidmur (Palmyra) y
Raqqa, en Siria. Cuentan que entre las ciudades había un grado de latitud y estaban
en el mismo meridiano. Ni es cierta una cosa ni la otra. Entre las dos ciudades
dista más de un grado de latitud, unos 166 kilómetros, más de grado y medio, y
casi un grado de longitud de meridiano de diferencia. De esta medición se
cuenta que resultaron 66 2/3 (66,666…) millas por grado a una circunferencia de
24.000 millas de perímetro. Ese cantidad de millas las dividimos entre 360º y nos
da la luciferina cifra de 66,666… millas por grado. Nos daría un minuto de arco
igual a 1.677 metros para los 111,8 kilómetros por grado que “deducen” que les
salió o 1,666… metros para los 111,111… kilómetros.
¿Cuál es la verdadera milla árabe? Veamos este texto de LIVIO STECCHINI
(1913-1979), profesor de historia antigua: “Mi conclusión es que las
operaciones ordenadas por Al-Mamún no proporcionan un dato diferente a la de 75
millas romanas por grado. El propósito de estas era verificar las operaciones
de los antiguos, las cuales encontraron correctas. Ni un solo escritor encontró
discrepancias entre los datos de Al-Mamún y hasta cierto punto, las 75 millas
por grado. La incertidumbre sobre si la cifra de Al-Mamún era 56, 56 2/3 y 57
millas refleja el hecho que simplemente confirmó los datos ya conocidos. Como
he dicho, algunos atribuyeron el cálculo realizado por Al-Mamún de 66 2/3
millas por grado”
Esa distancia entre la ciudad del Templo de Bel (Palmyra) y la ciudad
orillada por el Éufrates (Raqqa) se aproxima en 100 millas de 1,666… metros a
los 166 kilómetros reales. En tanto no es descabellado formular los 1,666 2/3 kilómetros
como valor “real” de la milla árabe. Llama la atención en ese texto de Stecchini,
“la confirmación de los datos ya conocidos”. Si partían de los cálculos
de Ptolomeo “erróneos”, ¿acaso no observaron que el planeta era mucho mayor?
Claro que lo observaron. Seguramente los textos de las obras del “GEOGRAPHIKÉ YPHEGESIS”
(Geografía) de Claudio Ptolomeo, fue traducido al árabe por ABD ALLAH BEN KURDARIH,
erudito persa, llevaban informaciones contradictorias, lo cual hizo reelaborar
varias veces. Al-Juarismi lo corrigió y revisó en las referencias a África y
Oriente. Aquellos “incógnitos estadios”, luego convertidos en millas romanas y
pasadas a millas árabes. Existía una coincidencia en la proporcionalidad de
ambas medidas de 8/9. Esto es 8 millas árabes (1.666,666..metros) equivalen a 9
millas romanas (1.480 metros). Tal que a metros convergen en 13.333 las 8 millas
árabes y en 13.320 las 9 millas romanas. La proporción del cambio es de 8/9
(0,888…).
Ahora se comprende mejor aquella medición de los portugueses que les llevó
a aumentar las millas a 66,666 para el grado de meridiano. Sutilmente
camufladas en aquellas 200 artificiales millas. Curiosamente, a partir de estas
nuevas mediciones y durante toda la Edad Media, los árabes dominaron los mares;
así como a partir del siglo XV lo hicieron los portugueses. ¿Qué esconden estas
cifras? Parece que ya vamos intuyendo proporciones.
Con estos datos, Al-Mamún encargó a 70 sabios (“72”, si
contamos a Al-Juarismi y al mismo califa) la confección de un mapamundi donde
en sus vastos dominios se localizara la Quibla, que establece la dirección a la
Meca, aunque originariamente la Quibla se dirigía al Templo de Jerusalén,
como hicieron todos los pueblos semíticos. Bagdad, fundada en el siglo VIII (761) por Al-Mansur.
Su nombre etimológicamente significa “donado por Dios”. El término hebreo KIBLEH es una referencia
directa a “LA ROCA DE LA FUNDACIÓN DEL MUNDO”.
La Gran Pirámide, el templo de Jerusalén, la Meca… curiosa, o causalmente extraño, diríamos, la Kaaba de la Meca, con su venerada piedra negra y la Cúpula de la Roca, en Jerusalén, distan a unas mágicas 666,666 millas náuticas. Pero esa medida aún no existía…¿o sí?.
Veamos la distancia entre el Templo de Bel (una derivación del dios babilónico
BAAL) en Palmyra, hasta el puente de entrada a Raqqa, a orillas del Éufrates
(simbolizando el puente de tránsito hacia lo desconocido) es exacto a 100
millas árabes (1.666,666 metros x 100 M.A.=166,666 kilómetros), pero a su vez son
“90” millas náuticas, milésima arriba, milésima abajo. ¡EUREKA!, que diría
el personaje de Arquímedes.
Las millas árabes de 66 2/3 por grado de arco equivalen a 10/9 de millas náuticas de 60 por grado. Pues ya tenemos el velo que utilizaban para pasar de millas romanas a millas árabes, y de ahí, a las casi seguro existentes millas náuticas en la época, pero no del todo definidas.
Y la operación inversa para pasar de millas náuticas a millas romanas. Esa
proporción creada por los sabios de Al-Mamún parece una especie de
“intercambiador” de distancias sagradas a distancias convencionales,
escondiendo esas proporciones a las que, tal vez, atribuían un poder o
“impulso” especial. ¿Un “atajo luciferino” para dominar las voluntades de los
súbditos? Puede que tenga algo que ver que la distancia de 700 millas
náuticas, entre las ruinas de Babilonia y la Gran Pirámide, “convertida” por esta
fórmula de los 10/9 en millas árabes se transforman en “mágicas” 777,777…
Recordemos que no existía aún el “metro universal”. Vayamos a conocerle. A ver
si la dichosa Gran Pirámide tuvo algo que ver en esta exótica medición.
Para eso nos trasladamos a la primera mitad del siglo XVII, a la tierra
conocida por los romanos como “Britania”. Allí encontramos a un curioso joven
profesor de geometría. También matemático, astrónomo y arqueólogo, JOHN
GREAVES (1602-1652). Realizó estudios de la lengua árabe y de los pesos y
medidas antiguas, se matriculó en universidades como Leiden (Holanda) y Pavia
(Italia) donde conoció otros estudiosos en esos temas. Recorrió Italia y el Próximo
Oriente. En la península itálica intentó hacerse con el obelisco de Domiciano, recorrió
las catacumbas, dibujó el Panteón romano y, en especial, la pirámide de Cestia.
En Roma, también recopiló bastantes datos sobre pesos y medidas.
En 1637, viajó hasta Alejandría para fijar la latitud donde Claudio
Ptolomeo realizó sus observaciones sobre el cálculo de meridiano. Al año
siguiente, en Constantinopla, y de la mano del embajador inglés, Peter Wyche, se
hizo con copias del “Almagesto” y varios manuscritos. Estuvo a punto de
acceder a las bibliotecas monásticas del prohibido y restringido Monte Athos,
para acceder a numerosos documentos originales, pero el Sultán MURAD IV lo
impidió. En Alejandría, si pudo hacerse con numeroso material griego, árabe y
persa, de los cuales se consagró en literatura astronómica en dichas lenguas.
Su voluntad era estandarizar las medidas antiguas y modernas para
utilizarlas en todos los países. Para eso debía hallar la definición original
de esas medidas. Al enumerar los monumentos antiguos para lograr, de ellos, dataciones
comunes en sus medidas, la Gran Pirámide fue la mejor calificada para realizar
mediciones, “por ser una de las construcciones que se han mantenido intactas
cientos de años, y posiblemente lo hagan durante muchos más”.
Encontró una relación del pie romano con el griego de 24/25 en la construcción del Partenón. Greaves, llevaba consigo una “vara” de 10 pies (oficiales) ingleses dividida en 10.000 partes. Debido a los escombros producidos por las expoliaciones del recubrimiento de la Pirámide no pudo realizar mediciones precisas de la base, aunque recoge innumerables datos de los historiadores clásicos. Para este astrónomo aventurero, esta construcción representaba algo eterno y atemporal que sobrevive al paso del tiempo DE UNA MANERA CASI INMUTABLE. Esta especie de “Doctor Jones” del siglo XVII, según todo indica, estaba bajo mecenazgo de personalidades como el arzobispo de Canterbury, influyente personaje en la corte de Carlos I, de Inglaterra, de nombre WILLIAM LAUD. Greaves relacionó el codo sagrado egipcio con el pie inglés o imperial. Según sus mediciones, la 1/25 parte de este codo, 63,5 cm, lo que sería la pulgada “piramidal”, y la pulgada imperial inglesa serían prácticamente iguales. El gran Newton la dio por buena. Sin entrar a valorar la veracidad de los datos que recogió Greaves, sobre la Pirámide, hay que destacar los documentos “adquiridos para la causa”.
Pirámide de Cestia junto al Portal de San Paolo |
La "llave" del Vaticano hacia el otro lado. |
Justo en esos años se estaba llevando a cabo la faraónica construcción de
la plaza “oval” de San Pedro en el Vaticano por Bernini. Un espacio elíptico de
columnatas, que era un espacio “cerrado” para el profano, y a su vez “abierto”
para los iniciados. Presidido por un obelisco egipcio, apunta esa abertura por
la Vía CONCILIAZONE hacia el río TIBER y, desde la salida de la elipse
hasta el puente de Sant’Angelo distan ‘666’ metros. Simbolizando
el río el “curso de la vida” y su acceso por el puente “al otro lado”. El paso
o “control” de las vidas y de las almas a la muerte “simbólica” (este puente
fue el acceso al lugar santo por cientos de miles de peregrinos durante siglos).
Casual es, también, la distancia entre la pirámide restaurada y el “pórtico
oval” de San Pedro, obra y restauración del mismo Papa, 3,3 kilómetros.
Quien controla el espacio... |
"Quien controla el tiempo... |
-Y yo te digo: “Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi iglesia, y
el poder de la Muerte no prevalecerá contra ella. Yo te daré las llaves del
Reino de los Cielos. Todo lo que ates en la Tierra quedará atado en el Cielo, y
todo lo que desates en la Tierra, quedará desatado en el Cielo.”
Mateo 16, 18-19
Que lo de entregar llaves para edificar “templos” sobre ROCAS y lugares
FIRMES a “mayordomos”, que eran hombres justos y buenos, era una práctica
habitual en las religiones. Desde ELIAQUIM (Dios establece) a PEDRO-PIETRO-PIEDRA.
“Y será que, en aquel día, llamaré a mi siervo Eliacim, hijo de Hilcías; Y
vestirelo de tus vestiduras, y le fortaleceré con tu talabarte, y entregaré en
sus manos tu potestad; y será padre al morador de Jerusalem, y a la casa de
Judá. Y pondré la llave de la casa de David sobre su hombro; y abrirá, y nadie
cerrará; cerrará, y nadie abrirá. E hincarelo como clavo en lugar firme; y será
por asiento de honra a la casa de su padre.”
Isaías 22, 20-23
El templo de Jerusalén y el Vaticano poseen la misma llave para abrir y
cerrar según convenga. Esa “llave”, en el Vaticano, llegaría hasta el Castillo
de Sant’Angelo, en línea con el puente del mismo nombre. Llave que abre y
cierra aquellos secretos que custodian el control del mundo conocido y el del
“otro lado”. Custodia a cargo de 10 ángeles, propuestos por el mismo Bernini,
arquitecto de la plaza oval vaticana. Hoy sólo quedan los pertenecientes a San
Pedro (el de las llaves al otro lado) y San Pablo (el de la espada del
sacrificio). ¿Pueden ser esas distancias o proporciones “mágicas”, en algún
sentido?
En esta época coinciden la creación de dos sociedades científicas “elitistas”
en dos países que empezaban a dominar Europa. La Royal Society de Londres
(28/11/1662) y la Academia de las Ciencias de Francia (22/12/1666), esta
última inaugurada en el solsticio de invierno de tan luciferino año. Nos fijaremos seguidamente,
en el primer secretario de la Royal Society, John Wilkins (1614-1672),
religioso y naturalista (como “Darwin, el Creador”). Wilkins fue un enigmático
personaje que reunió entorno a su persona el Oxford Philosophical Club, previo
a la Royal Society. Allí tenían lugar semanalmente enfrentamientos teológicos
de carácter abierto, que desde el estudio filosófico de la naturaleza diera
alguna explicación a la divina providencia; algo parecido a la filosofía
experimental.
Fue cuñado de Oliver Cromwell, el cual le recomendó para dirigir el Trinity College de Cambridge, tras haberlo hecho previamente en la universidad de Oxford. Este teólogo fue el creador de un lenguaje universal, que pretendía reemplazar al latín, idea que fue inducida desde el Consejo de la Royal Society. Opero, gran parte del borrador de este trabajo se destruyó devorado por las llamas en el “gran incendio de Londres” de 1666 (otro fuego purificador). Pero el planteamiento de Wilkins que nos ocupa es la búsqueda de una “medida universal” que surgiera del medio natural, apoyándose en el sistema métrico decimal, para uso de los (¡atención!) “eruditos” de varias naciones. Lenguaje universal, medida universal,…¿un lenguaje para dominarlos a todos, unas medidas para controlarlos a todos? Casi como el Anillo Único forjado por el señor oscuro Sauron para controlar al resto de pueblos libres y sus anillos de poder. Puede que ese sea el motivo sombrío de estos filántropos elitistas, convertir el mundo y sus gentes en Mordor. Elucubraciones tolkienianas aparte, vayamos con la otra sociedad científica, la francesa, creada el día del “Sol Invictus” en la biblioteca del “Rey Sol”, Luis XIV, en el año ‘666’ del segundo milenio de nuestra era.
Ese año también fue el “annus mirabiles” (año asombroso ¿LUZ?) de Isaac Newton (1643-1727), que sentó las bases de la Ley de gravitación universal, como no, de la providencia de una manzana (fruto del pecado original). Se encontraba «con ánimo contemplativo» bajo la sombra de un manzano en su granja cuando un fruto cayó del árbol (curiosa parábola para explicar una iniciación oculta). El fuego de Prometeo le fue “entregado” en forma de ciencia, magia y revelación. Seguro que al Newton “alquímico-esotérico” le hubiera gustado saber que entre el templo de Salomón, del que imaginó y creó un plano, y la Kaaba en la Meca distaban exactamente 666,666 millas naúticas (como ya hemos visto antes con Al-Mamún). ¿O puede que ya conociera estos datos?
meridiano de París en perfecta alineación con el Observatorio Astronómico |
Y si en la primera sesión de la Academia de las Ciencias se decidió la
creación del Observatorio Astronómico de París, fue durante el solsticio de
verano siguiente (21/6/1667) cuando trazaron las líneas exactas
correspondientes con la ubicación del edificio y lo que sería el “meridiano de
París”. Rituales solares para llevar a la práctica la observación de los astros
en un enclave, al parecer, “mágico”.
Los lobos vestidos de cuentacuentos. |
Llegamos a uno de sus fundadores, JEAN FÉLIX PICARD (1620-1672), astrónomo
y clérigo francés nacido en La Flèche, población muy cercana al meridiano “0”
de Greenwich curiosamente, y educado en instituciones jesuitas. Fue el primer
europeo en mesurar el radio de la Tierra con una precisión razonable (a este le
quitaron las cortinillas, debe ser) entre los años 1669/70. A propósito de unificar medidas Picard escribió
que “por miedo de que suceda a nuestra
toesa (medida francesa del momento) como a todas las medidas antiguas de
las que no queda más que el nombre, referiremos el patrón a un original, que
extraído de la misma naturaleza, debe ser invariable y UNIVERSAL”
El abad Picard, gracias a la influencia y ayuda de su maestro en su localidad natal, Mateo Stral, pudo diseñar el sistema de medición basado en los escritos del holandés SNELLIUS, que Stral había pensado ya mucho antes. Este último no pudo participar en la medición del radio terrestre, pero tuvo Picard el apoyo del observatorio astronómico dirigido por un petulante italiano (así al menos lo describen las crónicas francesas), primero de una saga familiar de científicos, GIOVANNI DOMENICO CASSINI.
La cuadratura de 13 triángulos entre París y la torre del reloj de Sourdon,
cerca de Amiens, dio como resultado un arco de un grado de meridiano con 110,46
kilómetros. Su radio planetario se estableció en 6.328,9 kilómetros (6.357
kilómetros, hoy). Un error del 0,44%. Su maestro del colegio, Stral, no apareceen ningún libro de historia ( cosas de no pasar por la universidad y sus
iniciaciones).
Tycho Brahe |
El estado holandés consiguió su independencia del Imperio español en 1609,
año de la creación del Banco de Amsterdam, también, y con el apoyo
institucional y económico de los oligarcas de la República de Venecia. Podríamos
establecer una relación entre poderes fácticos y utilización de estas medidas “mágicas”.
En 1621 se creó la Compañía de las Indias Occidentales. Parte del secreto de
navegación parece que fue desvelado o “sustraído”.
Si el siglo XVIII es considerado el “siglo de las luces” o de la
“ilustración”, la década de los 60 del siglo anterior podríamos llamarla la “década
de los chispazos” a nivel europeo. Tras las mediciones del arco de
meridiano de las diferentes sociedades científicas elitistas de franceses e
ingleses, se produce una controversia “metrológica” entre seguidores de Newton
y Descartes. El primero defendía que una fuerza gravitacional haría que la
Tierra fuera achatada por los polos (forma de sandía) y el francés, Cartessius,
achatada por el ecuador (forma de melón). Pero lejos de la diferencia de forma
del planeta, en los polos o en el ecuador, lo que se cuestiona es el
planteamiento.
Descartes refiere a movimientos originados por fuerzas que actúan dentro de
los cuerpos celestes, que determinan trayectorias de traslación, elípticas o circulares. Esto
suponía dejar la puerta abierta a la ayuda de Dios en esos fenómenos de “torbellinos”
interiores dotándolos de sentido.. El planteamiento de Newton, por su parte,
sólo explicaba los movimientos de los cuerpos celestes como una consecuencia de
fuerza inherente a ellos mismos. Se abría así la puerta a un universo sin Dios.
El enfrentamiento entre las posiciones de los seguidores de los padres de
la ciencia moderna ya se venía dilucidando de tiempo atrás. El mundo de los
“ilustrados/iluminados”, que desde esas asociaciones/logias elitistas, iban
introduciendo la idea de "desdivinizar" al mundo y, por ende, deshumanizar al
hombre. Eso sí, desde la más absoluta “racionalidad”. No hace falta ser una
lumbrera para atisbar cuál de las dos opciones de la ‘forma terrícola’ fue la
que se llevó “el ascua a su sardina”.
Para solventar esta controversia geográfica la Académie des Ciencies francesa,
en su mayoría influenciada por la corriente cartesiana, “deciden” organizar dos
expediciones científicas de auténtica aventura para esclarecer de una vez por
todas la forma del planeta: ¿melón o sandía?
Se reunió a los científicos más brillantes y de más renombre para dichas
expediciones. Una al ecuador y otra cerca del Polo Norte. Corría el año 1735,
convencieron al monarca francés, Luis XV, que los resultados de las
expediciones otorgarían de gran prestigio al país que sufragara estas expediciones-experimentos.
Y tenemos al hijo del “rey Sol” pagando “la fiesta de la Ciencia”. MAUPERTIUS, CLAIRAUT,
CAMUS, LE MONNIER a la Laponia finlandesa de Papá Noel, lo más cercano al Polo
Norte que las circunstancias de la época permitían. Al ecuador dispusieron la
zona de Quito, en el Virreinato del Perú, con permiso del rey Borbón español, de
igual familia que el francés. LA CONDAMINE, GODIN, BOUGUER fueron los más
conocidos de la expedición. Sería de suponer que la mayoría de estos científicos
apoyarían las teorías de Descartes-Cassini, …o no. Veamos quienes eran los
componentes de los dos grupos, y a que dedicaron su tiempo libre.
Comencemos por MAUPERTIUS (1698-1759), director de la expedición a
Laponia. Matemático francés, adjunto de la Academia de Ciencias de Francia y, a
su vez, elegido miembro de la Royal Society en 1728, donde escribió un artículo
sobre la naturaleza de los anillos de Saturno. Firme partidario de la teoría
gravitacional de Newton. El que fuera su gran amigo, VOLTAIRE (1699-1778),
primero le felicitó por “aplastar los polos y a los Cassini”, para más
tarde ridiculizarlo satíricamente (especialidad del autor) y de manera despiadada.
“Usted ha confirmado en lugares aburridos lo que Newton sabía sin salir de
su casa” (esta afirmación leída entre líneas aduce a un “conocimiento” ya
adquirido por algunos sabios). El científico que demostró que en todos los
fenómenos naturales existe el principio de acción mínima y que en sus estudios
sobre la herencia, llegó a intuir la idea de la genética y la posibilidad de la
evolución natural, murió olvidado tras los múltiples ataques del rey de la
sátira francesa.
CLAIRAUT (1713-1765). Este, considerado por la Academia de las Ciencias de Francia,
niño prodigio ingresó en esta antes de los 18 años. Newtoniano convencido,
formuló tras la expedición a Laponia la ‘teoría Clairaut’ por el cual se
conecta la gravedad en los puntos superficiales de un elipsoide en rotación con
la compresión y la fuerza centrífuga en el ecuador. Al menos, este francés,
“sí salió” de sus aposentos para comprobar la teoría del achatamiento del
planeta. No “le vino dada” como al mesías de la ciencia moderna. Fue nombrado
también, miembro de la Royal Society.
Otros expedicionarios fueron LE MONNIER (1715-1799). Con tan sólo 20
años al comienzo del viaje a tierras nórdicas, ya había elaborado un mapa lunar
que lo llevó a ser elegido miembro de la Academia de Ciencias. Este francés
difundió los trabajos de astronomía de los ingleses Flamsteed y Newton. También
compuso la expedición el físico sueco Anders CELSIUS (1701-1744), el de
la escala de los termómetros. Casualmente su supervisor doctoral fue el segundo
de la saga de astrónomos Cassini, enemigo de Voltaire y de las leyes de Newton.
En cuanto a la expedición al Ecuador español, los personajes no fueron menos curiosos y enrevesados, en esta larguísima aventura de una década de duración.
Godin sobre "el mundo" |
Pierre BOUGUER (1698-1758). Astrónomo y matemático francés. Conocido
como el padre de la arquitectura naval. Publicó un ensayo sobre la graduación
de la luz, concretamente, sobre la cantidad de luz que se pierde al atravesar una determinada extensión de la
atmósfera. Medir y dominar la luz solar es una característica común que
vamos observando en estos “medidores” del planeta a lo largo de los tiempos.
Por parte española participaron por recomendación al rey, Felipe V, dos jóvenes
cadetes de la academia de marina, Jorge Juan y Antonio de Ulloa, de 22 y 19
años. Menospreciados por los expedicionarios franceses, fueron ascendidos a
tenientes de navío para otorgarles galones, pero pronto pudieron comprobar la
gran valía de ambos.
El caballero de Malta, Jorge Juan, señalando un libro. |
Ulloa "advirtiendo" sobre el planeta |
Todos los personajes, aunque estaban sobradamente preparados
científicamente, las condiciones excesivamente duras, tanto física como climatológicamente,
no fueron las más favorables para lograr mediciones de lo más exactas. La
expedición a Laponia, capitaneada por Maupertius, acabó con resultados erróneos
de casi 400 metros (las prisas, el frío, jeje). Las 57.438 toesas (111,948
kilómetros) parecían querer estirar mucho, en este caso “achatar”, la figura
del planeta. Y es que en apenas un año realizaron las mediciones. Había ansias
de portar el resultado a la Academia de Ciencias de París, donde el grado de
meridiano realizado en la capital, latitud 48º, resultaron en 57.030 toesas (111,153
kilómetros). La extensa y controvertida expedición al Ecuador resultó de media 56.760
toesas (110,627 kilómetros), en esta última apenas hubo error, presuntamente.
A mí, me resulta más interesante en esta “controversia científica”
la imposición de una teoría sobre otra y sus consecuencias, que los datos en
sí, más o menos comprobables; así como los escenarios elegidos y su presunta
“simbología”. Imposición o “magia”, magia para deshacerse de cualquier tipo de
huella de origen divino. Esconder lo divino y “mágico” de la vida, para imponer
otro tipo de ideas “mágicas”, por denominarlos de alguna manera. Observaremos a
estos ilusionistas-ilustradores de la ciencia y para que fines
trabajaban.
La marquesa conspiradora |
La “conspiración de los newtonianos” daba sus frutos. Aquella carta de
Voltaire al “agente Maupertius”, el 19 de abril de 1734, decía: “Es preciso
que usted se convierta en jefe de secta. Usted es el apóstol de Newton y un
apóstol de un temple como el suyo y una discípula como madame Du Chatelet (amante
de Voltaire, por cierto) devolvería la vista a los ciegos.” La propia
casa familiar de Maupertius, los días en que la Academia sesionaba, fue el
centro de preparación de estrategias unificadoras para trazar nuevos planes de
acoso, social y académico, contra los reductos de lo oficial.
El primer objetivo fue el secretario de la academia, Jean-Jacques d’Ortous
de Mairan, que junto con Fontenelle, Réaumur y el hijo de Cassini,
representaban la oficial opción cartesiana. Uno de ellos, Fontenelle, escribió
en 1729: “El movimiento anual de todos los Planetas sin excepción, siempre
dirigido de Occidente a Oriente, es una de las pruebas más fuertes de los
torbellinos de Descartes. Nada tan natural y tan conforme a la razón exacta
como concebir que esta dirección es común a todos los Planetas, porque es la de
un gran fluido que gira alrededor de un centro, y que a todos arrastra.” Debían
de aplastar ese pensamiento… por los “polos”, en este caso.
Esta confabulación suena mucho a sociedad “discreta”, como la masonería especulativa, de reciente creación en esas fechas. Es curioso cómo van dejando la semillita por la historia allí donde hay que cambiar, o conviene, tanto el pensamiento científico como político. El biógrafo de Maupertius explicó años después: “Para vengar a Newton y a sí mismo decidió emprender mediante una especie de artificio una REVOLUCIÓN QUE LA RAZÓN SOLA HABRÍA REALIZADO LENTAMENTE”. Tejían amistades y alianzas. Curiosamente, La Condamine, pasó la prueba. Y es que este matemático y geógrafo también era dado a los estudios de la alquimia. En la Real Academia de Quito dieron buena cuenta de las malas artes del francés, La Condamine: “Pone un cuidado particular en inventar asuntos para suscitar contiendas, sin cuyo fomento, o no puede vivir o vive disgustado.” Señaló un testigo.
Las conclusiones no quedaron tan claras a la hora de verificar los
resultados exactos en otros científicos de la época, como el jesuita
italo-croata, Boscovich, que midió la longitud de grado en los Estados Pontificios,
entre las ciudades de Roma y Rimini: “He aquí entonces lo que pienso, en
general, sobre todo esto. Estoy convencido, en primer lugar, de que el proyecto
de determinar la magnitud y figura de la Tierra por la medida de grados, lejos
de haber concluido apenas ha comenzado... Hasta ahora, cuanto más se ha medido
un grado más incierta se ha hecho la figura de la Tierra. ”Y más tarde
sentenció. “El prejuicio de regularidad y de simplicidad es una fuente de
errores que con frecuencia ha infectado la filosofía.”
Según el conocido libro “Una breve historia de casi todo” del autor y
divulgador científico, Bill Bryson, en referencia al caos sucedido en la
expedición geodésica del Ecuador: “Si tuviésemos que elegir el viaje científico
menos cordial de todos los tiempos, no podríamos dar con uno peor que la
expedición a Perú de 1735 de la Real Academia de las Ciencias Francesa.”
Peleas entre los soberbios sabios franceses, ocultación de datos entre ellos, escalar
cumbres de casi 6000 metros de altitud como el Cotopaxi, el Pichincha o el
Chimborazo, donde colocaban pirámides de madera de 4 metros en la cumbre
para su localización.
Esto sucedió en 1740. Curiosamente en esos años les dio por erigir pirámides
conmemorativas a los recientes geógrafos y sus mediciones del meridiano. En 1740,
también, una especie de obelisco piramidal truncado, pero que llaman “pyramide”,
es en honor a Jean Picard; y otro en 1742, al fundador de la saga de astrónomos
y geógrafos, Cassini, de forma muy similar. ¿A qué sería debido esta “pulsión” piramidal?
En unos párrafos veremos la causa de ese “picor”.
Las formas de las pirámides que mandó realizar en la base de
triangulaciones de la llanura de Yaruquí fueron de unos 4 metros de altura, con
una base cuadrada de 3 metros de pared vertical, emulando a las cabañas de los
indígenas de la zona. El hecho de la construcción de las pirámides,
teóricamente, no fue lo que suscitó la polémica, sino las placas que hizo
grabar en ellas. Ninguneó en los textos la presencia española y al rey Felipe V.
Al regreso de los dos jóvenes agentes españoles, Ulloa y Juan, hizo de este
hecho aún más graves las divisiones entre los científicos. Llegaron a un
litigio que concluyó con su demolición.
Sin embargo, estas pirámides realizadas con premeditación y alevosía, por
La Condamine, estaban apuntando a algo. Cierto es que marcaban la base de las
triangulaciones geodésicas, pero no era el punto más septentrional de estas
mediciones. Ese punto fue, y aquí viene lo curioso-casual-enigmático del lugar:
el conjunto de pirámides de Cochasquí, a unos 3 minutos de grado al
nordeste de la base de medición. Un contenido de 15 pirámides truncadas de
diferentes tamaños, entre 40 y 20 metros de largo y un par de decenas de metros
de alto. Poseen rampas en forma de “T” de hasta 200 metros de longitud. En
el conjunto también se pueden encontrar 21 montículos funerarios (en alguno se encontraron
cerca de 600 cráneos humanos), que como todo él, permanece oculto por una capa
de hierba andina y el pasar del tiempo a 3100 metros de altitud.
Su origen pertenece a la civilización pre-inca de los KITU-KARA y su
tiempo se remonta entre los años 500 a los 1500 de nuestra era. En lengua
vernácula (la del lugar) vendría a decir algo así como “la mitad o en medio del
agua o lago” (agua-cochas; quí-en mitad, en medio). Se cree que
fueron utilizadas como observatorios astronómicos
y como lugar de rituales religiosos al Sol. Encontrándose en una de estas
pirámides un calendario lunar y otro solar. Allí se pueden observar las montañas
del Chimborazo, Pichincha, Guagua, Cotopaxi y vistas de la ciudad de Quito. Una
pirámide tiene forma de Escorpión (señal de muerte iniciática y renacimiento en
nuevo ser). Cochasquí fue un lugar estratégico, militar y religioso.
Los caranquis (o kitu-kara) pedían al Sol que no se marchara a través de
una ceremonia llamada “INTI WATANA”, donde se “amarraba” al Sol a
las piedras del poder, las piedras formadas por las pirámides de Cochasquí.
Se realizaba este ritual durante el solsticio de verano, “INTI RAYMI”, y
el de invierno, “KAPAK RAYMI”. EL Sol se encuentra en esas fechas en sus
puntos más alejados, alineados con los trópicos de Cáncer y Capricornio, en
zona de línea de Ecuador. Es en el siguiente rito donde viene el paralelismo
que recuerda, o calca más bien, a otros experimentos de anteriores o
posteriores matemáticos, geógrafos y sus sombras.
El ritual del “PAWKAR RAYMI”, concerniente al equinoccio de
primavera, donde el Sol se detenía sobre un punto equinoccial y NO PROYECTABA
SOMBRA. Momento del RENACER y del RECREAR. El protagonista de
ese ritual es el FUEGO (paradigma del conocimiento) que se apropiaba del
MUSHUK NINA, “EL FUEGO DEL NUEVO SOL.”. La noche anterior al “Sol recto”
se apagaban todas las luces para esperar en oscuridad al “fuego nuevo” del
primero de año andino. La palabra “QUI” que hace referencia a mitad y que se
integra en los topónimos de la zona caranqui: Yaruquí, Quito, Quinche,
Quillopana,, Cranqui, Yupanqui… lleva a pensar en que esa cultura tenía la
cosmovisión de estar en la mitad del mundo.
Según el astro-arqueólogo ruso, Valentin Yurevich, estudioso de las
pirámides de Cochasquí durante los años 80 del siglo XX, no hay duda de su
utilización como observatorio astronómico. En este conjunto piramidal se pueden
apreciar conocimientos sobre las macro-magnitudes del cosmos, como las
galaxias. Según cuenta: “En la división del espacio (territorio) fluyen la
corporalidad humana y la visión que se tenga en el Universo. Se produce una
íntima relación entre TIEMPO (movimiento de los astros) y ESPACIO (territorio
en el que se desplaza el hombre)”
Se da la circunstancia que en el punto norte de la medida geodésica de Laponia, Maupertius, escogió un punto que se llama KIVIJÄRVI, la colina del “Lago de Piedra”, y donde hace unas décadas construyeron una pirámide de bloques de piedra “resultona” para conmemorar esa expedición científica de siglos atrás. Casualidades, piedras, pirámides,…velos de la historia.
Que eratostiano todo, ¿no? Dónde habríamos visto antes eso de “amarrar al
Sol” guiado por un camino… ¿Toscanelli, quizá? No me entra en la cabeza que un
personaje oscuro y retorcido como La Condamine no se percatara de estos
rituales y observaciones astronómicas. Permanecieron bastante tiempo por la
zona y el hecho de “clavar” sus pirámides allí, me llevan a elucubrar que no
sólo se realizan simples mediciones terrestres y astronómicas. Ese ritual de llevar
al Sol a un punto concreto, en un tiempo concreto, y en lugares distanciados “mágicamente”
va tomando una suerte de ritualización de la medición del planeta. Ritual de la
ciencia, de una manera muy hermética. “Atrapar el Sol” dominando el tiempo, el
espacio, ritualizando así el “conocimiento”. Muy racional no es, pero así lo
hicieron griegos, chinos, árabes y los “modernos” europeos…
Sea como fuere, los “agentes” realizaron sus trabajos-rituales y el
cartesianismo murió para siempre, dando paso a las nuevas leyes de Newton. Dios
iba perdiendo terreno ante los seguidores del “lucero del alba”, que iban
copando las más altas cotas de poder tanto en ciencia como en política. Pero
para dominar la influencia de ese conocimiento y ritualizarlo, para dominar, de
alguna manera, la voluntad y el ánimo de las personas era necesario una MEDIDA
GLOBAL. Una medida que estuviera relacionada proporcionalmente con las ya
existentes en la historia de los imperios dominadores. Una medida que se
escondería bajo el sutil velo de “medida natural”, pero que ya estaba decidida
de antemano.
Antes de abordar el último tramo de la búsqueda del metro nos pararemos a
curiosear un libro contemporáneo de estas expediciones anteriores. Como hemos
visto que ha ido sucediendo a lo largo de la historia, es la aparición e
influencia de un determinado libro el que hace “arrancar” la puesta en marcha
de unos conceptos en el mundo conocido, con nocturnidad histórica y alevosía
elitista. Se trata de una obra titulada “Séthos: Histoire ou vie tirée des
monumenes anecdotes de l’ancienne Egypte, traduite d’un manuscrit grec” (Sethos:
Historia o vida extraída de las anécdotas del antiguo Egipto, traducidas de un
manuscrito griego) de 1731. En principio se publicó de manera anónima, pero
pronto se le atribuyó al abad Jean de Terrason (1670-1750), profesor de griego
del Collège de France. Este cura ideó una novela haciéndola pasar como si se
hubieran encontrado los manuscritos en griego en época del emperador romano
Marco Aurelio (siglo II d.C). Un pequeño subterfugio para dar notoriedad a su
obra…o no. Sethos es un personaje que nace en la Alta civilización egipcia; en
un periodo justo anterior a la guerra de Troya. Se forma en una idílica
Universidad de Memphis, donde incluso estudia magia y ciencia. Es guiado por su
mentor, Amedés, para buscar la iniciación para convertirse en un gobernante
iluminado.
La Gran Pirámide ha sido adaptada sabiamente por un sacerdote para que tuviera
una entrada para la escena de los juicios de los candidatos. Los elegidos
pasarían a un reino subterráneo más completo donde los sacerdotes conducen las
vidas de estos aprendices y organizan espectáculos instructivos. Amedè, guía a
Sethos a esa entrada de la cara Norte de la pirámide. Allí, por un camino
estrecho y angosto desciende hasta un pozo profundo (alegoría de muerte
iniciática) con peldaños en su pared desciende aún más hasta que llega a un arco
cuyo frontón lleva inscrito: “Quién toma esta ruta solo, y sin mirar detrás
de él, será purificado por fuego, agua y aire, y si puede vencer al miedo a la
muerte, saldrá de la tierra, volverá a ver la luz y tendrá derecho a preparar
su alma para la revelación de los misterios de la gran diosa ISIS”. Toda
una declaración de muerte y resurrección iniciática hacia un saber oculto. Sethos supera las pruebas
y puede acceder por una puerta de marfil de dos hojas a una sala brillantemente
iluminada del Templo de Memphis, donde es felicitado por los sacerdotes. Tras
una larga instrucción, el protagonista, es iniciado en los misterios de Isis, dándose
cuenta en el camino que su tutor Amedès es él mismo, convirtiéndose así en un
iniciado avanzado.
La obra “Sethos” pasa a ser el punto de referencia para muchas logias masónicas
de la época. En ella se describen muchos de los antiguos ritos de iniciación al
culto mistérico de Eleusis, considerados el origen de los rituales
masónicos. El personaje principal recibe una visita guiada por un entorno
inspirado en el relato del “Inframundo” de Virgilio en su obra “La
Eneida”. También es la obra principal que inspiró el libreto de la ópera “La
Flauta Mágica” escrito por Emanuel Schikaneder con música del genial Mozart,
ambos hermanos masones. Esta ópera estrenada dos meses antes del fallecimiento
del músico austríaco en 1791. En ella se describe como el protagonista es
sometido a tres pruebas iniciáticas relacionadas con los elementos naturales, fuego,
agua y aire, para ser admitido en el recinto de los iniciados, bajo la Gran
Pirámide (tierra). Una edición de 1794 llegó a manos del protagonista
del siguiente episodio de medición.
En esto que llegamos a finales del siglo XVIII, con la Compañía de Jesús “apartada” durante más de 40 años, y la Revolución Francesa de 1789 instigada desde las ya muy organizadas y asentadas logias masónicas. Con el monarca Luis XVI a merced de la Asamblea Nacional se produce el impulso definitivo para la instauración de la “medida universal”. Se utilizará la Teología como base de la Metrología. “Un solo Dios, una sola medida.” Ya lo decía ese misterioso personaje de Carlomagno, “el Gran Unificador”, en un edicto del 789 (curiosamente justo 1000 años antes): “Queremos que todos dispongan de medidas y pesos iguales, ya sea en las ciudades o en los monasterios, se trate de campos o ventas, tal como está escrito en la ley del Señor” (amén).
-“Dos pesos y dos medidas
son igualmente abominables a Yahvé”
Proverbios 20:10
Que mejor que utilizar las sabias palabras de la biblia para introducir un
mensaje y tergiversarlo a gusto de los emisores de este. Claude-Antoine Prieur-Duvernois,
importante impulsor del Sistema Métrico Decimal durante el periodo
revolucionario en Francia fue más sutil: “Medidas sencillas. Prudentemente
dosificadas, paciencia, sobre todo una instrucción clara que penetre lentamente
en todas las mentes, deben bastar para producir el cambio” . Este “pájaro”,
junto a Condorcet y a Talleyrand, “el sacerdote de la Revolución”,
son los iniciadores de la epopeya metrológica. La asamblea Nacional hace un
llamamiento a todos los territorios de Francia, ya sea ciudades, pueblos,
monasterios, aldeas… de las principales preocupaciones de la población. Después
de recibir los “cuadernos de agravios” con todas las peticiones se dio como
principal problema a resolver por la ciudadanía el que “hubiera una sola
medida”. No que la justicia se midiera para todo el mundo por igual, fuese
rico o pobre, no; ni unos impuestos a la misma medida para todos, no. El
problema principal era establecer UNA SOLA MEDIDA (sí,sí)
Rápidamente, se pusieron manos a la obra. Se nombraron comisiones de
científicos para uniformar y globalizar medidas. La idea era cambiar todas las
instituciones e ideas de la vieja sociedad para convertirlas en medidas
“racionales”. Se recoge la antigua idea de John Wilkings y se propone el nombre
que le dio el científico italiano Burattini, a finales del siglo XVII, el “METRO”,
que bajo la medida del “péndulo del segundo” les dio una aproximación de
993 milímetros aproximadamente (en sus medidas). Como debía de ser una medida
natural se “propone” la diezmillonésima parte del cuadrante del meridiano
terrestre. La medición sería sobre el ya manido meridiano de París, pero
esta vez se ampliaría hasta Barcelona, con el fin de tratar de
internacionalizar la nueva medida.
La nueva medición se le encargaría a los astrónomos Jean-Baptiste
DELAMBRE (1749-1822) y Pierre MÉCHAIN (1744-1804). Se dividen en dos
zonas. La norte a cargo del primero desde Dunkerque hasta Rodez, y la zona sur,
hasta Barcelona, con Méchain como responsable. Y es en las distancias de la
medición cuando se me dispararon las alarmas “luciferinas” por primera vez
buscando información sobre el origen del metro. La distancia de la zona de
Méchain, de la catedral de Rodez, a Montjuïc (Barcelona) es de algo más de
333 kilómetros. ¿Casualidad? Puede. La distancia en millas entre Dunkerque
y Barcelona se aproxima a las 666 millas, un par más para ser exactos.
Bueno. Pero resulta que la distancia de estos dos tramos, fijando el norte en el
Beffroi (campanario) de Dunkerque, que es donde comenzó, suma 1077 kilómetros.
Ya que buscaban la “medida universal” de una forma natural dividamos
este resultado por su unidad luciferina, el ‘666’. La cifra resultante
de 1,617 se acerca mucho al número áureo o número fi de 1,618033… Aunque
alargando las distancias unos pocos de centenares de metros más cuadraría perfectamente.
De hecho, la idea de esa medición era alargar el meridiano de París hasta el
nivel del mar de lado a lado, y el mar está a tiro de piedra en ambos lugares.
Ahora ya no parece casual.
Busquemos, pues, esos puntos clave de la medición y fijémonos en su simbología. Comencemos por el punto intermedio, la catedral de Rodez. De estilo gótico, me llama la atención sus dos pirámides que culminan las dos torres de la fachada principal, con una diferencia de unos 10 o 12 metros entre ellas. Me recuerdan mucho a las dos pirámides erigidas por el inquieto La Condamine en la base de medición en el Ecuador, a pocos kilómetros del conjunto piramidal de Cochasquí. Ahí, en el departamento de Aveyron, cuya capital es Rodez, donde se encuentran el mayor número de construcciones megalíticas, como dólmenes y menhires de toda Francia. Sería interesante conocer la relación de estos monumentos ritualísticos ancestrales con las poco conocidas líneas Ley (al menos documentación seria) y estos “meridianos artificiales” que con tanto ahínco, elaboraban estos ilustrados-iniciados durante años.
Beffroi (campanario) de Dunkerque |
Vayamos al punto septentrional del ritual-científico-geodésico. El Beffroi
de casi 60 metros de altura fue la referencia visible de la medición en
Dunkerque. Anteriormente unida a la gran iglesia de Sant Eloí, que tras varias reconstrucciones,
demoliciones y revoluciones, quedaron separadas definitivamente en 1782. Esta
iglesia posee una característica que llama la atención. Está rodeada por arriba
de 13 pirámides. 8 pirámides cuadrangulares a los dos lados del tejado, formado
por una suerte de prisma, y las otras 5, de forma hexagonal, rodeando el ábside
de la iglesia. Me lleva a recordar el misterio de Osiris desmembrado en 14
partes por Seth y unidos por la magia de la diosa Isis, que sólo pudo reunir 13
partes, siendo el falo de Osiris devorado por el pez oxirrinco. La diosa, a
través de la magia, pudo reconstruirlo. La forma de gran obelisco truncado del
campanario civil colindante a la iglesia, daría pie a un ritual mistérico por
parte de los geógrafos-iluminados que uniría el conjunto arquitectónico.
Viajemos al lugar establecido como referencia meridional en Barcelona por el científico-iniciado Méchain. La TORRE-VIGÍA del castillo-fortaleza de MONTJUÏC. Este hizo unas primeras mediciones en el lugar, pero la guerra del Rosellón (1793-95) entre Francia y España, le impidió volver a la fortaleza militar. Continuó atrapado un largo tiempo, el cual aprovechó para comprobar sus mediciones y darse cuenta que sus resultados estaban errados en 100 metros. Calló su error. La montaña de Montjuïc, etimológicamente, se cree que viene de monte de los judíos. Si hacemos caso a la descripción que hizo el geógrafo hispano del siglo I, Pomponio Melo, en su ya comentada anteriormente “De Situ Orbis” sobre la Barcino (Barcelona) romana, la montaña referida sería el “Mons Iovis” (monte de Júpiter) y su deriva fonética en el nombre actual. Aunque se ha comprobado la existencia de un antiguo cementerio judío en la falda de la montaña y la relación de las construcciones alrededor de esta se pueden ver con una clara influencia masónica, como las torres venecianas culminadas con una pirámide en la base del camino hacia el monte. La Torre-vigía es una atalaya desde la que se tiene una visión de 360º. Veamos que dicen las sagradas escrituras acerca de estas construcciones:
-“ Y los hijos de Israel hicieron
secretamente cosas no rectas contra Jehová su Dios, edificándose lugares altos
en todas sus ciudades, desde las torres de las atalayas hasta las ciudades
fortificadas,
y levantaron estatuas e imágenes de
Asera (Astarot, Isthar,…) en todo collado alto, y debajo de todo árbol
frondoso,
y quemaron allí incienso en todos
los lugares altos, a la manera de la naciones que Jehová había traspuesto de
delante de ellos, e hicieron cosas muy malas para provocar a ira a Jehová.”
2 Reyes 17: 9-11
¿Podríamos considerar esta medición como un ritual mistérico sólo con estos
elucubradores datos? Creo que no. Indaguemos un poco más en un hecho histórico que
acontecía al mismo tiempo que se acababan de recopilar todos estos cálculos,
allá por el año 1798. Tres años antes, en 1795, se estableció el metro “provisional”,
basado en las medidas ya realizadas sobre el meridiano de París décadas atrás. Y
con ello una serie de medidas equiparadoras: “Acabaremos con esta diversidad
para que iletrados no sean engañados (…), para evitar una infinidad de cálculos,
los cuales no son capaces de efectuar la mayoría de campesinos, y que inducen
diariamente a error”. ¡Qué buenos estos nuevos gobernantes! ¿Alguien ha
visto engañar a un agricultor cuando cuenta su cosecha para venderla en cajas, cestos,
carros, remolques…? “Acabar con la diversidad”, ese era el fin.
Todo nos lleva hacia una especie de ritual elaborado para el cambio de calendario.
El calendario republicano francés, decretado en octubre de 1793, pero con su
fecha de inicio en el equinoccio de otoño de 1792 (22 de septiembre). La
nueva forma de controlar el tiempo y el espacio se basaría en el sistema
métrico decimal. Romper con todo el viejo sistema. Llevándose la cabeza,
incluso, del rey Luis XVI. Los científicos irrumpen en la política del país
para esa rotura total del sistema (a priori). El meridiano como base del
nuevo sistema. Siguen siendo 12 meses anuales de 30 días. Divididos en décadas
de 10 días. 360 días más 5 que añadían antes del inicio del año; estos días
eran dedicados a fiestas de la virtud, del talento, del trabajo, de la opinión,
de las recompensas y de la Revolución en los años bisiestos. Los días fueron
dedicados a minerales, plantas y animales, rompiendo así con las referencias cristianas
del calendario gregoriano. Sin embargo, estos eruditos de la comisión
científica, no hicieron más que copiar el calendario egipcio, que también
dividía el año en 12 meses de 30 días y semanas de 10; siendo los 5 días
restantes (epagómenos) dedicados al nacimiento de los dioses Osiris, Horus,
Seth, Isis y Neftis. Parece que las referencias egipcias de ciertos libros en
las logias masónicas infiltradas en las élites francesas dieron sus frutos.
Y el personaje histórico que devoró el libro de “Sethos” con sus
descripciones iniciáticas, y el “Viaje a Egipto y Siria” (1794), de Constantine
de Volney (al que conoció en persona), no fue otro que Napoleón Bonaparte
(1769-1821). Con lo ya expuesto sobre los lugares en los que se realizaron las mediciones
de la Tierra y sus enclaves simbólicos a través de la historia, no es
descabellado relacionar la expedición francesa a Egipto (1798-1801) con las
conclusiones finales de la comisión científica sobre la definitiva medición de
la nueva MEDIDA UNIVERSAL.
Napoleón, el joven general francés, ya de vuelta al país galo después de su
campaña victoriosa por tierras italianas, y todo hay que decirlo, un tanto
engrandecida su leyenda guerrera. Parece “el elegido” para llevar a cabo
una espectacular misión militar que parecía albergar otras esotéricas
intenciones. En mayo de1798 zarparon del puerto mediterráneo de Toulon
(Francia) una flota de casi 40.000 hombres y unos 200 sabios y especialistas. Nadie
conocía el destino de los 400 navíos que había conseguido aunar el Directorio
francés para, en principio, asestar un golpe económico al Imperio Británico. Tan
sólo conocían el destino de la misión el químico Claude BERTHOLLET (1748-1822)
y el matemático Gaspard MONGE (1746-1818). Estos dos “zorros” expoliadores de objetos
de ciencia y arte en los países conquistados para la nueva República.
Confidentes e inseparables del joven general corso al que conocieron en la
campaña de Italia y que pretendían hacer lo mismo en el destino donde se le
supone el origen de la sabiduría. Allí donde fueron a buscarla Solón, Tales
de Mileto, Pitágoras o Platón. Este último presenta a las tierras de Egipto
en su diálogo “Las Leyes” como: “Desde hace mucho tiempo tengo entendido que han aprendido ellos (los
egipcios) esta verdad que nosotros estamos formulando ahora: la juventud de las
ciudades ha de ejercitarse en las bellas figuras y en las bellas melodías; en
consecuencia ellos fijaron el carácter y la naturaleza de estas, y luego
expusieron los modelos de las mismas en los templos…” Tampoco lo ocultaban
en los sagradas escrituras cristianas, ni escondían la “iniciación” de aquel
patriarca que guio al pueblo hebreo hacia un viaje difícil y cargado de pruebas.
-“Y fue enseñado Moisés en toda la sabiduría de los egipcios; y era
poderoso en sus palabras y obras.”
Hechos de
los Apóstoles. 7:22
El "viejo zorro" Monge |
Berthollet, mirando por encima del hombro al mundo |
Los motivos de la expedición militar, pese a que se puedan camuflar como el
de hostigar a las líneas comerciales de los ingleses, golpear a un Imperio
Otomano en declive o alejar a un “revoltoso” general Bonaparte con ansias de
poder; se atisban más como “cultural-ritualísticas”. Primero toman plácidamente
la isla de Malta arrebatando el poder de 270 años a la Orden de los Caballeros de
San Juan de Jerusalén, herederos de los templarios, aliados del papado. El Gran Maestre de esta
orden, Ferdinand VON HOMPESCH, entregó la isla a los franceses y fueron
obligados a abandonarla. Duro golpe a unos de los principales custodios del
antiguo régimen.
Napoleón y su armada arribaron a Alejandría, donde dejaron fondeada sus
grandes naves en Abukir. Marcharon a través del desierto a toda velocidad para intentar
no ser interceptados por las tropas mamelucas, encargadas de regir esa
provincia otomana. El 21 de julio se produjo el choque con estas en la conocida
como “Batalla de las Pirámides”. Victorioso, un engrandecido Napoleón,
toma el poder en Egipto, como ya hicieran sus admirados Alejandro Magno
y Julio César.
Poco después, la flota inglesa dirigida por el almirante Nelson, destruye
la armada francesa en Abukir. Como consecuencia, Bonaparte, sus tropas y sus
“sabios” quedan atrapados en la tierra de los faraones. Lejos de afligirse,
Napoleón pone en marcha unas estructuras para regir el levantisco pueblo
egipcio. Y como no pone a funcionar a su corte de sabios a “estudiar” aquello a
por lo que realmente venían. Saberes ocultos. Al mes siguiente funda el “Instituto
de Egipto”, nombrando a su maestro-guía, Monge, primer presidente, y él mismo,
vicepresidente. Remontan el Nilo y exploran Asuán, Tebas, Luxor y Karnak. Tomando
medidas de todo y plasmando en ilustraciones todas aquellas extrañas
inscripciones jeroglíficas.
Mientras Bonaparte inicia una campaña hacia Tierra Santa, los sabios excavan
en la meseta de las grandes pirámides. “Desentierran” la Gran Esfinge, de la
que sólo asomaba la cabeza. Desescombran la plataforma sobre la que hoy se
levanta la Gran Pirámide, calcularon sus dimensiones originales y la escalaron.
Tenían por fin, las dimensiones reales de su base, como la tuvieron el califa
Al-Mamún y sus sabios casi 1.000 años antes. Había que perfeccionar las medidas
para el ritual final.
Napoleón atraviesa el desierto del Sinaí, cual Moisés (los paralelismos mesiánicos
inundan a este personaje), mermando de fuerzas a su tropa. Aún así, el avance
por la Tierra Prometida es rápido y victorioso marchando durante 250 kilómetros
hasta San Juan de Acre, donde inicia un sitio a esa ciudad fortificada. La
noche del 14 de abril de 1799 (una semana antes de la Pascua judía), Bonaparte pasa
una noche en Nazareth, quién sabe si emulando al “mesías cristiano”. Lo cierto
es que poco después, el infructuoso avance dio al traste con la conquista de
Jerusalén, que sin duda hubiera puesto bajo su disposición a la Cúpula de la
Roca (otra gran roca sagrada), lugar predestinado para cualquier “mesías”
que se precie. No pudo ser, el ejército francés tuvo poner pies en polvorosa y
regresar a Egipto. No obstante, es curiosa la distancia desde esta cúpula
octogonal sagrada y la Gran Pirámide. Exactamente distan de 440
kilómetros.
El emplazamiento histórico de ambos monumentos es curioso y se pierde en la
historia. La Pirámide, erróneamente llamada de Keops (o Jufu), mira en el
amanecer del solsticio de verano en dirección al Templo de La Roca de Jerusalén;
e inversamente ocurre este fenómeno durante la puesta de Sol del solsticio de
invierno desde la vista de la piedra donde las tres religiones monoteístas
obtuvieron revelaciones divinas. Se produce así, un juego simbólico de nacimiento
y muerte entre estos dos enclaves. Algo que puede verse reflejado en la
liberación del pueblo hebreo de la esclavitud a la que eran sometidos por los
faraones de Egipto (muerte como pueblo esclavo), siendo conducido hacia el
nacimiento del Sol, sometido a innumerables pruebas iniciáticas para conseguir la
libertad de la Tierra Prometida (renacer como pueblo libre). ¿Qué puede ser esa
distancia de 440 kilómetros?
Veamos que les deparó el destino durante esa época de la expedición de Bonaparte
a Oriente a los dos geógrafos que estaban acabando de recopilar los últimos
datos de su medición-ritual del meridiano. Un hijo de Méchain, un joven
científico llamado Isaac, parte de Toulon, siendo parte de la comitiva de
sabios a las órdenes de Monge y Berthollet (todo queda en casa). Por esas
fechas, Méchain, anda desquiciado y sus últimas triangulaciones se ralentizan
más de lo debido (llevaba más de seis años sin ver a su mujer). Delambre acaba
su medición el 17 de septiembre de 1798. Méchain escribe a este que no piensa
reunirse con comisión alguna hasta la primavera, tiene “la imperiosa
necesidad de algunos meses de retiro solitario y oscuro”. Normal, tanto
triángulo y ritual para arriba y para abajo durante seis años…
Por fin llegan los dos a París a finales de noviembre y se produce la
primera reunión del Consejo Científico Internacional, que debería darle “las
bendiciones” a los resultados de las triangulaciones. Extrañamente, no fue
hasta tres meses después cuando comenzaron a entregar sus cálculos. Algún delegado
extranjero abandonó, harto de la espera, la comisión. Y es aquí donde se
empiezan a ver las luciferinas fechas del “gran ritual metrológico”:
-El 2 de febrero de 1799, Delambre, presenta
oficialmente sus datos sus mediciones ante la comisión internacional. Es el día
de la festividad de la “Candelaria”. Para el cristianismo el día de la
presentación del “hijo de Dios” en el templo, la “purificación” de la virgen-madre
tras pasar 40 días desde el parto (tradición judía que hacía esperar a las
madres una cuarentena para “purificarse” y mostrar el niño a las autoridades).
El “Imbolc” celta, o festividad del fuego y de la LUZ. El paso de las TINIEBLAS
a la LUZ (del antiguo régimen al nuevo). Día 33 del año y 333 días para
finalizarlo en año bisiesto.
-El 22 de marzo del mismo año, Méchain, entrega sus cálculos, después de
pedir un aplazamiento. Día del equinoccio de primavera. Celebraciones
religiosas de “renovación”. La Pascua judía, que significa “pasaje o tránsito”,
más o menos al cristianismo y su “resurrección”, en fechas similares. Marzo es
el primer mes masónico.
-El 22 de junio de 1799 se presentaron todas las propuestas finales y VAN
SWINDEN, representante de Holanda y portavoz de la Comisión, declara “el
METRO verdadero y definitivo es de 443,296 líneas de toesas del Perú (0.325
milímetros menos que el metro provisional)”. El solsticio de verano, fiesta
pagana por excelencia, fue escogido para presentar la “NUEVA MEDIDA de todos y
para todos”. El día de mayor LUZ solar del año.
Las cifras 443,296 líneas recuerdan a la equivalencia en metros de la
legua romana (4435 metros) y al pie romano (0,296 metros). Su
equivalencia en medida francesa de la época eran 3 pies de roi (6 pies era un
toesa) y 11 líneas (3 · 11=33). La del pie romano, en metros, dividida entre
‘666’ nos resulta en 0.44444… Lo dieron por bueno pese a detectar
errores en los cálculos de Méchain. ¿Por qué esperaron tantos meses a presentar
los datos? ¿Acaso estaban esperando datos de otros lugares sagrados?
Mientras, en Egipto, los sabios franceses habían realizado las primeras
mediciones científicas de la Gran Pirámide. Las medidas de la Cámara del Rey eran
de 20 codos reales de largo (10.472 metros), equivalente a la milésima
parte de la medida del iteru, utilizada por los egipcios para las largas
distancias. 10 codos reales de ancho, para definir el codo real egipcio,
de 0,5236 metros. La medida de 230,363 metros de media de base de
la pirámide refleja 440 codos reales de largo, que fue utilizada por el
granujilla de Al-Mamún como base de sus medidas de longitud. 280 codos reales se
establecieron para su altura, calculando el piramidión que faltaba. La
cifra de 440 codos reales de medida de base “expresada” en metros desde
esta pirámide al templo de La roca, en Jerusalén, sería de 440.000 metros. Si
dividimos por la cifra luciferina ‘666’ nos resulta una curiosa 660,660660660…
La apotema (segmento trazado desde el vértice al centro de cualquier lado del
polígono que conforma la base y que coincide con la altura de cada cara
triangular de la pirámide regular) es de unos 185 metros, la décima
parte de la milla náutica (1851.85185185…metros)
o el estadio romano y que aproximadamente se acerca muchísimo a la décima parte
del minuto de arco terrestre… curioso este metro. ¡Ni que hubiera sido creado! Parece
encajar proporcionalmente con todas estas medidas antiguas o todas las medidas están
relacionadas con la naturaleza y, a través de este “metro para todos” con el
‘666’. Recordemos quienes utilizaron las medidas y guardaban sus
patrones con gran celo y quienes las convirtieron en medida universal,
escondiendo sus distancias “mágicas” y alineamientos entre lugares sagrados y demás
edificaciones.
Las 8 caras de la Gran Pirámide |
También las dimensiones de la Gran Pirámide, en codos reales, proporcionan
expresiones matemáticas “a grandes rasgos”: como el número π, cuya mitad (π/2) se
ve reflejada en la división de la altura entre la base, 440 / 280 = 11/7
(1,57142857…). Recordemos que en la antigüedad el número pi se representaba
como 22/7. Se cree que puede representar la mitad de pi a una
semicircunferencia, y esa mitad del círculo al Sol del amanecer y al del
ocaso. Ahí entraría el juego de la salida y la puesta de Sol durante los
solsticios con el Templo de la Roca de Jerusalén. Hay muchas más cifras referenciales
al planeta y sus distancias con el sistema solar, pero lo dicho, a grandes
rasgos. Creo que tiene mayor relevancia el hecho de que fueran a ese lugar a
obtener esas medidas coincidiendo en el tiempo con la recopilación y “comprobación”
de la Comisión Científica Internacional del “metro de todos y para todos”. Es
importante comprender este punto.
Flinders Petrie a pie de campo |
Pero sigamos con el “ritual metrológico” que había de transformar el tiempo
con la LUZ proveniente de los misterios de Isis y con adaptaciones de
celebraciones del calendario hebreo. El final se va a poner interesante. El 15
de Julio, reconstruyendo una antigua fortificación en Rosetta, el oficial, Pierre-François
Bouchard, descubrió una piedra de granito oscura rectangular de poco más de un
metro de larga, ¾ de metro de ancha y unos 28 centímetros de profundidad. Esta
ESTELA contenía inscripciones en tres escrituras diferentes en tres partes
diferenciadas: jeroglíficos egipcios, escritura demótica (escritura moderna del
final del Imperio) y griego antiguo. Este personaje ya había conocido años
antes al químico Berthollet y fue alumno de geometría del otro viejo zorro de
Monge. Enseguida dilucidaron que el texto era el mismo en los tres escritos. Napoleón
ya tenía sus “tablas de la ley”, inscritas en piedra por la divina
providencia para poder dar LUZ a las escrituras de los antiguos sabios
egipcios.
El general corso, después de haber cometido actos denigrantes para
cualquier militar, como ajusticiar más de 3.000 prisioneros otomanos y practicar
la eutanasia a unos 300 de sus soldados enfermos de cólera y peste, parecía
tener prisa por ir a la Meseta de las Pirámides el 12 de agosto de 1799.
Cuentan las crónicas que fue con sus más allegados colaboradores, Monge y Berthollet,
hasta el interior de la Gran Pirámide. Le acompañaron hasta la entrada de la
Cámara del Rey, donde permaneció sólo por espacio de unas 7 horas, realizando
quizá un rito iniciático de muerte y resurrección, a modo de las pruebas
relatadas en el libro “Sethos”, con la única compañía del sarcófago vacío de la
estancia de granito rojo (aparte de ratas, murciélagos y encantadoras cucarachas,
seguro que se sentía entre amigos). Cumplía 30 años 3 días después.
Este hecho que pudiera parecer un poco fantasioso tiene unas cuantas
fuentes que lo documentan, menos “sus labores” realizadas en el interior de tan
enorme cripta. El problema viene de los autores de ficción que blanquean al
personaje y “sierran” otros detalles más cabalísticos. ¿Qué les parecería si
les contaran que Bonaparte y sus amigos, los zorros expoliadores, escogieron
para ese supuesto ritual la celebración judía del “9 de Av”? Esa fecha,
cambiante en el calendario gregoriano con respecto al hebreo, es una de las mayores
celebraciones religiosas de la religión judía.
El Tishá B’Av (“9 de Av)es el punto máximo del ayuno de tres semanas
iniciado el 17 de Tamuz, día en que Moisés rompió las Tablas de la Ley encolerizado
con su pueblo por ver como adoraban a un becerro de oro y se alejaban de su
Dios, que los había elegido como su pueblo. La fecha del descubrimiento de la “Piedra
Rosetta” fue el 15 de julio, que ese año correspondería al 12 de Tamuz, no corresponde
por cinco días. El 9 de Av correspondería al “9-11” hebreo, esto es el 9º
día del mes 11 del calendario judío. Día tradicional y “casualmente”
lleno de desgracias para “el pueblo elegido”.
Se me ocurren otras desgracias acaecidas en un 9-11, pero no es el tema en
cuestión. Hemos dejado al “renovado” Bonaparte saliendo del interior de la Gran
Pirámide. Tan sólo 5 días después partía de El Cairo con sus mejores generales
y sus dos “maestros” rumbo a Alejandría para desertar cobardemente y dejar a
sus hombres a merced de otomanos y británicos. El ejército francés, bajo las
órdenes del general Kléber, asesinado meses después, sin munición ni cobertura
se rindió en 1801. Los ingleses se hicieron con el botín de la “Piedra
Rosetta”.
Lejos de flagelarse, Napoleón, regresó a Francia casi como Julio César lo
hizo en Roma tras la conquista de las Galias. Con el Directorio francés en
crisis, el joven general, con la ayuda conspiratoria de otros directores como Sieyes,
Ducos y, como no, Talleyrand, realiza un golpe de Estado en el famoso “18 de
Brumario”. Impone una nueva constitución y se proclama Primer Cónsul. El sistema
métrico decimal, que es el sistema de unidades basado en el metro, fue
adoptado oficialmente en Francia, por Napoleón Bonaparte, el 10 de diciembre de
1799. Por cierto, casualidades de la vida ¿saben a qué día corresponde el 18 de brumario en el
calendario gregoriano? Al 9 de noviembre. El 9 del 11. El 9-11.
El 9 de Av “gregoriano”. Las cortinas de la historia de la historia…
LOS MAGOS NEGROS DE LA LUZ Y DEL TIEMPO.
Lejos de parecer anecdótico el cambio de calendario revolucionario, en breve depuesto, es el punto de inflexión hacia una globalización de medidas que llega hasta nuestros días. El control total de las distancias y del tiempo por parte de aquellos que han impuesto, bajo decretos gubernamentales, bulas y golpes de Estado el dominio imperceptible de las voluntades y destinos de las gentes. El cambio de calendario de juliano al gregoriano, también posee un proceso curioso-ritualístico que escapa a la vista rápida y conformista que nos han creado.
La problemática surgió cuando en las altas estancias vaticanas, sus
rituales equinocciales y de solsticios, estaban dejando de ser “eficientes”
(ironizaremos un poco).
No acababan de cuadrar las fechas religiosas con el calendario civil.
Algo extraño sucedía. El Papa Gregorio XIII, en sus ansias reformadoras,
puso manos a la obra a sus astrónomos y matemáticos, para lograr un “equilibrio”
entre los astros y el cómputo civil del tiempo. En esos momentos, el Papa,
había puesto al frente de los seminarios formadores de los futuros sacerdotes
al servicio de la iglesia a la Compañía de Jesús. El nuevo calendario se
basaría en unos cálculos del astrónomo Luigi Lilio, y apuntalados tras su
muerte en 1576, por el jesuita alemán, Cristopher Clavius.
Para la realización de los cálculos solares se hizo erigir la “Torre de los
Vientos” en los muros del patio Belverede, en el Vaticano, de 73 metros de altura,
proceso que duró dos años y finalizó en 1580. El proyecto de medición se
encargó al nuevo astrónomo papal, EGNAZIO DANTI (1536-1586). Este
interesante personaje ya había trabajado privadamente en un proyecto cosmográfico
durante doce años para Cosme de Médici, en el ‘Palachio
Vecchio’ de Florencia. Realizó más de 30 mapas de todo el mundo conocido en una
estancia cerrada, donde presidia un globo terráqueo, realizado por él, y para “disfrute”
de esta saga familiar. Dominaba perfectamente el “arte de la gnomónica”, como
así lo demostró en Florencia, en Santa Maria de la Novella, imitando un siglo
después la meridiana de Toscanelli, no muy lejos de allí, y en Bolonia, en la
iglesia de san Petronio.
Danti, ideó una serie de pinturas en las estancias de la torre donde plasmarían estudios sobre los vientos, los cielos, la tierra y las estaciones, tanto teológicos como seculares. Las pinturas fueron realizadas por especialistas decoradores ilusionistas, como Cristóforo Roncalli, alias “POMARANCIO”, y sus colaboradores. La sala principal fue la “Sala della Meridiana”. Allí se grabó en el suelo una línea meridiana a exactamente 1º y 10 minutos con la diferencia calculada del desfase del calendario. En la pared sur de la sala se había plasmado un fresco con un agujero gnómico situado a 5 metros de altura. La pintura está dedicada a un pasaje de los evangelios donde Jesús, calma los vientos y las aguas, para llegar a tierra en la barca con sus discípulos:
Jesús calma la tempestad
Aquel día, cuando llegó la noche, les dijo: Pasemos al otro lado.
Y despidiendo a la multitud, le tomaron como estaba, en la barca; y había
también con él otras barcas. Pero se levantó una gran tempestad de viento, y echaba las olas en la barca, de tal manera que ya se anegaba.
Y él estaba en la popa, durmiendo sobre un cabezal; y le despertaron, y le dijeron: Maestro, ¿no tienes cuidado que perecemos?
Y levantándose, reprendió al viento, y dijo al mar: Calla, enmudece. Y cesó el viento, y se hizo grande bonanza.
Y les dijo: ¿Por qué estáis así amedrentados? ¿Cómo no tenéis fe?
Marcos 4:35-40
El pasaje habla de “un pasar al otro lado” con pruebas de fe y de
dominación de los elementos como el agua y el aire por parte del “maestro”,
silenciando a estos, con muestras de duda de sus “aprendices”. Es justo por la
boca de un ángel por donde sale “el rayo de luz” equinoccial para fijar la
“esfera solar” y atrapar a la LUZ en un rito que ya hemos visto con
anterioridad. La luz, el fuego, el conocimiento adquirido por los maestros, es
el que domina en unos determinados momentos del tiempo, marcados también por
los astros, a los elementos. Una suerte de magia ancestral que viene siendo
utilizada para impulsar determinados
Empecemos por la pirámide de cristal del Louvre, que no es una pirámide sino un octaedro, puesto que bajo el suelo de la misma hay otra pirámide invertida que “ilumina” el interior del lugar. Tras la estatua ecuestre de Luis XIV, el “rey Sol”, que fija la línea central del “eje histórico”, encontramos una pirámide invertida que penetra la tierra, un elemento. Recordemos un poco la descomposición de la luz experimentada por Newton al pasarla por la primera pirámide-prisma y la vuelta a la materialización de la misma pasando por el segundo prisma-pirámide invertido. Comienza el control de los elementos. Visualmente también es perceptible este octaedro debido a los estanques de agua adyacentes a la pirámide de cristal que realizan la labor de espejo. Otro elemento dominado.
Seguimos observando el modesto, en altura, arco del triunfo del Carrusel.
Erigido por orden de Napoleón en 1808. Desde allí se puede observar la perfecta
alineación con el resto de monumentos del eje. Los caballos de la cuadriga que
están en lo alto del arco son copias de originales griegos de bronce dorado del
siglo IV a. C. que venían del Templo de Apolo, portador del Sol, de Corinto (guiño
a la luz).
De allí, la línea atraviesa los jardines de las Tullerías, creados por
orden de la reina María de Médicis a mediados del siglo XVI, hasta llegar a la
Plaza de la Concordia. Aquí, el eje atraviesa el Obelisco del Templo de Lúxor,
hermano del otro sito en su lugar original. Ambos procedentes de las canteras
de Asuán. Colocado ahí por orden del último monarca francés, Luis Felipe I, en 1836.
La colocación del piramidión en su cumbre, con láminas de bronce y oro, con la
base y el pedestal, lo llevan hasta una altura de 33 metros.
“cambios” en la sociedad.
El cálculo solar en la nueva estancia de la ‘Sala della Meridiana” vaticana
se llevó a cabo mediante el equinoccio de primavera. Se “guio” al Sol por el
camino que seguía la línea meridiana trazada por el “mago Danti” hasta el
círculo marcado para “atrapar” esa luz equinoccial. Un ritual que simboliza el “conocimiento”
sobre los elementos. Un deseo de dominación sobre ellos, que puede simbolizar
un deseo de dominación de los designios y las voluntades sobre las gentes. ¿magos
negros?
Representación zodiacal en el techo de la "Sala della Meridiana" |
Aquel equinoccio de primavera correspondió con el 11 de marzo, u 11 del
3, u 11-3 (33). ¿Recuerdan algunas desgracias relacionadas con esa fecha? Se
tenía constancia que el año del concilio de Nicea (325), el equinoccio
primaveral fue el 21 de marzo, como correspondería con cualquier calendario civil
bien realizado. Según los estudios recientes en la fecha del cambio gregoriano,
cada día se retrasaban 11 minutos y 14 segundos.
. Había una diferencia de diez días entre el calendario oficial y el astronómico.
Hechos los cálculos “ritualísticos” por jesuitas y demás “magos”, Gregorio XIII
dicta la bula papal “INTER GRAVISSIMAS”(24 de Febrero de 1582), que
fijará el cambio de fecha del nuevo calendario para el 4 de Octubre de ese año.
“Saltarían 11 días” hasta el 15 del mismo mes. En principio, se pensó
como fecha del final de las cosechas, pero este periodo de “equilibrio” del
signo de Libra esconde algunos curiosidades numerológicas. El 24 de febrero, fecha
de la bula, sería el día 55 del año. En esa fecha, quedarían 311 días
(3-11) para finalizarlo los años bisiestos. El día de San Francisco de Asís, el
4 de Octubre, correspondería a la marca de los últimos 88 últimos días
del año, mientras que el 15 de ese mes, y comienzo del calendario gregoriano, marcarían
los 77 últimos días.
La demostración de domino de astrología, astronomía, cabalística y la utilización
de representación mitológico-religiosa con respecto a dicho domino, no hacen
más que dirigir conclusiones hacia un uso “más allá” de lo aparente de estos
cambios. Como pequeña muestra comentaremos la anterior grandilocuente imagen
que se mostraba en la pared de entrada de la antigua basílica de San Pedro. Se
trata del fresco del pintor GIOTTO (1267-1337) “La Navicella”. Este mosaico de
casi 10 metros de largo mostraba al hijo de Dios caminando sobre las aguas e iniciando
a Pedro, el discípulo “elegido” para construir su iglesia, en el dominio de los
elementos.
Jesús anda sobre el mar
En seguida Jesús hizo a sus discípulos entrar en la barca e ir delante de
él a la otra ribera, entre tanto que él despedía a la multitud.
Despedida la multitud, subió al monte a orar aparte; y cuando llegó la
noche, estaba allí solo.
Y ya la barca estaba en medio del mar, azotada por las olas; porque el
viento era contrario.
Mas a la cuarta vigilia de la noche, Jesús vino a ellos andando sobre el
mar.
Y los discípulos, viéndole andar sobre el mar, se turbaron, diciendo: !!Un
fantasma! Y dieron voces de miedo.
Pero en seguida Jesús les habló, diciendo: !!Tened ánimo; yo soy, no
temáis!
Entonces le respondió Pedro, y dijo: Señor, si eres tú, manda que yo vaya a
ti sobre las aguas.
Y él dijo: Ven. Y descendiendo Pedro de la barca, andaba sobre las aguas
para ir a Jesús.
Pero al ver el fuerte viento, tuvo miedo; y comenzando a hundirse, dio
voces, diciendo: !!Señor, sálvame!
Al momento Jesús, extendiendo la mano, asió de él, y le dijo: !!Hombre de
poca fe! ¿Por qué dudaste?
Y cuando ellos subieron en la barca, se calmó el viento.
Entonces los que estaban en la barca vinieron y le adoraron, diciendo:
Verdaderamente eres Hijo de Dios.
Mateo 14:22-33
Otra muestra, esta anterior, hacia 1313, de la importancia de representar
iniciaciones ocultas bajo el ilusionismo de los magos-artistas. De paso, plasmar
que es la Iglesia y sus “jefes” los que tienen el poder de lo sobrenatural y de
administrarlo. El siervo, el deber de obedecer sin dudar.
El arrebatar ese dominio de los elementos, por grupos de alquimistas, bajo
el manto de la nueva ciencia, es promovido por grupos de poder económico. Guerras
entre los “de toda la vida” para hacerse con un control beneficioso sólo para
unas minorías. Poner los medios que hiciesen falta para que las manzanas
golpearan los cerebros de los sabios en pro de ese conocimiento oculto para
unos pocos. Muchísimo beneficio para los de siempre, escaso para la gran
mayoría.
Un ejemplo de ocultación simbólica de un “control del conocimiento” es el
experimento de la descomposición de la luz por parte de Isaac Newton. La luz procedente
de los astros, que aparece blanca, es compuesta por diferentes colores. Esto
sucede al atravesar por diferentes medios. Al pasar Newton esa luz por un
prisma de cristal, se descompone en colores y sale dispersada. Pero al hacerla atravesar,
esa luz descompuesta, por otro prisma invertido en su posición, la luz vuelve a
componerse en luz blanca conjuntada. La idea es “apresar la luz del cielo”,
el conocimiento. Descomposición alquímica en forma de pirámides, una hacia
arriba, otra invertida, aludiendo a lo ancestral de ese saber.
No en vano, el término PIRÁMIDE descompuesto es bastante clarificador. “PYR”,
en griego significa “FUEGO”(o conocimiento); “MET”, en egipcio es “MEDICIÓN”
(o control). Tendríamos “MEDIDA DE FUEGO”; o para nosotros los profanos, “CONTROL
DEL CONOCIMIENTO”.
Me viene a la cabeza elucubradora el nombre de PROMETEO, que
etimológicamente es “PRO” (antes) y “MITIS” (sabiduría), algo así como “el que
piensa con anticipación”. Ya… pero visto que siempre simbolizan a este semi-dios
con “arrebatar el fuego-conocimiento a los dioses para ofrecérselo a los
humanos” (¡mentira, no creáis en los reyes magos!) lo podríamos ver como PRIMERA
SABIDURÍA CONTROLADA. Harto curiosa es la mitología y sus escondrijos simbólicos.
La mitificación de Newton como nuevo mesías científico llegó muy pronto.
Concentraron en su figura los “nuevos saberes”. Ejemplo es el proyecto de mega-monumento
que ideó el arquitecto francés Étienne-Louis Boullée (1728-1799). Un cenotafio
(monumento funerario sin cuerpo) dedicado al científico-alquimista-ocultista inglés.
150 metros de esfera de la que exteriormente sólo se vería la mitad superior,
quedando la inferior sujeta mediante anillos perimetrales. Dentro estaría
hueca, con un sarcófago representando al cuerpo de Newton, en el punto de conexión
de la esfera con la tierra. Estaría perforada por agujeros que dejarían pasar
la luz diurna. Una enorme lámpara colgante para iluminar la gigantesca esfera de
noche y convertirla en una especie de planetario. El proyecto nunca se llevó a
cabo, pero plasmaba también, esa obsesión por “atrapar la luz” y encerrarla para
unos pocos. Eso sí, “iluminando” desde la cripta ese “conocimiento” hacia la
humanidad con nocturnidad, y poquito… sólo por unos agujeritos, no sea que nos
atragantemos de conocimiento.
Como ejemplificación más contemporánea del dominio de estos saberes por
parte de las élites nos fijaremos en la creación de una línea Ley o de poder. Lo
que parece un intento de creación de energías de manera artificial. Nos
trasladamos a la celebración del bicentenario de la Revolución Francesa. La
Francia y el proyecto personal de su presidente, François Mitterrand, masonazo
del 15 (o del 33, en este caso). La distancia sería desde la pirámide
inaugurada para la ocasión en la entrada al museo del Louvre de París hasta el Gran
Arco de la Défense, también listo para el proyecto-línea. El resultado en
millas náuticas (o las que parecen una medida ancestral terrestre) es de 4,40.
Recordando los 440 codos reales de la base de la Gran Pirámide. Ya
tenemos el factor proporción “mágica”.
Empecemos por la pirámide de cristal del Louvre, que no es una pirámide sino un octaedro, puesto que bajo el suelo de la misma hay otra pirámide invertida que “ilumina” el interior del lugar. Tras la estatua ecuestre de Luis XIV, el “rey Sol”, que fija la línea central del “eje histórico”, encontramos una pirámide invertida que penetra la tierra, un elemento. Recordemos un poco la descomposición de la luz experimentada por Newton al pasarla por la primera pirámide-prisma y la vuelta a la materialización de la misma pasando por el segundo prisma-pirámide invertido. Comienza el control de los elementos. Visualmente también es perceptible este octaedro debido a los estanques de agua adyacentes a la pirámide de cristal que realizan la labor de espejo. Otro elemento dominado.
La pirámide inversa, el arco y la forma de los jardines adyacentes tienden
a verse, a vista de pájaro, como la figura de un escarabajo alado (con
algo de imaginación elucubradora, todo sea dicho) que se representaba en el
antiguo Egipto y que simboliza el impulso del Sol en alegoría iniciática de la
vida.
La línea sigue su recorrido por la avenida de “Los Campos Elíseos” cruzando
el Gran Arco del Triunfo de la Plaza de la ESTRELLA (ahora de
Gaulle), donde convergen hasta 12 calles y avenidas, ideadas por el barón Haussmann,
para la organización del nuevo París del siglo XIX. Ordenada su construcción
por Napoleón, no se inauguró hasta 1836. Sus 50 metros de altura y 45 de ancho
dan cabida tanto a la tumba al soldado desconocido, como a diversos pasajes de
la historia de Francia en sus relieves. El obelisco de la Concordia y este arco
se inauguraron en 1836 con una diferencia de 88 días y una distancia de
unos 2,2 kilómetros. Muy redondito (29/7 al 25/10).
A partir de aquí, comienza la avenida Charles de Gaulle hasta cruzar el
Sena por el puente de Neuilly y llegar al centro financiero de París. Dejando multitud
de rascacielos a los lados para llegar al enorme cubo de 111 metros de
altura que es el Gran Arco de la Defénse, donde finaliza la línea Ley
del Eje histórico de París. Este es un cubo dentro de otro cubo, un teseracto,
o hipercubo de cuatro dimensiones El matemático de la Universidad de Oxford
Marcus du Sautoy explica su impresión del gigantesco cubo:
“Me ha parecido misterioso el estruendo del que allí sopla y que
parece querer aspirarte hacia el centro del arco. Tan persistente se ha hecho
este viento que los diseñadores han tenido que levantar un dosel bajo el arco
para frenar la corriente del aire. Es como si, al haber construido una sombra
de un hipercubo en París, se hubiera abierto una puerta hacia otra dimensión.” Control del elemento
aire. Pero también veremos el control sobre el tiempo de estos arquitectos
del engaño que han sido sus creadores.
Tanto la Pirámide del Louvre, como el Gran ARCO-CUBO, fueron escogidos por
el Gran Maestre Mitterrand. El arquitecto de la pirámide fue el ya
reconocido Ieoh Ming Pei. En cambio, para el Gran Arco, se fijaron en el
desconocido danés Johan Otto von Spreckelsen. Aquí pusieron al frente del
proyecto a un apasionado confeso de la futurología, el asesor del Tribunal de
cuentas, Serge Antoine (había que estar hábil con las fechas para que todo
cuadrara).
Y parece que alguien “echó las cartas” a los monumentos. La pirámide del
Louvre fue inaugurada por el presidente francés el 29 de marzo del año del
bicentenario revolucionario (1989). El hipercubo tetradimensional del otro
extremo del eje-línea Ley se inauguró 111 días después (18-7-1989),
coincidiendo con los 111 metros de altura. Les estaba quedando chula la recta.
También se produce una extraña coincidencia en el giro con respecto al eje de
los Campos Elíseos. El eje del Palacio del Louvre está girado 6.3º hacia el
Oeste con respecto a los jardines de las Tullerías y demás enclaves. La
Pirámide de Ming Pei, también. Lo raro es que el Gran Arco de la Defénse
también está girado 6,3º sobre este eje, en este caso hacia el Este. Teóricamente
lo hizo así el arquitecto danés para darle profundidad visual al hipercubo. Parece
un efecto como queriendo jugar con el tiempo, el espacio y la luz. La puesta de
Sol en relación a este eje-línea Ley en el día de Walpurgis, o primero
de Mayo, parecen converger en ese punto.
Al comienzo y final de la línea Ley se ponen de manifiesto los sólidos
platónicos del octaedro y el cubo. Timeo y Platón, en su diálogo asocian estas
figuras geométricas a los elementos. La pirámide (o tetraedro) la asocian con el
fuego (o conocimiento). En este lugar es la parte visible, representaría al “conocimiento
que está a la vista”, pero fuera de ella forma el octaedro con su pirámide
inversa justo debajo. El octaedro es asociado con el elemento aire, cuya figura
se hace “visible” aparentemente con las aguas circundantes a la construcción. Un
juego de figuración que conecta con la figura hipercúbica del final. Si las
unimos y trazamos un poliedro empleando los vértices el centro de las caras de
un sólido platónico se obtiene otro sólido platónico. Se llamaría poliedro dual
o conjugado. El poliedro conjugado de un cubo es un octaedro; y el poliedro
conjugado de un tetraedro es otro tetraedro. Nos faltaría la relación del
icosaedro, relacionado con el agua (aunque aparezca el elemento en juego) y del
dodecaedro, el elemento relacionado con la forma utilizada con Dios para la
creación del Universo.
Estos “sabios” de la revolución quedaron plasmados en los hierros del otro
monumento conmemorativo por excelencia de París, la Torre Eiffel (1889). Se
escogieron 72 sabios que “escribieron” la historia científica
de Francia en ese último siglo. Entre ellos estaban el maestro expoliador de Gaspard
Monge y Delambre. No se sabe si tiene relación con los 72 sabios enviados
por el sumo sacerdote de Jerusalén para “traducir” la biblia hebrea al
griego koiné para su difusión, allá por el siglo III antes de Cristo y que
vimos al principio. Reescritores de la historia, como no va ser casual al final
lo del numerito 72.
Nos faltarían un par de menciones del interés de los “grandes magos”, que
atesoran esa sabiduría ancestral, por cartografiar incluso de manera espectral
todos los detalles del firmante estelar. En 1887, el papa León XIII, ordenó
reabrir la Torre de los Vientos y colocarle un poderoso telescopio para fotografiar
las estrellas. El proceso siguió con la “computabilización” de los astros “a
mano” por cuatro monjas dedicadas en cuerpo y alma, durante 11 años entre 1910-1921,
de casi 500.000 estrellas (paciencia, divina paciencia).
Uno de los dos espectómetros apodados "L.U.C.I.F.E.R." |
Telescopio Binocular del Monte Graham (Arizona) |
El último dato es la financiación (del 25%) por parte del Vaticano del Gran Telescopio Binocular
situado en el Monte Graham, en Arizona (EE.UU), también conocido durante un
tiempo como telescopio “LUCIFER”. Aunque el nombre no es propiamente del conjunto,
LUCIFER proviene del acrónimo de "Large binocular telescope
near-infrared Utility with Camera and Integral Field unit for Extragalactic
Research", que en español sería algo similar a "Unidad en el
infrarrojo cercano del Gran Telescopio Binocular con cámara y unidad de campo
integral para la investigación extragaláctica". Son dos espectógrafos que
permiten DESCOMPONER la LUZ de los objetos astronómicos, medir sus longitudes
de onda, analizar sus desplazamientos, temperaturas…controlar todo lo que
suceda en “allende la Tierra”. Un grupo de científicos jesuitas son los
encargados del trabajo perteneciente a la parte financiada por la Santa Sede (los
encargados de lanzar las manzanas sobre los nuevos Newton). El Gran telescopio de
Gran Canaria posee otro espectógrafo que lo llaman OSIRIS (asesinado,
descompuesto y vuelto a la vida como señor del más allá). Unos cachondos… o
puede que no.
Este dominio de la luz y el tiempo por parte de estos magos de la ciencia
llevaría a suplantar las medidas físicas del espacio a gran escala. la
Conferencia General de Pesos y Medidas celebrada en París hace una nueva
definición del metro como la distancia recorrida por la luz en vacío durante
1/299.792,458 segundo. Otra medición natural… ahora miremos las coordenadas de latitud
de la Gran Pirámide: N 29,979. La casualidad elevada a la milésima.
¿Para qué querría el Vaticano investigar todos los secretos del Universo?
Puede que una respuesta nos vendría dada en lo acontecido con la financiación
encubierta del “descubrimiento” del Nuevo Mundo. La información es poder. Ser
los primeros en conseguirla. Retenerla para sacarla en el momento adecuado controlando
los tiempos, las voluntades sociales y parte de las riquezas otorga una ventaja
de muchos años, como hemos visto. La utilización de esas medidas “mágicas” o
proporciones escapa, de momento, a nuestra comprensión. Una cosa tengo clara, en
manos de quienes está su uso no lleva a un fin filantrópico, ni mucho menos. Estas
redes de medidas, tengan o no, un efecto real, pretenden ser un medio para llevarnos
a un uso cuasi religioso de la Ciencia y, por el contrario, a una
deshumanización del hombre. Hemos intentado descorrer muchas de las cortinas
de la historia de la historia, no todas obviamente, en relación a la fragmentación
de dichas mediciones y su número común divisor, ese que se va arrastrando a lo
largo de los milenios y que se oculta como medida universal, no natural. Es proporcionada
entre las medidas naturales por magos oscuros para el servicio de turbios dueños.
Es el 666 el que nos muestra “LAS MEDIDAS UNIVERSALES DE “LUCIFER”. Las suyas,
que no han de ser las nuestras.
Para finalizar esta breve investigación, un pequeño fragmento de las “Constituciones
de Anderson” de 1723, que marcaban las reglas de los primeros francmasones, y
que nos muestra que nunca han tenido la menor intención de ofrecer toda esa
sabiduría heredada y para quiénes han trabajado siempre.
“En las comarcas entre el Tigris y
el Eufrates florecieron después muchos eruditos sacerdotes y matemáticos,
llamados CALDEOS y MAGOS que preservaron la noble Geometría, y los reyes y
magnates estimularon el Arte Real. Pero no es prudente hablar con más
claridad de este asunto a no ser en una Logia regularmente constituida.”
Pues eso, que la PRUDENCIA
está para saltársela, como el BARRO de los caminos.
-"Muy breve historia de casi todo": Bill Bryan. Edit. Broadway Books. 2003
-"La Gran Pirámide: Clave secreta del pasado": Miguel Pérez Sánchez. Edit. Ediciones ANTIGUO Egipto XXI. 2015
-"Sethos: Historie on vie tireé des monumens anécdotas de l'ancienne Egypte, traduit d'un manuscrit grec": Jean Terrason. 1731
-"La memoria agredida": Jorge Benavides Edit. AYBA YAIVA. 2003
-"La increíble historia de la malentendida fuerza de Coriolis": Pedro Ripa. Edit. Fondo de Cultura Económica. 1996
-"Los caballeros del punto fijo": Antonio Lafuente/ Antonio Mazuecos. Edit. Terra Incógnita. 1987
-El poder dela arte blogspot.com - "El mausoleo del Papa Alejandro VII"
-"Historia de los conflictos entre al religión y la ciencia" John William Draper. 1876
-"All done with mirrows" John Neal. Edit. Secret Academy. 2000
-"Arabic and egyptian geodesy": John Neal. 2001
-"La isla de Lucay: Los mapas de Colón descubiertos en Barcelona": Chacho Paniagua. 2018
-"La Ruta Prohibida": Javier Sierra. Edit. Planeta. 2007
-"Colón: el Almirante sin rostro". Manuel Fernández Urresti. Edit. EDAF 2006
-"El matemático impaciente. La Condamine, las pirámides de quito y la ciencia ilustrada.(1740-1751)": Raúl Hernández Asensio. Edit. Institut français d'etudes andines. 2008
-"Los viajeros de la expedición para medir el arco de meridiano". Marta Torres Santo Domingo. Edit Testimonios bibliográficos de la Universidad complutense. 2002
-"Las crónicas de Indias". Fernando del Castillo Durán. Edit. Montesinos. 2004
-"La carta vaticana de Martín Alonso Pinzón." TURDETANIA.blogspot. 2013
-"PYRAMIDOGRAPHIA, o una descripción de las pirámides de Egipto". John Greaves. 1646
-"El cuaderno de Mateo Stral". Carlos Baron Blog. 2013
-"La corona de Aragón en la empresa descubridora de Cristóbal Colón". Discurso leído en la apertura del curso académico 2010 por Marisa Azuara Allosa en Real academia San Luis de Zaragoza.
-"El metro del mundo". Denis GUEDJ. Edit. Digital Titivillas. 2000
-"Introducción histórica a la Geodesia". Miguel J. Sevilla de Lerma. CSIC. 1999
-"Relaciones y cartas de Cristóbal Colón". Madrid. Librería de la viuda de Hernando y Cª. 1892
-"La noticia del descubrimiento del Nuevo Mundo". Margarita Antón Crespo. Revista Estudios Colombinos. 2014
-"La Milla Romana" Antonio Blázquez. Boletín de la Real Academia de la Historia. 1895
-"Desciption de l'Egypte". 1809-1829. Gobierno de Francia
-"Corografía" Pomponio Melo. 43 d.C
-""Sistema métrico. Sistema Internacional" Manuel Escalona Molina. Junta de Andalucía. 2012
-"El Egipto Secreto". Paul Brunton. 1936. Edit. Horus - KIER
-"La cartografía na´tica española en los siglos XIV, XV y XVI". Ricardo Cerezo Martínez. CSIC. 1994.
-"Del tamaño de la Tierra o cuán grande es nuestra casa". La esfera aplastrada.blogspot
Se diría que "el engañador", o más bien sus secuaces, se han estado riendo de este mundo desde que propusieron esas medidas como supuesta realidad, pero que un simple cálculo sobre lo observable, por ejemplo, que la isla de Mallorca sea visible (desde su base, osea, todo lo visible en un día despejado y con una buena vista o lente), desde Barcelona a nivel del mar, desbarate por completo esas "mágicas" cifras, tales como: 6 grados de arco terrestre son 666,666 Km. El engaño es tan mayúsculo, tan ridículamente grotesco, que la mayoría se niega a querer reconocerlo. Pero llegó el momento.
ResponderEliminarUn saludo. Muy interesante tu blog y gran trabajo.
Gracias por el comentario. Disiento de su planteamiento totalmente, jejeje. Es literalmente imposible ver Mallorca desde el nivel del mar de Barcelona. Mínimo te debes subir a una altitud cercana a la montaña del Tibidabo, y lo que puedes llegar a ver en esos pocos días despejados es la Sierra de la Tramuntana, que está a una altitud por encima de los 1000 metros por encima del nivel del mar. Yo mismo, en un punto relativamente cercano a esa posición y en una altura poco por debajo de los 600 metros, he logrado ver esa visión difuminada, y coincide con ese planteamiento. Así como también puedes comprobar relativamente con facilidad (yo lo he hecho) lo que observas desde montañas granadinas y malagueñas, o incluso a pie de costa aunque sea más difícil, lo que visualizas de las montañas africanas. Te recomiendo seguir leyendo la siguiente parte para ver otras mediciones terrenales y su uso ritualizado. Un saludo y perdón la tardanza.
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